Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

viernes, 23 de octubre de 2020

CABEZA DE VACA


 Quizá por Cabeza de Vaca muchos de nuestros paisanos no logren identificar al personaje, y a algunos solo les traiga ecos de un ilustre apellido jerezano que se pierde en los laberintos de una historia ya casi olvidada. Pero si le anteponemos el nombre y su primer apellido: “Álvar Núñez”, ya muchos identificarán al personaje con el centro de enseñanza al que le da nombre o con el monumento sito en la calle Ancha, el mismo que ha sido mutilado en varias ocasiones, sin que en ello hubiera reivindicación racial, sino por puro vandalismo, que es otra manera (o la misma) de reivindicar la procedencia de algunos especímenes de la fauna humana. Álvar Núñez realizó dos viajes a las Indias, de cuyos trabajos y enormes vicisitudes que padeció, sobre todo en el primero, nos dejó cumplida crónica en dos relaciones, del primero en sus ‘Naufragios’ y del segundo en la titulada ‘Comentarios’. Dos magníficos ejemplos de ese género que proliferó a lo largo del siglo XVI y que se dio en llamar las “Crónicas de Indias”, y en el que se inscriben todos aquellos que tuvieron un papel importante y trascendente en el descubrimiento y posterior conquista de América, escritores como el Inca Garcilaso de la Vega, Bernal Díaz del Castillo, el mismo Hernán Cortés o el padre fray Bartolomé de las Casas, por citar algunos. La aventura de Álvar Núñez ya había sido novelada por el escritor argentino Abel Posse con el título ‘El largo atardecer del caminante’ y ahora, dentro de unos días, se va a presentar en nuestra ciudad la novela ‘Cabeza de Vaca’ del periodista Antonio Pérez Henares, quien aprovecha su narración no solo para presentarnos a Álvar Núñez desde su niñez en Jerez y su juventud en Italia y en la guerra de las Comunidades de Castilla, sino que nos ofrece un cuadro muy acabado de lo que fueron aquellas expediciones hacia las Indias, sus preparativos, su salida desde Sanlúcar de Barrameda, hasta los graves padecimientos que sufrió nuestro protagonista en su primer viaje a las órdenes de don Pánfilo de Narváez. Una novela en la que descubrimos a uno de nuestros grandes paisanos. José López Romero.  

 

lunes, 24 de agosto de 2020

"OPERACIÓN ESTRAPERLO". Un nuevo caso del inspector Castilla

La última novela escrita  por Ramón Clavijo y José López, “Operación estraperlo” (Canto y Cuento, 2020), es casi un verdadero viaje en el tiempo al Jerez de mediados de los años cuarenta. Conocíamos al inspector Castilla, su protagonista, de “La ciudad que no sueña” (2018). Todo un personaje. Huraño a veces y taciturno siempre, casi siempre escoltado por su subordinado, el subinspector Romero, un policía barbilampiño de ingenio desbordante. Esta vez la pareja tiene que lidiar con un caso que se cruza con la llegada de los restos mortales de quien fuera presidente de gobierno entre 1923 y 1930, el jerezano Miguel Primo de Rivera. Acontecimiento que trajo a la ciudad a personajes relevantes del momento como José María Pemán, Manuel Halcón o  el general Fidel Dávila, el ministro del Ejército que se fue de rositas después de estampar su firma en un manifiesto que solicitaba la restauración de la monarquía en la persona de D. Juan de Borbón en 1943. Marzo de 1947. Un vehículo con matrícula de Gibraltar se estrella en una calle de Jerez. En su interior encuentran al conductor muerto con un tiro en la cabeza, suceso que lleva al inspector Castilla a introducirse en el turbio mundo del estraperlo. Son unos momentos de incertidumbre política y muchos creen que el régimen de Franco será empujado inevitablemente por la presión internacional, a claudicar en favor de la monarquía en la figura de D. Juan de Borbón. Las investigaciones se van desarrollando mientras el veterano inspector nos pasea por la plaza del Arenal, Pescadería Vieja, Letrados, San Antón, Berrocalas…, pero también por lugares emblemáticos de Cádiz, El Puerto, Gibraltar o Madrid.  “Operación Estraperlo” es la segunda novela de una trilogía sobre la posguerra española, protagonizada por el inspector de la policía franquista Castilla. Una  aproximación literaria a la posguerra pero sustentada en un importante cuerpo documental, que permite dar verosimilitud a la historia que aquí se narra, y que se logre eso que es tan difícil en el género de la novela histórica, - en este caso con su pizca también de “noir”- , cual es que no se noten excesivamente las costuras que unen ficción y realidad. Novela de ritmo trepidante que divierte al mismo tiempo que instruye y que nos  evade de esta dura realidad  que nos rodea, siguiendo las andanzas de este atípico inspector Castilla, que cuando puede se escapa a tomarse un oloroso viejo al tabanco de Lina, su debilidad. O a buscar un bar donde no pongan esa infumable mezcla de malta y achicoria sino café-café. De estraperlo, por supuesto. NATALIO BENÍTEZ RAGEL.

lunes, 20 de julio de 2020

NUESTRA NUEVA NOVELA: "OPERACIÓN ESTRAPERLO"


Marzo de 1947. Un vehículo con matrícula de Gibraltar se estrella en una calle de Jerez. En su interior aparece el conductor muerto con un tiro en la cabeza. Este suceso empuja al inspector Castilla y al subinspector Romero a introducirse en el turbio mundo del estraperlo en Jerez. Mientras, la ciudad se prepara para recibir  los restos mortales del general Miguel Primo de Rivera, que será enterrado definitivamente en su ciudad natal.  Esta circunstancia es aprovechada por algunas figuras relevantes de la época para convertir Jerez en centro de intrigas políticas en un momento en el que el Régimen franquista parece arrastrado inevitablemente, por la presión internacional, a claudicar en favor de la monarquía.
Un nuevo caso del inspector Castilla en el asfixiante ambiente de la posguerra española.



viernes, 12 de junio de 2020

TOPLES


De todos son conocidos los filtros que algunas empresas de servicios de Internet imponen para que no se cuelguen fotos o vídeos subidos de tono, es decir, de contenido sexual. Pero también sabemos de las artimañas y argucias de las que muchos se sirven para regatear estas prohibiciones, sobre todo si el personaje se dedica al mundo del espectáculo, y necesita de algún empujón suplementario para atraer la atención, y así subir sus índices de popularidad, o incluso por el simple placer del escándalo. Unas semanas atrás aparecía en algunos medios de comunicación digitales, es decir, en la propia red, la noticia de una actriz española que para colgar en Instagram una foto suya en toples y saltarse esos filtros censores, no se le había ocurrido mejor idea que taparse los pechos con un libro, pero no dejándolo caer, a la manera en que muchos hemos hecho mientras reflexionábamos durante dos horas de siesta, sino en posición de en apariencia sesuda y concentrada lectura. Y digo “en apariencia” porque los ojos cerrados de la actriz me dan que sospechar o que la posición de la cabeza no es la idónea, o que solo ha tomado el libro para hacerse la foto. En cualquier caso, sus admiradores nunca habrán odiado más ese vicio que algunos tienen por la lectura y en los momentos más inoportunos. En honor a la verdad, hice mis averiguaciones por Internet y resulta que el libro que sostiene la mano y oculta las tetas se titula ‘Tu lado del sofá’, un poemario de la escritora Patricia Benito, un título muy sugerente y toda una invitación a compartir la lectura y la tumbona donde descansa la actriz. No es aquí ni el lugar ni el momento para enumerar las infinitas bondades, todas útiles que tiene un libro, incluso como ladrillo, pero quizá la foto, aunque involuntariamente y nunca más lejos de la intención, esconda uno de los grandes mensajes de la literatura: dejar volar la imaginación. José López Romero.

sábado, 2 de mayo de 2020

DOÑA EMILIA Y DON BENITO


Hace unas semanas (¿o ya meses?) tuve la satisfacción de acompañar a Juan Manuel Hernández en la presentación del libro ‘Miquiño mío’, del que es coeditor (junto con Isabel Parreño). Una reedición del que ya publicara la editorial Turner Noema en 2013. El título está recogido de una de las cartas que doña Emilia Pardo Bazán le dirige a don Benito Pérez Galdós, de un total de noventa y tres que conforman el libro, la cantidad que por ahora se conserva de una relación que empezó siendo de admiración de la escritora por el que consideraba su maestro y que tuvo su punto más álgido en un íntimo conocimiento, un romance tórrido y pasional, para diluirse finalmente en la distancia cortés de dos personas que tanto se quisieron. El epistolario comienza en 1883 cuando doña Emilia tiene treinta y dos años y Galdós, cuarenta, y se detiene en 1915, a cinco años de la muerte del escritor y a seis de la Pardo Bazán. Hay que aclarar antes que nada que no se conservan las remitidas por Galdós y que, por supuesto, se debe suponer que el epistolario de doña Emilia no se redujo a este número, pues quedan muchos huecos temporales por cubrir. Pocos documentos, por no decir ninguno, nos definen mejor una personalidad que las cartas a veces íntimas, otras corteses que estos dos grandes escritores se fueron enviando durante lo que podríamos considerar su etapa de madurez tanto personal como literaria. Porque a través de la letra de la Pardo Bazán no solo descubrimos a esa personalidad arrolladora, apasionada de una mujer en permanente lucha a brazo partido contra un mundo de hombres, sino también el talante moderado, discreto, por momentos tímido y siempre reservado de un Galdós que si bien tuvo siempre el reconocimiento de sus lectores, no disfrutó tanto del favor y la consideración de sus iguales (póngase como ejemplo las dificultades para entrar en la Real Academia). Ni en vida, ni después de muertos estos dos grandes monstruos de la literatura española del siglo XIX han gozado de la fama y el reconocimiento que se les debe. Se queja ella amargamente en sus cartas de las enormes dificultades, tan insalvables que a veces claudica en su lucha, para que los colegas, con muchos menos méritos que ella, la acepten como una más de entre ellos. Mujer independiente, viajera, políglota, una mujer de rompe y rasga, llevó siempre como un distintivo de orgullo su naturaleza femenina en tiempos en que las mujeres estaban condenadas a la vida doméstica bajo la autoridad del marido. Y si Galdós también tuvo que sufrir los desplantes de sus presuntuosos e ignorantes contemporáneos, más lleva padeciendo desde que algún que otro “exquisito” no consintiera en sumarse al homenaje que se le iba a rendir en el cincuentenario de su muerte. Pues bien, este año se está cumpliendo el centenario de esta, y el año que viene se cumplen los cien años de la muerte de doña Emilia. Seguramente, como suele suceder en este país, estas efemérides pasen sin pena ni gloria. Pero no tengo la menor duda de que a ellos dos les importa eso bien poco. Que les quiten lo bailao. José López Romero.