Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

sábado, 20 de mayo de 2023

OBSESIÓN

“Yo soy muy obsesivo. Y cuando me da una obsesión, me entrego a ella sin condiciones. He sido lector toda la vida y cuando estudiaba en la Universidad me dio por leer a todos los escritores hispanoamericanos que caían en mis manos; afortunadamente, el colegio mayor donde residía tenía una magnífica biblioteca, porque de otra manera no me podría haber permitido tanta lectura”, me comentó cierto día un gran amigo, a quien lo de obsesivo (y no solo en la lectura, sino en otros ámbitos que nada tienen que ver con el sexo, no sean ustedes malpensados) no hacía falta que me lo jurase. Estudiaba en Granada Química y por aquellos años del franquismo agonizante, el ambiente universitario era un hervidero de inquietudes políticas, entre la ilusión y el temor por lo que estaba por venir, y también culturales, ninguna manifestación artística le era ajena al mundo estudiantil. Cursar Química y devorar las novelas que ya estaban consideradas unos clásicos modernos no era nada excepcional; es más, puedo decir que he tenido compañeros de vocación científica tan buenos y grandes lectores, como pésimos y negados entre los dedicados a las letras, lo que no deja de ser tan admirable como lamentable. De los primeros he aprendido mucho; de los segundos, también pero a la inversa. A riesgo de caer en la generalidad siempre injusta, muy distinto de aquel ambiente es el universitario de ahora. Poco comprometido con la política, quizá ya decepcionado por tanta ineptitud y mentira, y escasamente dado a la lectura, una actividad que pese a los esfuerzos en las aulas poco o nada puede hacerse ante la sociedad de la imagen. De un tiempo a esta parte a mi amigo le ha dado (otra de sus obsesiones) por el baloncesto y por la novela negra; el otro día, sin ir más lejos, me comentó que estaba leyendo ‘La novia gitana’ de Carmen Mola. “Un tostón -me dijo-. Excesiva. La voy a dejar sin terminar”. Bueno, tras tanto éxito incuestionable, alguien tiene que gritar que el rey va desnudo. Y sentado en el bar, mientras espera, paciente, a que la vida le ponga por delante otra obsesión, él pide “otro manchaíto”. José López Romero.

  

sábado, 6 de mayo de 2023

EUROPA

Acabo de leer ‘Europa contra Europa. 1914-1945’ de Julián Casanova. Un ensayo de referencia, breve y muy esclarecedor sobre la historia de nuestro continente en la primera mitad del siglo XX, ese periodo en el que fue el centro de dos guerras mundiales, las más terribles y sangrientas contiendas de la historia de la humanidad. El libro, como todo excelente trabajo histórico que se precie, no es solo un profundo análisis de acontecimientos, circunstancias y protagonistas, sino también un aviso implícito de que nunca podemos y debemos creernos a salvo de peligros, de que tenemos que estar en permanente alerta ante acontecimientos que se repiten y personajes que reproducen comportamientos ya conocidos en otros líderes que llevaron a Europa a su destrucción. La debilidad de las democracias, la pujanza de las dictaduras, el apoyo del capital al poder ejercido de forma totalitaria son peligros que nos acechan y de los que nos advierte Julián Casanova en su excelente libro. Pero de entre todos los datos y conceptos que contiene y que analiza el autor, destacaría dos; el primero, la extrema violencia, la cultura de la crueldad que se manifiesta con toda su crudeza en el exterminio del enemigo. La cita de Albert Camus, en referencia a la caza desatada contra fascistas y colaboracionistas en la Francia de 1945, es en este sentido ejemplar: “Al odio de los verdugos ha respondido el odio de las víctimas. Nos ha quedado el odio… la última y más duradera victoria del hitlerismo… estas marcas vergonzosas dejadas en el corazón de aquellos mismos que lo han combatido con todas sus fuerzas”; y el segundo, el paso definitivo de trasladar la guerra de las trincheras a las ciudades, con la consecuencia de los cientos de miles de víctimas civiles; los bombardeos aliados contra las ciudades alemanas después del fin de la II GM que trató W.G. Sebald en su ‘Historia natural de la destrucción’, son los ejemplos más ilustrativos de ese odio, de la crueldad sin medida, del delirio psicópata de los que ejercen el poder. Julián Casanova aporta el siguiente dato: “Antes de 1914, los civiles muertos en las guerras eran pocos comparados con quienes las combatían. En la Primera Guerra Mundial, las víctimas civiles mortales ya representaron un tercio del total; en la Segunda, superaron los dos tercios.” Lo mismo pasó en la terrible guerra de los Balcanes sin que nadie hiciera nada por impedirla (‘La hija del este’, magnífica novela de Clara Usón). Cuando ahora vemos las imágenes de las ciudades destruidas de Ucrania, de bloques de viviendas donde hace apenas unos meses vivían felices las familias, cuando se nos dan las cifras de víctimas civiles que ya se ha cobrado una guerra que nunca debió tener lugar, no puedo por menos que pensar que estamos ante circunstancias muy parecidas, que seguimos en manos de unos psicópatas que están dispuestos a hacernos saltar por los aires, a exterminarnos con su odio y su crueldad. José López Romero.

 

sábado, 22 de abril de 2023

PENAS

Andaba yo el otro día que vivía sin vivir en mí, como tristoncillo, apesadumbrado. Mis hijos me lo notaron enseguida y pronto se quitaron de en medio. “A father le ha dado uno de sus ataques de neura”, le escuché a mi hija. “Pues no seré yo quien le ponga el hombro”, le oí a mi hijo, siempre tan generoso en el consuelo. Hasta mi mujer me lo notó; ella, que para cualquier mal, sea del tipo que sea, siempre tiene el mismo diagnóstico: “serán gases”. Y el remedio no tardó en llegar: “tómate dos aerored. Son mano de santo”. En el laberinto de mis congojas acerté a pensar qué tenían que ver mis penas con las molestas flatulencias. Yo bien sabía el motivo de mis tristezas, lo había leído y oído hacía unos días en los medios de comunicación: la periodista catalana Julia Bacardit había prohibido, por rigurosa cláusula contractual, traducir su espléndida obra titulada ‘Dietari sentimental’ al castellano. “No quiero contribuir a la bilingüización de la literatura catalana”, dejando por sentado, sin lugar a la duda, de que ella escribe literatura. Además confesaba que su obra anterior ‘El precio de ser madre’ había conseguido más ventas en castellano que en catalán, pero que para preservar y potenciar su lengua materna había decidido que su nuevo libro no se tradujera a la lengua de Cervantes, de Lope de Vega y de García Márquez. Y en cuanto me enteré, me asaltaron las interrogantes y con ellas el desánimo. ¿No podremos disfrutar ya más de las excelentes obras de esta enorme escritora? ¿nos perderemos para siempre la lectura de una más que probable premio Nobel? ¿después de ‘El precio de ser madre’, un título que lo dice todo, ya no podremos conmovernos con ese ‘Dietari sentimental’ que tantas emociones promete? Para quien se considera un lector sin remedio, el rotundo no como respuesta a estas interrogantes me hundía en ese abismo oscuro de la amargura. Debo reconocer mi equivocación. De nuevo he subestimado a mi mujer y sus consejos médicos de andar por casa. Me tomé dos pastillas y los libros de la Bacardit, como las penas, fueron expulsados de mi cuerpo como y por donde debían salir. José López Romero.

viernes, 31 de marzo de 2023

INSULTOS

Esto de los insultos me recuerda una escena de ‘El Quijote’ tan olvidada como por desgracia toda la obra de Cervantes. Me refiero al lance que tuvo Sancho con el escudero del caballero del Bosque (2ª parte, cap. XIII), en el que el quijotesco Sancho le recrimina a su interlocutor el uso de la expresión “hideputa” con la que este alude y califica a una dama. La reconvención de Sancho (el trato entre caballeros andantes le debería haber pulido la lengua), es de inmediato replicada por su colega al aclararle que en muchas ocasiones lo que parece un insulto es realmente una exclamación de admiración. Actualmente, ese doble valor mantienen también estas palabras que, usadas con la intención de ofender, tan groseras y bajunas nos parecen. Viene todo esto a colación por el “No nos duele la cabeza, es que no sabéis f.” (le ahorro al discreto lector la grosería), el cántico que algunas feministas (al menos así se proclaman) lanzan a los cuatro vientos en celebración del 8 de marzo, día, como todo el universo sabe, de la mujer. Y este insulto por el que ningún hombre se siente aludido (¡faltaría más!), podría tener un recorrido inverso y, acudiendo al sabio refranero, “no ofende quien quiere, sino quien puede”, más de un marido o pareja de las cantantes le echarán la culpa de la socorrida jaqueca a la frigidez de las dolientes. Amén de lo indecoroso e inelegante que siempre ha resultado airear asuntos de cama. A estas alturas y con todos los problemas de convivencia entre sexos que sufrimos y arrastramos, graves y terribles, que seguimos siendo incapaces de erradicar, deberíamos ser conscientes de que las palabras nunca son inocentes, más cuando conocemos su procedencia, ni nunca los insultos son gratis, porque siempre se termina pagando un precio por ellos. Y en este caso, las que cantan y se adornan, muy orgullosas ellas con sus prendas y lazos morados, ignoran sin duda, porque la ignorancia las hace atrevidas e inconscientes, cuánto daño hacen en la juventud sus eslóganes. Lo que debería ser una fiesta reivindicativa por la igualdad, por el respeto mutuo, por la erradicación de barreras y prejuicios, puede convertirse con unos cánticos groseros que destilan un desprecio que huele a rancio, en un argumento más para la indiferencia, si no para el recelo y hasta para los extremismos. “No nos duele la cabeza, es que no sabéis f.” no es precisamente un eslogan respetuoso, no es la mejor expresión para defender la igualdad, no es la frase más adecuada para enseñarle a la juventud unos valores. Porque todo sectarismo del tipo que sea en lugar de derrumbar muros, los levanta, y en lugar de transmitir valores, radicaliza comportamientos y mensajes que terminan en el peor de los casos en agresividad y violencia. Bien harían estas señoras y señoritas en leer ‘El Quijote’, en empaparse de los valores del gran caballero andante y de la sabiduría popular de su escudero. De esta manera no saldría de sus bocas el exabrupto indecoroso, ordinario y bajuno. Todos estaríamos más satisfechos, y ellas seguro que no sufrirían ese frío y punzante dolor de cabeza. José López Romero.

 

viernes, 17 de marzo de 2023

“¡Pá! ¿o mejor debo llamarte Pó o Pé o Parroba, o Pá/ó/é?”. Mi hijo, con su retranca habitual hurgando en las fibras más sensibles de mis herramientas de trabajo: el estudio de la lengua. “¿Hay algún libro? -sigue la sorna- que se haya escrito en ese lenguaje no sexista e inclusivo que tanto te gusta?”. “No me consta, pero seguro que ya habrá por librerías algún que otro espécimen de ello”, le respondo. “¡Lástima! Ahora que se va acercando tu santo, era el regalo ideal. Lo preguntaré en tu librería y así te lo cargo en tu cuenta” -mi hijo sin tregua; está claro que no hace prisioneros. Si por aburrimiento hacemos la pertinente consulta en Google, son cientos las páginas que abordan este asunto que, pese a la norma gramatical de la RAE y al tiempo ya transcurrido, sigue estando de actualidad y, a veces, con un inquietante control que recuerda a los peores y más sanguinarios cuerpos policiales de los regímenes totalitarios. La sensación de sentirse vigilado es estremecedora y angustiosa. Pero tampoco son escasas las páginas que muestran artículos, tanto de prensa como de revistas especializadas, en que se defiende el criterio de la RAE y para ejemplo de ello, una recomendación: el artículo titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer(se encuentra en Internet fácilmente), cuyo autor es uno de los grandes lingüistas de nuestro país: Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española, Catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid y Ponente de la Nueva Gramática de la Lengua Española; no hay voz más autorizada en la actualidad en lo referente a estas materias que Ignacio Bosque. “¡Pá! ¿a que te gustaría tener una edición en lenguaje inclusivo de ‘El Quijote’, o ‘La Celestina’ en adaptación LGTBI?”, mi hijo hurgando en las fibras más sensibles de mi paternidad. “Yo siempre he defendido que los clásicos hay que leerlos en versión original, nada de sucedáneos o versiones modernas”. “¡Tú siempre tan fanático de tus cosas!”. José López Romero.