“La vida es un cuento que cuenta
un idiota, lleno de ruido y de furia, cuyo significado es nada”, escribió
Shakespeare en su enorme Macbeth. En busca de respuestas, de Felipe González; El compromiso del poder, de José María Aznar; Recuerdos, de Pedro Solbes, y El
dilema, de José Luis Rodríguez Zapatero. Estas son las novedades que los
editores se han empecinado en publicar, para hacernos las Navidades aún más
amargas y tristes de lo que ya son por culpa de los anteriormente nombrados. Si
leer autobiografías ya es un acto de infinita generosidad lectora para con el
protagonista, que siempre termina cayendo en la autocomplacencia, a un punto de
la hagiografía, leer a los políticos es ya masoquismo. En un ejercicio de
cinismo digno de estudio, lo que pretenden no es otra cosa que la justificación
de sus equivocaciones y, con ello, no el perdón (resabios aún de antigua
prepotencia), sino el reconocimiento y hasta el aplauso. “Me equivoqué pero que
conste que no fue mi intención”, dirán unos; y otros, más cínicos aún, como
Solbes, dirán “yo ya te avisé de que te equivocabas”. Uno, González, se creyó
más grande que la España que gobernaba; otro, Aznar, quiso para España un
lugar en el mundo que habíamos perdido hacía siglos, una España más grande de
lo que nos correspondía; y a Zapatero le vino grande España y no digamos la
crisis a la que no supo, ni pudo, ni quiso enfrentarse, y la convirtió en ese “dilema”
que ha escogido como título para su libro. Y Solbes es el paradigma moderno de
esos ministros tenebrosos que tienen en Fouché su ejemplo más acabado. Aún
recordamos su negación pública de la crisis, su relevo en el ministerio de
economía para gozar de sus últimos años de actividad en el dorado consejo de
administración de Enel; una hoja de servicios por la que en nada podemos
certificar su dedicación a los intereses generales de los españoles, sino solo
al suyo propio, como tantos otros. El mismo cinismo, la misma cobardía que en
otro tiempo demostraron malas personas como un tal Arzalluz y un tal Joseba
Egibar, afortunadamente perdidos en el olvido (donde deben estar los recuerdos
de Solbes), cuando arreciaban los atentados de ETA contra los políticos del
País Vasco. Pero alejemos a los fantasmas de las penalidades del pasado, y
vengan a nosotros “las” fantasmas de las angustias del presente. En el mercado
persa en que los editores se han empeñado en convertir los escaparates de las
librerías, al lado de los oscuros políticos brilla con luz propia Ambiciones y reflexiones de Belén
Esteban. Lo de “reflexiones” es otro ejercicio de cinismo que ya no somos
capaces de resistir. Mientras que en este país las colas para que la Esteban
firme un ejemplar de su libro se midan por cientos de metros, y hasta le
dediquen la portada de una revista dominical, no podemos por menos que
reconocer que los políticos es una parte más de todo lo malo y cutre que nos
merecemos. ¡Habrá libros que comprar y regalar estas Navidades, antes que los
de estos abusones de nuestra generosidad lectora y hasta ciudadana! José López
Romero.