En un anuncio de tv. un famoso entrenador afirma convincente que “el fútbol lo cura todo”. Yo que he sido futbolero toda mi vida, dudo del poder sanador de este deporte, por mucho que nos intente convencer el mismísimo Simeone. A menos que se entienda por proceso curativo los insultos a los árbitros y a los jugadores del equipo rival, los exabruptos racistas escondidos bajo el amparo de la masa, etc., el llamado desahogo del energúmeno. Nunca he visto que un descerebrado que insulta, que agrede o que acuerda con los descerebrados del equipo contrario pegarse una paliza se curara de su mentecatez ni siquiera viendo a su equipo ganar; sino todo lo contrario, persiste terco en su imbecilidad crónica. En cambio, sí puedo afirmar categóricamente, aunque mi persona no disfrute del prestigio de Simeone, que los libros sí curan, y están especialmente indicados para enfermedades de nuestro tiempo. Y como prueba, valga la iniciativa que podíamos leer hace unas semanas que han tenido algunas farmacias de Galapagar de recetar libros contra la soledad, campaña promovida por la ONG “Acervo Intergeneracional”. No hay mejor establecimiento -afirma el reportaje- que una farmacia, pues a ella acuden a diario las personas que más sufren esta enfermedad: los mayores. La lectura es sólo el principio de todo un proceso curativo que pasa por el intercambio de opiniones, los comentarios, el taller de lectura, hasta lograr el objetivo último: formar una familia en torno a los libros. Incluso esta ONG también ofrece “la posibilidad de convertirse en una pareja lectora. Es decir, un voluntario y un beneficiario se organizan para leer juntos y así descubrir temas de los que hablar para combatir la soledad. Todo gracias al increíble poder que tiene la lectura y a una muestra de lo que se llama “escucha activa”, nos informa el reportaje. Y hace ya un tiempo saltó a los medios de comunicación otro reportaje titulado “biblioterapia literaria”, una iniciativa que la doctora Ella Berthoud había puesto en práctica en su consulta: les hacía a sus pacientes un pequeño test de sus gustos lectores y les recetaba las novelas indicadas para sus dolencias. Una terapia que no es tan moderna ni disparatada, pues la lectura en el antiguo Egipto ya se consideraba “medicina para el alma”. No cabe ninguna duda de que leer favorece la actividad cerebral y la capacidad de imaginación y de evocación de recuerdos, como también el espíritu crítico, tan necesario en estos tiempos. Como todo deporte, para un aficionado el fútbol es fuente de alegría, de felicidad y, sobre todo, de pasiones, que deben controlarse con el sentido común y la buena educación (“Respeto”). ¿Curar? al energúmeno que vemos en los estadios ya no lo cura ni la mejor de las novelas. José López Romero.
Julio Cortázar
"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)
sábado, 16 de diciembre de 2023
viernes, 1 de diciembre de 2023
LA OTRA REALIDAD
Leo ‘Algo va mal’ del reconocido historiador británico Tony Judt (1948-2010). Sus reflexiones sobre los beneficios y perjuicios de la socialdemocracia en los Estados occidentales a lo largo del siglo XX, son tan interesantes como incontestables. Defiende Judt que en países de tanta influencia en Occidente como EE.UU. e Inglaterra (con los gobiernos de Ronald Reagan y George W. Bush en el primero, y los de Margaret Thatcher y Tony Blair en el segundo) se ha impuesto un capitalismo a ultranza e inhumano (ya saben: “los ricos, cada vez más ricos, y los pobres…”). Y como ejemplo, la política de privatización de servicios que le corresponden al Estado mantener por el bien de sus ciudadanos. Lo que en teoría parece una buena idea (se vende el servicio, lo que supone ingresos para las arcas públicas y el Estado se libra de una responsabilidad), en la práctica ha sido muy diferente, porque -dice Judt- no ha “representado ninguna ventaja colectiva evidente… La privatización es ineficiente”. Y como consecuencia de ese abandono de la responsabilidad del Estado y de esa ineficiencia, la lucha por la igualdad, por la justicia social, por la movilidad social está pasando desde hace décadas por una crisis que el mundo actual aún no sabe cómo ajustar o solucionar. Pero ¿qué pasa cuando el ciudadano no quiere luchar por esa igualdad, por la justicia y la movilidad social? En ‘Algo va mal’, como sospecho que en ningún estudio sobre la situación social y económica del mundo actual, en ningún momento se trata el problema de esa masa de ciudadanos que se conforma con los subsidios (la famosa “paguita”) que el Estado les da, no porque no encuentran trabajo, sino porque no quieren trabajar. Es el mismo caso del alumno que no quiere estudiar, que se dedica a no hacer nada en clase porque sabe que el sistema lo pasará de curso, aunque tenga todas las asignaturas suspensas; y así estamos creando la sociedad de individuos del nulo esfuerzo y de analfabetos no funcionales, sino totales y absolutos, pero que son muy útiles para las elecciones. ¡Qué razón tuvo y siendo teniendo Ibsen! José López Romero.
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