“Solo los mejores se casan”, más o menos literalmente,
vino a decir una exuberante y sofisticada joven en una película que estaba
viendo al ladito mismo de mi mujer. De inmediato, en mi mirada observó ella la
satisfacción que aquella frase me había producido viniendo además de quién
venía; pero de la misma manera y sin darme apenas tiempo para el regodeo, me
espetó, con los ojos inyectados en ese desprecio con que solo las mujeres miran
con todo su cariño a los maridos, “¿No te habrás dado por aludido? Y en
cualquier caso, es solo una película, pura ficción.” Para terminar
apuntillando: “Mentira”. Como pueden comprobar, el matrimonio está lleno de momentos
conmovedores. Ficción, mentira… hasta las películas y las novelas que están,
como dicen siempre al principio, “basada en hechos reales”, adolecen de una
buena dosis de imaginación de guionistas o escritores que llegan a manipular de
tal forma la realidad que más que “basada en hechos reales”, debería anteponer
el aviso contrario: “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.
Cada vez que leo una novela histórica, siento curiosidad por saber cuánto de
verdad histórica y cuánto de mentira encierran sus páginas, cuánto es debido a
la investigación del autor y cuánto a su imaginación; y hasta en mi obsesión
por ello llegué a rastrear la huella de uno de los personajes de la gran ‘Bomarzo’,
el duque Pedro Luis Farnesio, a quien he dedicado más de un desvelo. El otro
día, sin más lejos, comentaba con un gran lector la sensación de crónica que
dejaba la lectura de “La fiesta del chivo”, obra en la que se mezclan, como en
‘Bomarzo’, personajes ficticios e históricos, pero ¿en qué proporción?
Esperemos que Vargas Llosa algún día nos lo aclare, porque como novela
–excelente por cierto-, no crónica, se incluye en la ya prolífica obra del
escritor hispano-peruano. Cuando se sosegaron los ánimos, se me ocurrió
murmurar: “quizá la muchacha quiso decir en vez de los “mejores” los
“valientes”. Provocador que es uno. José López Romero.
Julio Cortázar
"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)
sábado, 15 de diciembre de 2012
viernes, 7 de diciembre de 2012
EL ANTICRISTO
Como ya hiciera con los opúsculos ‘A los jóvenes’ y
‘Exhortación a un hijo espiritual’, obras de Basilio de Cesarea, Francisco
Antonio García Romero acaba de publicar, en la misma colección Biblioteca de
Patrística (editorial Ciudad Nueva), una edición de la obra de Hipólito ‘El
anticristo’. La misma calidad y el mismo rigor en el tratamiento del texto y en
el estudio previo en torno a la figura e identidad de este Hipólito (de origen
oriental que fue obispo, aunque se desconoce aún de qué lugar), así como en el
análisis de las claves de esta obra cuyo interés radica en el mito bíblico del
anticristo, son virtudes o valores que nos presenta este nuevo trabajo de
edición e investigación de Francisco Antonio, cuya solvencia en el manejo de
estos textos está más que demostrada. Dos trabajos ya publicados en la misma
colección con el denominador común del rigor filológico y, sin embargo, tan
distintos en la temática que nos plantean. Las luces que iluminan los bellos y
prácticos consejos de Basilio de Cesarea, contrastan con la oscuridad que
envuelve la imagen del “Antimesías”, del “abominable desolador” o también
llamado “abominación de la desolación”. “El Anticristo personifica en el
cristianismo a esa figura antagonista de la divinidad, que aparece de
diferentes maneras en diversas culturas y épocas distintas, aunque
especialmente en el mundo judío”, nos dice Francisco Antonio antes de señalar
las distintas formas de representación de esta figura, que tiene su base
textual en diversos pasajes de la
Biblia , sobre todo en el Antiguo Testamento y en el
‘Apocalipsis’, y en menor medida en el Nuevo Testamento, pero que vuelve a
aparecer con fuerza en los textos cristianos a partir de la segunda mitad del
siglo II. Todas estas referencias se encuentran en la edición, ya sea en la
introducción, ya en el propio texto de Hipólito, quien en su obra repasa las
fuentes bíblicas que anuncian la venida del anticristo. Una figura que tendrá a
finales del siglo XIX su versión filosófica tan conocida como polémica, a cargo
del gran Friedrich Nietzsche, que veía en el propio cristianismo y en la Iglesia a los verdaderos
anticristos. Después de la adjudicación o identificación del emperador Nerón con
tal figura, de lo que se hicieron eco Tácito y Suetonio, a lo largo de épocas,
civilizaciones y religiones todos hemos tenido y seguimos teniendo nuestros
anticristos, ya sean generales, oficiales o particulares. Una vuelta en este
sentido por Internet nos resultará muy aleccionadora no solo por las imágenes
que representan al anticristo, sino por la diversidad de personajes que se han
tomado como representación del “abominable desolador”, según creencias y, sobre
todo, posiciones o criterios políticos. Y yo en esto tengo también mis
anticristos, pero hoy me los callo. ‘El Anticristo’ de Hipólito, con
introducción, traducción y notas de Francisco Antonio García Romero, se
presentará el día 13, las 19’00 en la Biblioteca Municipal
Central. José López Romero.
CABALLERO DE JEREZ
A pesar de que nada más concedérsele el Premio
Cervantes a José Manuel Caballero Bonald todos los medios de comunicación se
aprestaron a sacar reportajes y monográficos sobre su vida y su obra (ver
Diario de Jerez, del pasado 30 de noviembre), en esta página dedicada a la
literatura no queremos ser menos y así dedicarle nuestro modesto homenaje a
quien con su nombre ha limpiado un poco la imagen de nuestra ciudad, que tanta
falta le hacía. Más de un escritor amigo o investigador ha visto en la
concesión del premio no solo un reconocimiento a la obra literaria de Caballero
Bonald, sino también, aunque en una mínima proporción, un acto de desagravio
por aquel lamentable y desagradable incidente de la Academia , institución que
nunca debió permitirse el lujo de prescindir de un escritor que, si por algo se
caracteriza, es por el cuidado hasta la obsesión por el lenguaje, por la
palabra precisa y poética, rasgo que se observa tanto en la poesía como en la
narrativa. Y nada mejor que dedicar este pequeño homenaje a acercar al lector
su obra. En las dos reseñas incluidas en esta página, se recogen una excelente
muestra de su poesía con la antología ‘Summa Vitae’ y la novela ‘Dos días de
setiembre’, ejemplos modélicos de su labor literaria, a la que habría que
añadir sus trabajos como estudioso del flamenco, que siguen siendo referencia
obligada para los investigadores. Pero en estas breves notas queremos destacar,
por un lado, de la amplia bibliografía que se ha dedicado a su obra, el trabajo
‘El universo narrativo de Caballero Bonald’ de Juan José Yborra Aznar
(Diputación de Cádiz, 1998) y el cuaderno monográfico que le dedicó la revista
‘Trivium’ en su nº 9 de 1997; y por otro, la labor que desde sus inicios está
haciendo la Fundación Caballero
Bonald en pro de la difusión de la obra de nuestro Premio Cervantes. Porque en
esto de la literatura ya se sabe que no es suficiente ser bueno, muy bueno en
el caso de C.B., sino también hay que darse a conocer. José López Romero.
sábado, 24 de noviembre de 2012
EL CHICO DE LA ESTRELLA
Cuando cayó en mis manos el último poemario de José
Lupiáñez titulado ‘La edad ligera’ (además, tuve la enorme satisfacción de
presentarlo en la Escuela
de Hostelería de Jerez), después de la lectura atenta llegué a la conclusión de
que el cambio que ya había anunciado la poesía de Pepe Lupiáñez en sus libros
anteriores, llegaba a su consolidación y expresión última en aquellos poemas.
El juvenil ‘Ladrón de fuego’ había dejado paso a la madurez nostálgica de un
poeta que prefería el intimismo, la experiencia personal, la evocación de
paisajes soñados y vividos para expresar unos sentimientos que miraban más
hacia el pasado interior que a un futuro lleno de incertidumbres. Hace unos
días mi encuentro con el primer libro de relatos de Lupiáñez, ‘El chico de la
estrella’, y después de su lectura, de los seis cuentos de que consta el
volumen, la conclusión a la que llegué con su poesía, la he confirmado y
certificado en su prosa. El denominador común que les da la unidad intrínseca
no es otro que la nostalgia, esta vez de una infancia y una adolescencia, en
las que todos los que las vivimos, las sufrimos y hasta las disfrutamos en
aquellos duros pero emotivos años 60 nos vemos reflejados. Porque hay mucho de
autobiográfico en los relatos de Pepe Lupiáñez, muchos recuerdos con los que
nos identificamos y en los que reconocemos un tiempo en el que fuimos niños a
pesar de las circunstancias. ¿Quién no se verá en el espejo de la vida escolar
que nos retrata en ‘Don Siro’ con su tinta a granel, su goma Milán y la
ceremonia de forrar los libros al inicio de cada curso? ¿Quién no reconocerá a alguno de sus mejores
amigos de pandilla en los personajes de ‘El
chico de la estrella’, o incluso el barrio del Carmen en su propio barrio? ¿O
quién no recordará su primer amor en la niña de ‘El secreto’ o la imagen
idealizada y siempre imposible de Nuri en el relato que le da título al libro?
Relatos intimistas y festivos como ‘El milagro de los peces’, esperanzadores y
llenos de futuro como ‘Regina y el vértigo de la eternidad’, que contrastan con
la dureza áspera e inhumana, pero tan real, de ‘El imperio de César’. Relatos
en los que Lupiáñez ha sabido, y esto es uno de los valores más llamativos del
libro, imprimir el estilo justo a cada escena. La maestría de un escritor se
manifiesta precisamente en esto: en adecuar el estilo a la situación narrativa:
pausado cuando de evocar la infancia se trata, más ligero cuando los
acontecimientos alcanzan un cierto dramatismo, y pocas veces trepidante, porque
el estilo de Lupiáñez se remansa, no suele acelerarse, se recrea en la
nostalgia de lo vivido a través de la mirada poética que nunca le abandona: el
adjetivo preciso y brillante, las metáforas elegantes, y hasta las sensaciones,
sobre todo los olores que se respiran, tan familiares algunos, en todos los
relatos. Y como elegante es todo el libro para rememorar un tiempo con el que
me he reencontrado gracias a Pepe Lupiáñez. ‘El chico de la estrella’,
Port-Royal, Granada, 2012. José López Romero
sábado, 17 de noviembre de 2012
MARIDAJE
Después de una sesión de degustación de lo que ahora
se ha dado en llamar maridaje, aquel grupo de cursis y noveleros decidió en el
fragor de las copas hacerse pueblo por unas horas y desplazarse a un tabanco
cercano a seguir su “vía crucis en honor a Baco”, como gustaba decir a uno de
ellos que, aunque católico practicante, se permitía estas licencias
irreverentes. Y después de que el dueño del local les pusiera por delante la
botella de mosto y los vasos correspondientes, poco menos que les lanzó un
platillo de altramuces y con socarronería les dijo: “es el maridaje
tradicional; tenemos la variante de las almendras, pero no están de temporada”.
Yo que me crié entre guisos, en los que predominaba la patata acompañada de lo
que había sobrado de un día para otro, y entre legumbres, con la permanente
amenaza de que lo que no me comía hoy, lo tenía mañana, no llego a entender
estas novedades gastronómicas de maridajes y libros en los restaurantes,
iniciativa de la que se hacía eco mi compañero y amigo Ramón en esta misma
página la pasada semana. Aunque, ¡claro!, mientras lean los niños y dejen en
paz a los padres, cualquier invento se agradece. No sé quién dijo que no
soportaba a un fumador a su mesa, pero prefería cuatro fumadores a un solo
niño. Pero no se crean que me cierro en banda a novedades, todo lo contrario.
Ya me imagino una degustación de almejas con un buen fragmento de un texto de la Sonrisa Vertical ; o una
excelente copa de amontillado leyendo los brillantes alejandrinos de Rubén
Darío; por no decir de un buen oloroso con una tragedia de Calderón o la
exquisita prosa de Juan Valera. “Luces de bohemia” solo se puede leer con una
generosa copa de aguardiente. “SuperLópez -mi mujer, que sigue con la guasa-
¿qué vino le echo al guiso de arroz con gambas?”. “Si lo has hecho tú, aquí van
unas páginas del “Código Da Vinci” y un artículo de Lucía Echeverría”. La
bromita me va a costar cara. Lo sé. José López Romero.
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