“Me dio un infarto y me
llamó la muerte, pero no fui porque hablaba castellano”, es la frase que
algunos medios de comunicación han destacado de la entrevista que hace unas
semanas le hicieron al cantante catalán Albert Pla. Al margen de la figura
siempre controvertida y polémica del proyecto de cadáver, al leer la frase me
dije: “bueno, otra gracieta independentista”. Y la verdad es que molesta o, al
menos, desagrada esos insultos absurdos y gratuitos a símbolos nacionales que
al fin y al cabo son señas de identidad de un país y, si se trata de nuestra
lengua, de una cultura que traspasa los límites de lo nacional para elevarse a
lo universal. Y más lástima nos da cuando los que tienen que poner en su sitio
a personajes como estos, dan la callada por respuesta. Y es una pena que este
cambembo mental pretenda sin éxito, por supuesto, insultar al castellano porque
Cataluña en general y, particularmente Barcelona han estado muy vinculadas a la
obra por excelencia de nuestras letras, el ‘Quijote’, como así demostró y
analizó con todo detalle el gran cervantista catalán Francisco Rico en su
ensayo titulado ‘La barretina de Sancho, o Don Quijote en Barcelona’, incluido
en su libro ‘Tiempos del Quijote’ (Barcelona, Acantilado, 2012). Pero de esto
con total seguridad el tal Pla no tenga ni puñetera idea, se le ve en la cara.
Y más pena produce aún, cuando grandes catalanes tanto han dado a la literatura
española, que es lo mismo que engrandecer nuestra lengua. Pero tampoco de esto
seguramente tenga ni idea el individuo Pla. Pero de algo debe estar seguro Pla:
que la muerte se lleva por delante a todo bicho viviente, y lo mismo la próxima
vez le hable en catalán para que la entienda mejor. Porque la muerte se lleva a
los inteligentes y a los imbéciles. ¡Lástima que a estos no se los lleve antes!
José López Romero.
Julio Cortázar
"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)
sábado, 19 de junio de 2021
sábado, 5 de junio de 2021
"LAS FORMAS DEL ENIGMA" DE JOSÉ LUPIÁÑEZ
Unos versos del divino
Borges nos vienen a la cabeza después de leer el último poemario de José
Lupiáñez titulado ‘Las formas del enigma’ (ediciones Carena, 2021), que dicen
así: “Si (como el griego afirma en el Cratilo) / el nombre es arquetipo de la
cosa, / en las letras de rosa está la
rosa / y todo el Nilo en la palabra Nilo”
(de su poema “El Golem”). Si extrapolamos o trasladamos la cita al nuevo libro
de Lupiáñez podemos afirmar que en ‘Las formas del enigma’ se contienen, a modo
de compendio, todos los libros del poeta, como si esta última “rosa” fuera el
arquetipo de todos sus versos, como si estos poemas contuvieran todos sus
Nilos. Después de aquella ya muy lejana ‘Laurel de la costumbre’, antología que
recogía su quehacer poético desde 1975 hasta 1988 (ya ha llovido desde
entonces), Lupiáñez no ha parado de entregar a la imprenta, en dosis muy bien
escogidas, buena muestra de su evolución poética hasta llegar a este nuevo
poemario que iguala, contiene y supera a los anteriores. De ‘Número de Venus’
(Campo de Plata, 1996) vuelve el poeta a la brillantez del verso alejandrino,
metro constante en sus posteriores libros, pero que en ‘Las formas del enigma’
nos trae un recuerdo más vívido de aquel poemario de 1996. Hay mucho en su
espléndido “Soliloquio del navegante”, poema inicial de ‘Las formas…’ de aquel
también inicial ‘Pórtico’ de ‘Número…’ y no solo el alejandrino, sino
especialmente la vida como viaje a veces irreal, imaginario, y sobre todo la
conciencia del paso del tiempo. Quizá, no en vano han pasado más de veinte
años, se observa en el “Soliloquio del navegante” una conciencia mayor de la
ausencia, de lo irremediablemente perdido. Y si estos pueden considerarse temas
recurrentes en la poesía de Lupiáñez, sobre todo de sus versos más intimistas,
de los que excelentes muestras tenemos en su libro ‘La edad ligera’, no pocos
encontramos de ellos en ‘Las formas del enigma’: “Despedida” o “En penumbra”
son dos buenos ejemplos de ello. Tampoco renuncia el poeta al exotismo, a esos
ambientes orientales de los que ya habíamos gustado en ‘La luna hiena’ (1997.
Dedicado a Marisa Rodríguez, siempre en nuestro recuerdo): “Mujeres cubiertas”
de Casablanca o “Noche de Alejandría” nos traen ecos de “Favorita” o de “Samair”
del poemario de 1997. Pero si tuviéramos que destacar algo fundamental de este
nuevo poemario de José Lupiáñez, nos quedaríamos con dos elementos; uno
recurrente en toda su poesía (recordemos
la cita de Borges), y otro que ha ido incorporando en sus últimos libros y que
definen como pocos su estilo. El primero y como expresión más acabada de su
sentido y conciencia de la vida como viaje: el mar, que a veces se nos ofrece
como puerto en el que guarecernos de los avatares del destino (de ahí el título
de otro de sus libros ‘Puerto escondido’. 1999), y en otras ocasiones somos
solo náufragos de un tiempo inhóspito. Y el otro, el verso largo, en la mejor
tradición de Rosales o de Dámaso Alonso. Su último poema “El ausente” cierra un
poemario como lo inició con preguntas para las que el poeta, desde su profunda
madurez, tiene una sola respuesta: el lamento por lo perdido. José López
Romero.
sábado, 8 de mayo de 2021
EL REY DON SEBASTIÁN
En 1683 el impresor Juan Antonio de
Tarazona publica en nuestra ciudad un pequeño folleto que contiene la relación
o crónica del proceso seguido en 1594-5 contra Gabriel de Espinosa, el que con
el pasar de los siglos se convertiría en el famoso personaje llamado “el
pastelero de Madrigal”, de fecunda tradición literaria (todas las referencias a
este impreso y a su protagonista en ‘Historia de Gabriel de Espinosa, pastelero
de Madrigal que fingió ser el rey don Sebastián’, ed. Renacimiento, 2020). J.A.
de Tarazona se había asentado en Jerez por segunda vez en 1675 y consta que
hasta 1680 su actividad como impresor no había sido escasa, pero ¿qué le lleva
en 1683 a imprimir un opúsculo que relata un caso que, aunque famoso, hacía ya
casi un siglo que había acontecido? ¿Interesaba a pesar del tiempo transcurrido
aquella truculenta historia del pastelero de Madrigal y su desgraciado
desenlace? La cantidad de manuscritos y ediciones que proliferaron no solo nada
más terminar el proceso, sino a lo largo de todo el siglo XVII, puede
atestiguar la vigencia en la memoria colectiva de aquel proceso y, sobre todo,
de la figura de un misterioso Gabriel de Espinosa, que llegó a poner en duda
razonable su identidad como el malogrado rey don Sebastián de Portugal,
desaparecido en la batalla de Alcazarquivir en 1578, librada por el joven rey
contra el ejército del sultán de Marruecos Muley Abd al-Malik. Una duda tan
razonable que puso en alerta al mismísimo y todopoderoso Felipe II, cuya
alargada sombra se proyecta sobre la sentencia del no menos famoso proceso. La
literatura fue también, sin duda, junto con los manuscritos y ediciones del
folleto, la encargada de que la historia fuera convirtiéndose en leyenda
popular: Lope de Vega, Luis Vélez de Guevara la dramatizaron en sendas
“comedias”, y alcanza su cima literaria en dos piezas excepcionales ‘Traidor,
inconfeso y mártir’ de José Zorrilla y ‘Los impostores’, tan breve como
magnífico relato de Francisco Ayala. La historia no hubiera sin duda tenido ese
recorrido (hasta llegar incluso, no lo olvidemos, a la publicación del folleto
jerezano en 1683), sin la serie de personajes, a cual más peculiar, que fueron apareciendo a finales del siglo XVI
haciéndose pasar por el rey don Sebastián resucitado. Su misteriosa
desaparición y la imposibilidad de encontrar el cadáver entre la masacre que
supuso aquella batalla, daría lugar al movimiento llamado el Sebastianismo, en
el que aquellos candidatos no fueron más que una anécdota chusca. Finalmente,
el proceso terminó con la sentencia a muerte de Gabriel de Espinosa, y las no
menos severas a que fueron condenados todos los que se vieron envueltos en la
supuesta patraña: a muerte también fue condenado fray Miguel de los Santos,
fraile portugués y supuestamente cabecilla de la trama, y a reclusión
permanente, despojada de todo privilegio, a doña Ana de Austria, hija natural
de don Juan de Austria (el célebre héroe de Lepanto) y, por tanto, sobrina de
Felipe II, y monja en el convento de las agustinas de Madrigal, quien habría
hecho promesa de casarse con el pastelero una vez recuperase el trono de
Portugal, que su tío había anexionado a la corona de España en 1580. Han pasado
más de cuatro siglos y la leyenda del pobre pastelero sigue despertando al
menos la curiosidad de muchos lectores, pero en muy pocos años nadie se
acordará de los impostores que tanto abundan en la política de hoy; para ellos
solo el olvido. José López Romero.
Etiquetas:
el 7 de mayo de 2021.,
Publicado en el Diario de Jerez
viernes, 23 de abril de 2021
23 DE ABRIL
El 23 de abril, como no
todo el mundo sabe pero Wikipedia sí, fue elegido como Día Internacional del
Libro por la UNESCO en conmemoración de tres grandes escritores: “el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra (según
el calendario gregoriano), la muerte (y probablemente también el
nacimiento) de William Shakespeare (según el calendario juliano)
y la muerte de Inca Garcilaso de la Vega” (Wikipedia dixit). La aclaración de los diferentes calendarios no es baladí,
pues la coincidencia no solo en el día sino también en el mes y en el año
(1616), era cuando menos un tanto sospechosa por lo increíble. Y la incorporación del Inca Garcilaso de la Vega
a la efeméride no deja de ser otra curiosa coincidencia, sin más pretensiones,
habida cuenta de la magnitud de sus compañeros de viaje en la barca de Caronte.
Celebrar la muerte se nos da de maravilla, no tanto la vida, y menos aún el
reconocimiento en vida de los méritos de estos enormes escritores. Para el
mundo de lectura hispana, Cervantes es la referencia por excelencia, de la
misma manera y medida que para la cultura anglosajona lo es Shakespeare. O
mejor dicho y si me lo permiten, mucho más grande y venerado por sus lectores
se nos aparece el dramaturgo nacido en Stratford upon Avon, que el reconocimiento
que popularmente ha tenido y tiene nuestro don Miguel entre nosotros, cuya obra
queda reducida a la lectura y conocimiento de especialistas y escasos curiosos,
a los que hasta el mismo Cervantes se atrevería a calificar de “impertinentes”.
Y no será porque sus obras no dispongan en el mercado de muchas y excelentes
ediciones. El mundo editorial en lengua inglesa siempre se ha preocupado por la
calidad de las ediciones de sus clásicos, e incluso Shakespeare ha gozado de
magníficos traductores y cuidadores de sus obras en castellano: a las antiguas
pero no menos valiosas de Astrana Marín, se han sumado desde hace ya varios
años las traducciones publicadas en la colección de Letras Universales de la
editorial Cátedra, al cuidado de Manuel Ángel Conejero, director del Instituto
Shakespeare de Valencia, quien por cierto dictó hace años una conferencia en
nuestra biblioteca municipal con motivo de su reapertura, institución que tan
vinculada está en su historia con el 23 de abril, pues en el de 1873 se inauguró.
Y ¿qué decir de las obras de Cervantes? Actualmente, a la monumental edición
del ‘Quijote’ publicada por la editorial Crítica en 1998 bajo la dirección de
Francisco Rico, le han seguido las ediciones de todas sus obras impulsadas por
la Real Academia, al cuidado de los grandes especialistas con que contamos en
nuestro país de la obra cervantina. Y como curiosidad, la Real Academia hace
años promovió la publicación de reproducciones facsímiles de las primeras
ediciones de los textos cervantinos, obras que aún se cuentan en el catálogo de
la real institución. Una presencia editorial de los dos grandes, enormes
escritores que apenas tiene repercusión en los lectores. Aunque en esto
Shakespeare juega con ventaja: sus obras siempre se representan e incluso proliferan
las versiones cinematográficas, de las que aún se recuerdan las magníficas
dirigidas e interpretadas por el actor Kenneth Branagh. Dos (tres) escritores
unidos por una fecha: el 23 de abril, que hoy conmemoramos. Y como ya defendí
en esta página, no un día, sino todos deberían ser el Día Internacional del Libro.
José López Romero.
sábado, 10 de abril de 2021
OESTE
Mi padre era un lector voraz de novelas del oeste en aquellos difíciles años sesenta. Si de las décadas anteriores el color era el negro, en los sesenta habíamos pasado al gris pero marengo. Y me acuerdo de que nos mandaba a mi hermano y a mí a un quiosco cerca de casa para cambiarlas o venderlas como segunda mano (la pela era la pela); al fin y al cabo, eran novelas de usar y cambiar. Y allí que íbamos con una buena bolsa de ellas que previamente había leído y en las que se notaban las marcas de los picos de algunas hojas doblados a modo de antiguos pero no menos socorridos marcapáginas. E incluso con los lomos bastante vencidos consecuencia de su lectura en la cama o, si me permiten el comentario un tanto escatológico, en el servicio. Ahora, al redactar este artículo he echado un vistazo por Internet para ver si aún siguen existiendo en el mercado aquellas novelas que tanto entretuvieron las tediosas tardes de buena parte de los lectores de aquellos no menos tediosos y tristes años. Y compruebo por algunas páginas, sobre todo en Ebay, que siguen estando a la venta las mismas que hace demasiados años veía en las manos de mi padre, las de la editorial Bruguera y en especial las del gran Marcial Lafuente Estefanía. Por mi parte, en pleno desarrollo académico por aquellos tiempos, poca atención les prestaba a estos relatos que, además, estaban indicados, como rezaba en la portada de algunas series, para un público “adulto”. Mis incipientes aficiones lectoras me llevaban a los libros de lectura obligatoria en el colegio y a aquellos que caían en mis manos frutos de alguna recomendación fiable. Con el correr de los años aquellas novelas fueron desapareciendo de mi casa y con ellas el nombre de Silver Kane, seudónimo bajo el que se escondía mi venerado Francisco González Ledesma. José López Romero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)