Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

viernes, 16 de julio de 2021

LECTURAS PARA VERANO I

La guerra de los pobres

Éric Vuillard. Tusquets, 2020.

Después de ‘La batalla de Occidente’ y la magnífica ‘El orden del día’, no me he podido resistir a esta otra novela corta de Éric Vuillard. Un autor que tiene en estas tres novelas un estilo y una elaboración narrativa muy definidos. Más parecen crónicas noveladas fruto de una previa investigación. Si en la primera el tema era la Gran Guerra; y en la segunda, el inicio de la II G.M.; en esta tercera, Vuillard nos relata la sublevación campesina que se produjo en Alemania entre los años 1524 y 1525 y que tuvo como cabeza o líder de la revuelta a Thomas Müntzer. En nombre de Dios, de un Dios de los pobres, de los desharrapados, de los que padecen hambre y miseria, de los que sufren la violencia y los atropellos de los nobles, se rebelan unas hordas de menesterosos contra todo un ejército bien pertrechado. La carnicería es total y sin contemplaciones. Müntzer fue decapitado. Un relato, aunque corto, intenso. En la línea del mejor Vuillard. J.L.R.

 

Romanticismo

Manuel Longares. Cátedra, 2008.

Ya lo he dicho en varias ocasiones: uno a veces llega a ciertos, a muchos libros un poco tarde, pero bendito el momento en que se llega. Y esto me ha pasado con esta monumental novela de M. Longares que ya puede considerarse con todo merecimiento una de las obras maestras de nuestro siglo, aunque solo hayan transcurrido dos décadas de este. Con una prosa brillante, apabullante, que deja extasiado al lector, y por momentos anonadado, Longares nos relata la historia del “cogollito”: la vida de la alta burguesía madrileña (barrio de Salamanca) desde los días anteriores a la muerte de Franco hasta los finales del siglo XX, con la victoria socialista (¡qué ha sido de aquel partido!) en 1982. La inquietud, el desasosiego de una clase adinerada y ociosa ante un futuro incierto y cómo va evolucionando a través del tiempo y los cambios que se producen en la generación posterior, son los temas tratados con la maestría narrativa y deslumbrante de Longares. Imprescindible. J.L.R. 

domingo, 4 de julio de 2021

CABALLERO BONALD

Pasado ya un tiempo prudencial, el que dista del dolor a la aceptación resignada de la pérdida, tiempo en el que los escritores ya reposan en sus obras, a disposición, como siempre lo están, de los lectores, quiero, si me lo permiten, contar mis encuentros con la obra de J.M. Caballero Bonald. No sé si fue antes la lectura de ‘Dos días de setiembre’, en la edición de Argos Vergara (1979) o de ‘Selección natural’ la antología al cuidado del propio Caballero que publicara la editorial Cátedra allá por 1983, mis primeros encuentros, lo cierto es que son dos lecturas a las que les he sacado un buen partido, pues la novela fue la protagonista de una de la sesiones del club de lectura de la biblioteca municipal, y algunos poemas de aquella selección (“Espera”, “Nombre entregado”…) se los leo todos los años a mis alumnos en un intento, siempre desesperado, de que pongan al menos un verso, un poema en sus vidas. Más tarde el buen criterio que ahora falta hizo de ‘Toda la noche oyeron pasar pájaros’ lectura obligatoria de aquel tan recordado C.O.U., y así nuestro alumnado pudo disfrutar, si eso es posible cuando la lectura se impone por decreto, de la prosa de Caballero. Y con una periodicidad que no entendía de plazos fijados, sino de gustos y oportunidades, fui adentrándome en el universo narrativo de Caballero en torno a los paisajes de la baja Andalucía: ‘Ágata, ojo de gato’ (de la que conservo una edición de Bruguera, 1977), ‘Campo de Agramante’ y ‘En la casa del padre’, que también propuse con éxito para otra sesión de mi querido club. Y para entender mejor al escritor y también a su obra dos textos, uno leído y otro en consulta, tengo a mano por si falta me hicieran: ‘La costumbre de vivir’, el segundo volumen de sus memorias, y el estudio que le dedicara a sus novelas José Juan Yborra Aznar titulado ‘El universo narrativo de Caballero Bonald’ (Diputación de Cádiz, 1998), el mismo excelente investigador que publicara en la revista ‘Trivium’ (nº 10, 1998) el artículo “Suma bonaldiana, aproximación a los títulos bibliográficos sobre la obra de creación de José Manuel Caballero Bonald”. Y por supuesto, tan a la misma mano, a tiro de brazo, tomo de vez en cuando de la estantería su ‘Somos el tiempo que nos queda’ y leo algunos poemas, sueltos, los que el azar pone ese día ante mis ojos, y termino siempre por releer aquel “Espera” (“Y tú me dices / que tienes los pechos rendidos de esperarme, que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo, / que has perdido hasta el tacto de tus manos / de palpar esta ausencia por el aire, / que olvidas el tamaño caliente de mi boca…”) y, por supuesto, “Nombre entregado” (“Tú te llamabas tercamente Carmen / y era hermoso decir una a una tus letras, / … Ahora es de noche y tú no tienen nombre, / a nadie pertenecen tu voz, tus adjetivos, / mientras cae la lluvia / mansamente y es más torva la vida / cuando al llamarte sé que ya no tienes nombre…”). Y cuando termino de leer estos versos siempre hago el propósito de leérselos al día siguiente  a un grupo de alumnos, para que pongan al menos por un día un poema en sus vidas. Y cuando los leo en clase siempre se produce el milagro: el silencio. José López Romero.