“Por qué los hombres que leen son más atractivos que los que no lo hacen y son mejores parejas”, leo el artículo firmado por Ana Bretón y publicado en una revista dominical. Y de inmediato se lo enseño a mi mujer, y no tiene otra cosa que hacer que mirar la ilustración que acompaña al texto (un cuerpo de casi dos metros de insultantes músculos y juventud leyendo un libro, tirado en una tumbona, y en el que apenas se adivina el bañador). Los ojos de mi mujer iban a la ilustración y volvían a mí en ese gesto tan indiscreto como molesto de la comparación. “¡Qué fácil es hoy hacer un titular de un artículo!”, le escuché. Y acto seguido llamó a cónclave a la toda la familia. ¡Y otra vez el mismo proceso! Los ojos de mis hijos iban de la ilustración a mi cuerpo (les ahorro la descripción). Y después se queja la madre de a quién han salido estos niños. “¡Hombre! ¡Pá!”, sentenció mi hijo con un condescendiente golpecito en el hombro. Mi hija, más observadora y objetiva: “En algo se parece a ti, father. En cómo sujeta el libro”. Los tres se miraron y el silencio fue realmente humillante. Pero no habéis entendido nada, les dije. No se trata de que al leer un libro me convierta en el joven de la tumbona (gesto de decepción de mi mujer), sino que a buena parte de las mujeres los hombres que leen les resultan más atractivos. Es más, añadí en un desesperado intento de convencimiento, leed el subtítulo: “Ni el timbre de voz, ni el olor corporal, ni la altura, ni tener un culete respingón o planisférico... No. Varias encuestas confirman que lo que las mujeres consideran sexy de verdad es que los hombres lean libros. Y además, las parejas de lectores duran más”. No os olvidéis de ese “además: son mejores parejas y estas duran más. Incluso las faltas de ortografía se consideran faltas de educación, como yo he defendido siempre… Me quedé solo con mis argumentos… y mis lecturas. Y esto me trajo a la memoria aquellos turbulentos años del final del Franquismo y los comienzos de la Democracia, en que muchos jóvenes acudían con sus trencas y sus pantalones de pana a tomar una cerveza en Los Caracoles con algún libro en la mano, invariablemente las ‘Poesías Completas’ de Antonio Machado publicadas en Austral, a ver si salían de aquella tan prolongada como inconfesable sequía de relaciones con el sexo femenino. Sin duda, la pose cultureta era un reclamo o, al menos, eso pensaban los tan inocentes como esperanzados que al final no se comían una rosca. Ahora parece que la cosa ha cambiado, y tanto que en tan excelente reportaje (una fotocopia ya está expuesta debajo del cristal de la mesita de noche) se afirma: “el 65% no mantendría relaciones sexuales con alguien que no fuese capaz de distinguir entre 'haber' y 'a ver', 'hecho' y 'echo', 'entorno' y 'en torno'”. Yo siempre he sabido distinguir “haber” y “a ver”, “hecho” y “echo”…, y no cometo faltas de ortografía, me insinúo a mi mujer. “¡Anda! Sujeta este libro -me dice-. Son las ‘Poesías Completas’ de Machado”. Hay días en que es mejor no leer nada, ni revistas. José López Romero.
Julio Cortázar
"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)
viernes, 30 de junio de 2023
viernes, 16 de junio de 2023
ORTOGRAFÍA
“Eres bastante culta: no cometes faltas de ortografía y ni siquiera usas abreviaturas. ¿Eres más mayor?”, le comenta un personaje a una anónima chateadora en la novela ‘Nunca pasa nada’ de José Ovejero. Los dos rasgos por los que es calificada de “culta” (no cometer faltas y no utilizar abreviaturas) hace ya mucho tiempo eran requisitos indispensables para aprobar los niveles básicos del sistema educativo. Ahora, en estos procelosos tiempos de los emoticones, de las abreviaturas y de las faltas de ortografía, es decir, del desprecio total y absoluto por nuestra lengua (ya bastante vilipendiada en la misma geografía nacional), ser una persona cuidadosa y, sobre todo, respetuosa con ella es signo inequívoco de ser “mayor”. Y lo más lamentable es que es así. Si no utilizas los mecanismos comunicativos de las redes sociales, en especial las abreviaturas y los símbolos, te delatas: eres un viejo. A ningún joven, en su insano perjuicio, se le ocurriría mandar mensajes a sus amigos como las normas de la lengua establecen, y así lo que se utiliza a diario se convierte a su vez en norma y en signo de distinción por contraposición: lo joven frente a lo viejo y trasnochado. Incluso por ahí andan manuales y estudios sobre este nuevo lenguaje que algunos pretenden elevar a código. No lo verán mis ojos. Pero lo que sí ven todos los días es la perniciosa influencia de este nuevo arte de comunicarse en este tiempo sobre los escritos de nuestros jóvenes, en una despreocupación alarmante por ese arte de la buena escritura y no digamos de la correcta oralidad. Y digo “alarmante” porque no encuentro, ni entre los pliegues de la nueva Ley de Educación (la llamada LOMLOE) ni una referencia a la ortografía, ni a los criterios de evaluación de esta. Es más y como un buen indicativo del respeto que actualmente merece, en la PEvAU (Selectividad) en el examen de Lengua solo se le puede descontar un máximo de dos puntos a un alumno/a por muchas faltas de ortografía que cometa. Quizá tenga toda la razón el personaje de Ovejero: la ortografía ya es propia de la edad, como los achaques, como el dolor de corazón. José López Romero.
sábado, 3 de junio de 2023
HUYSMANS
¿Cómo conocí a Joris-Karl Huysmans? Pues por el procedimiento habitual: un libro me condujo a este escritor francés de la segunda mitad del siglo XIX. Aquel libro es la novela de Emilia Pardo Bazán ‘La madre Naturaleza’ y, en concreto, la referencia que Ignacio Javier López (su editor de Cátedra, Letras Hispánicas) hace sobre la importancia de Huysmans como uno de los escritores que inicia la literatura decadentista como superación del Naturalismo imperante. Una influencia en nuestros novelistas (Galdós o la misma Pardo Bazán), que ya intentaban nuevos caminos narrativos ante el hastío o cansancio de los principios naturalistas. Es más, doña Emilia conoció personalmente a Huysmans en uno de sus frecuentes viajes a París, a través de la tertulia literaria de los Goncourt. Y como no podía ser de otra manera, dados los méritos de tan eximio autor, no pude resistirme a la tentación de leer alguna de sus novelas, y la que encontré en el mercado fue la titulada ‘A contrapelo’ (‘À rebours’) que, en opinión general, inicia ese decadentismo finisecular. Después de su lectura, curioseé en Internet en busca de opiniones y críticas sobre ella, y me topo con el artículo titulado “Huysmans y el fin de siglo hispánico: un apunte” (en https://books.openedition.org), en el que su autora, Julia Amezúa, repasa la influencia que ejerció este escritor francés en los autores hispano-americanos, con especial atención a sus contemporáneos, a la generación posterior y, sobre todo, al impacto que ‘À rebours’ tuvo en nuestra literatura. Y entre las opiniones, confesiones y críticas, la que más me ha sorprendido es la de Guillermo Cabrera Infante (el célebre novelista cubano), quien queda hasta tal punto fascinado con el protagonista de ‘A contrapelo’, des Esseintes, que no duda en compararlo “con el héroe Ulises, y equipara al escritor Huysmans al nivel de Flaubert ο de Chateaubriand, por encima de escritores como Balzac ο G. Sand.” (cita del artículo de Julia Amezúa). Quien se atreva a leer ‘A contrapelo’ se dará cuenta desde la primera página hasta la última que está ante una obra que apenas se ajusta a lo que entendemos por un relato y, por tanto, dista mucho su protagonista de ser un nuevo y decadente Ulises, por muy riguroso en su exageración que se ponga Cabrera Infante. Huysmans aprovecha a su personaje, prácticamente el único que aparece en la novela, para exponer toda clase de saberes y opiniones, hasta el punto de que más parece una miscelánea al más clásico estilo del siglo XVI que una novela. Desde los distintos tipos de telas, colores o piedras preciosas, hasta la crítica literaria tanto del mundo grecolatino como de los autores contemporáneos, pasando por los escritores religiosos del Medievo, ‘A contrapelo’ se convierte en una lectura ardua, por momentos muy aburrida y no apta para lectores que buscan en la literatura algo parecido a las maravillosas aventuras del héroe de Ítaca. Amezúa en su interesante artículo (mucho más interesante que la propia novela de Huysmans) también cita la opinión que Luis Antonio de Villena vertiera en el prólogo a la edición de la novela en Bruguera con el título ‘Al revés’ (1986). Delirante. José López Romero.
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