Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

jueves, 28 de octubre de 2010

COMPULSIVO

“Dusty había concluido que la gente podía renunciar a cosas; lo que no podía era dejar de comprarlas”. Dusty es una psicóloga que intenta ayudar a Mrs. Ransome una vez que al matrimonio Ransome le han desvalijado la casa, hasta el extremo de llevarse hasta el papel higiénico. Me estoy refiriendo a la  novelita de Alan Bennett “Con lo puesto” (a la que citaba hace dos semanas). La ayuda psicológica para la protagonista, como pueden comprender por lo del higiénico, no era para menos. Cuando leí esta frase de la novela de inmediato la relacioné con un estudio que habían hecho los departamentos de matemáticas de tres universidades españolas (dos valencianas y una del País Vasco) sobre la adicción a las compras de los españoles y la predicción del consumo hasta el año 2013. Partían los sesudos matemáticos de las estadísticas actuales (habrá que cambiar el aserto orteguiano: “yo soy yo y mis estadísticas”), que arrojan el siguiente punto de partida: el 44,03 por ciento se encuadra dentro del grupo de compradores racionales (personas con un alto autocontrol sobre la compra), el 39,20 por ciento en el de sobrecompradores (personas con hábitos de compra impulsiva y una alta tendencia a la compra emocional o no planificada) y un 16,77 por ciento de la población es adicta a las compras (son aquellos ciudadanos con dificultad para controlar su comportamiento impulsivo-compulsivo de compra); y después de indescifrables fórmulas matemáticas llegaban a la conclusión de que en el 2013, una vez superada la crisis (¡qué ilusos!), el porcentaje de adictos subiría en detrimento de los racionales. La conclusión no puede ser más apabullante: “En épocas de bonanza económica, donde mayor porcentaje de individuos considera expectativas económicas futuras positivas, se acelera el ritmo de crecimiento de la subpoblación de adictos a las compras”. Lo mismo con la simple observación del índice de ventas de coches habrían llegado a la misma conclusión sin tanto alarde matemático, pero cómo entonces se hubiesen entretenido tantos matemáticos y, sobre todo, hubiesen justificado sus sueldos universitarios que no son moco de pavo. Yo he conocido y conozco personas adictas a la compra de libros, incluso yo mismo sufrí en cierta época de esta compulsión aunque yo me incluiría en los “sobrecompadores” ya que no llegué al extremo, como otros ilustres lectores, de esconderle a mi mujer las compras que iban llenando las estanterías y las paredes de la casa; quizá por ello tenga una mayor sensibilidad o comprensión hacia las personas que van a una librería y se compran el último libro publicado; pero me retiro por prudencia de aquellos que están comprando “La caída de los gigantes”, no vaya a ser que me inoculen el virus de la adicción para el que no hay ni supositorio que lo cure, aunque si lo hubiera  muchos se los pondrían ¿con tal de comprarlos?  José López Romero.

miércoles, 20 de octubre de 2010

CARTAS

Los epistolarios son un “género” que visto desde lejos nos puede resultar menor y hasta marginal, pues una colección de cartas dirigidas a amigos, conocidos o personas de interés y relevancia en su época, quizá no tenga el suficiente atractivo para el lector. Sin embargo, precisamente por ello es en las cartas donde podemos conocer más de cerca no sólo al personaje, sino a sus destinatarios. Muchas veces nos asalta la curiosidad por saber qué es lo que hay detrás de una persona pública porque, dicho sea de paso, el epistolario que nos puede interesar no es exclusivo de escritores y artistas en general, sino de cualquier persona que por diversos motivos tuvieron o desempeñaron un papel importante en la historia. Tengo a mano tres epistolarios que son otros tantos retratos de sus autores, pero esta vez es la palabra sincera la que va perfilando llena de matices la figura del protagonista: sus pensamientos, sus anhelos, sus proyectos, pero también sus dificultades, la vida doméstica, la amistad; es decir, lo que es un ser humano en toda su dimensión. Juan Luis Vives tuvo que huir de España ante el riesgo de ser apresado por la Inquisición; las cartas dirigidas a Erasmo de Rotterdam y las que éste le remitió, que forman ya en sí mismas un epistolario, son un inestimable documento de las inquietudes religiosas o teológicas que ambos personajes, lo más granado, los dos verdaderos monstruos sagrados (si ellos me permiten el calificativo) del humanismo renacentista, tenían. Hace ya unos años, en la famosa cuesta Moyano de Madrid, me encontré con un volumen que recogía el Epistolario completo de Francisco de Quevedo, en una edición barata pero prologada por el gran Luis Astrana Marín. De la enorme correspondencia que mantuvo Quevedo con los más altos personajes de la Corte, destaca la serie dirigida al duque de Osuna, de quien fue D. Francisco secretario y consejero particular, y de cuyas peripecias por Nápoles, de la que fue virrey el duque, por poco le cuesta la vida al genial escritor. Y finalmente, de D. Gaspar Melchor de Jovellanos se conserva también una extensa colección de cartas (más de un millar), de la que una selección fue publicada por la editorial Labor al cuidado de D. José Caso González, uno de nuestros grandes expertos en el siglo XVIII. Con total acierto Caso González en el prólogo a la edición va insertando las cartas seleccionadas en los acontecimientos personales e históricos que jalonaron la vida del escritor reformista, a los que no deja de hacer alusión en su correspondencia. Podíamos citar muchos ejemplos de epistolarios que alumbran la personalidad de políticos, artistas, hombres de negocios, etc. Por ahora se me hace difícil imaginar un volumen que recoja los mensajes enviados a través del correo electrónico o incluso de los móviles por algún escritor o personalidad pública, pero todo se andará. ¿O ya se ha publicado alguno? ¿Tendrá correo electrónico Belén Esteban? No quiero ni pensarlo. José López Romero.

miércoles, 6 de octubre de 2010

VERANO

-“¡¡¿Usted otra vez?!!” – me recibe el cura tridentino que me cosió a penitencias el verano pasado. “¿Otra vez viene, contrito y confeso, a arrepentirse por haber leído un best-seller?”. –“¿Cómo me ha reconocido?” –le respondo sorprendido. – “Porque lleva usted la marca de Stieg Larsson en la cara”. “Pues sí. A eso vengo, a confesar que he caído de nuevo este verano y me he leído el segundo tomo de la trilogía ‘Millennium’, de cuyo título ni quiero ni puedo acordarme. Pero a diferencia del primero, éste me ha parecido realmente malo, un verdadero bodrio, con una trama que no se la creen ni los suecos, penosamente hilvanada y no hablemos de otros aspectos. Es decir, un disparate narrativo. –“Pero usted a qué viene aquí? ¿a confesarse o a acusar?” Y supongo que no habrá dedicado todo el verano a leerse el bodrio que usted dice. A ver si con las otras lecturas podemos hacer algo por su alma” –me dijo el cura poco convencido de la propuesta. “Pues mire usted –le respondí más animado, pensando que con las otras lecturas al menos podría moverle a compasión, aliviar mi pena y, sobre todo, esperar que no se ensañara con el castigo- ‘Dos crímenes’ de Jorge Ibargüengoitia es de lo mejor que he leído; un autor al que cada vez se acerca más público y que de seguro a ninguno defrauda; ya leí el pasado verano ‘Las muertas’ y me parece un escritor magnífico. Como magnífica es la biografía de Stefan Zweig de Oliver Matuschek (‘Las tres vidas de Stefan Zweig’), que complementa perfectamente la que escribió el propio Zweig (‘El mundo de ayer’); un autor, Zweig, de mesilla de noche. Dos novelas de Andrea Camilleri para hacer más soportable el calorcito de este verano, que no ha sido poco; en la línea siempre refrescante y divertida de las peripecias del inspector Montalbano. He revisado escritores como Buero Vallejo (‘Las trampas del azar’) y Juan Benet (‘El aire de un crimen’); y me ha sorprendido el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez y su ‘Nuestro GG en La Habana’, hasta el punto de que ya tengo preparada su ‘Trilogía sucia de La Habana’. Alguna cosilla más he leído, pero no vienen al caso. El cura se acarició la barbilla con el índice y el pulgar y sentenció: - “Ya que se pone usted así, por este año se va a ir de rositas; pero como el año que viene venga con el tercer tomo de ‘Millennium’ yo ya no podría salvarlo: ¡al infierno!”. José López Romero.