De todos es sabido que el ser humano siempre ha tenido entre sus aficiones más caras crear dioses con el fin de entretener a la masa, a la que es necesario dirigir, educar y amedrentar. Algunos que no han creído en esos dioses convencionales, les han dado forma a los suyos propios, a su imagen y semejanza, dioses que se veneran en grupos, a los que llamamos sectas o partidos. Y ya que estaban en faena, ¿por qué no dioses literarios? De esto todas las ideologías, tanto de derechas como de izquierdas, saben mucho. Sin embargo, a veces se pasan y elevan a los altares a escritores y escritoras cuyo currículum cuando en ellos se escarba dejan las vergüenzas inconfesables al aire. La penúltima, Simone de Beauvoir. Llevada a la santidad por aquella izquierda intelectual y feminista, pero tan sectaria, estaba además avalada por otro de los grandes dioses del Olimpo literario y filosófico: su marido, Jean Paul Sartre. No hace mucho saltaba a los medios de comunicación la revisión que lleva años haciéndose de las aficiones pedófilas de la Beauvoir, de su colaboración en la radio nazi de Vichy y la relación con sus ex alumnas (“Tenemos un problema con Simone de Beauvoir”, El Mundo, 1 de abril de 2025). Y en Internet se puede consultar en el Diario feminista cómo el artículo “Presenting Beauvoir as a Feminist Neglectingher Defense and Accusations of Pedophilia”, publicado en la revista HSE Social and Education History, denuncia “que, a pesar de que es público que Beauvoir defendió públicamente la despenalización de la pederastia, y de que fue condenada y apartada de la enseñanza por un caso de abusos a una estudiante menor de edad, ha sido presentada en muchos artículos científicos como un ejemplo de la lucha por la libertad sexual y contra el acoso.” (29 de marzo de 2022). Y ahora lo que toca es derribar altares y efigies y hasta anatematizar su memoria. Plegar velas y buscar otros santones. Y para ello nada mejor que las efemérides y las muertes prematuras, magníficos caldos de cultivo de esta elevación a los altares a la que tan aficionados somos. Clubes de lectura que les rinden culto, nombre de puentes o de bocas de metro y, en breve hasta estampitas, porque ya se encargan las editoriales de promover sus obras, que compran religiosamente (y nunca mejor dicho) sus fieles. El negocio es el negocio. Y así, todo es poco para estos dioses cuyas vidas nada tuvieron que ver con la ideología que supuestamente representan y que, sin embargo, los hagiógrafos, que ya proliferan (todo sea por la prebenda de algún premio), se empeñan en propagar para entretener a la masa, que tanto gusta (otro divertimiento) hacer revisión permanente de la Historia. Pero que sea de toda la Historia, no de la que les conviene. José López Romero.
Blog de José López Romero
Julio Cortázar
viernes, 12 de diciembre de 2025
viernes, 28 de noviembre de 2025
"ELLOS Y ELLAS. LA JOVEN POESÍA DEL 27"
Nada más leer el título, el lector podría pensar que estamos ante otra, una más de las muchas antologías que se han publicado de aquella generación del 27, considerada por muchos como la segunda edad de oro de la lírica española y, en cambio, para otros, los menos, como un grupo de poetas sobrevalorados. Pero no estamos ante una antología más. En primer lugar, Manuel Bernal Romero, el antólogo, ya tiene en su haber estudios muy rigurosos sobre el 27, entre ellos: ‘La invención de la generación del 27’, ‘El nacimiento de la generación del 27’, ‘La falsa influencia de Góngora en la generación del 27’, ‘Las muertes de Federico’ y “El flamenco y la Generación del 27’ (editorial Renacimiento), por lo que no es en ningún modo un recién llegado a los estudios del 27, como así también atestigua la introducción incluida en el libro; en segundo lugar, esta antología viene a cubrir los grandes vacíos o agujeros negros que en la Historia de la Literatura siempre terminando dejando los grandes escritores, los que se llevan la fama y el éxito, a costa de ensombrecer a otros poetas que merecen la atención y el interés de los lectores; y en tercer y último lugar, porque entre estos escritores oscurecidos por las primeras figuras, se encuentran en esta antología “Ellas”, un buen grupo de escritoras cuya nómina y producción poética no podemos consultar en otras selecciones ya publicadas del 27. Las reseñas de cada autor y autora incluidas en el estudio previo es otro valor añadido de esta antología que tan bien cuidada está tanto interna como externamente. Esta antología se presentará el próximo lunes, 1 de diciembre, en la Fundación Caballero Bonald. José López Romero.
viernes, 14 de noviembre de 2025
MALOS
Después de su primera novela, que fue todo un éxito, un tanto inesperado, todo hay que decirlo, se fue poco a poco acomodando. Quería disfrutar de los pingües beneficios que le reportaban sus obras y que iban engrosando su cuenta corriente a la misma velocidad que sus novelas aparecían en los escaparates de las librerías. Y aunque no quería reconocerlo, en su fuero interno no podía engañarse. Había descubierto el método, y a la sombra de su exitosa irrupción en el panorama literario nacional, las novelas siguientes habían tenido una buena acogida, aunque ninguna llegara a tener el favor unánime de la crítica. Es más, cuando se publicó la cuarta, aquellos críticos que habían visto en él “una de las voces más prometedoras de la narrativa”, “un autor que pronto será considerado un referente de la narrativa actual”, ahora le discutían el mérito y hasta se quejaban del cansancio de un método que olía a la legua a agotamiento. Criticaban que uno tras otro relato vieran desfilar un grupo de personajes yuxtapuestos, sin la menor conexión, que contaban sus vidas a través de una serie de acontecimientos tan absurdos que terminaban por hacer insípida la narración y toda la novela. ¿Realmente eran tan malas? Él seguía teniendo un nombre entre los escritores de su generación, notaba el respeto que aún infundía y, sobre todo, la prueba más palpable de ello: su editorial de toda la vida literaria no le había discutido nunca una obra y seguía manteniendo la misma relación comercial con ella. Aunque bien pensado, ahora que se ponía a recordar, estaban en el tiempo en que las editoriales preparaban sus lanzamientos de temporada y nadie lo había llamado para pedirle una nueva novela, como hacían todos los años. ¡Bah!, ahuyentó fantasmas, en unos días seguro que llamarán. Inquieto porque no recibía aquella llamada, una mañana decidió pasarse por una librería y comprobar que seguía teniendo su público devoto. Y el azar quiso poner en su camino a un joven que con una de sus novelas en las manos le comentaba a la que sin duda era su novia: “… se dice que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno, e incluso he oído que hay que leer libros malos porque en la comparación se aprecian más y mejor los buenos; yo, cariño, pienso que hay tanta y tan buena literatura por ahí que no merece la pena perder ni un minuto con una mala novela. Porque son los buenos libros los que aficionan a la lectura. Este autor, con toda su fama, ya podría ser más consciente de lo que escribe y publica. Y esta novela es muy mala”. ¡Niñatos!, pensó con irritación. Pero algo se le removió en la conciencia y notó un sabor amargo en la boca. José López Romero.
lunes, 3 de noviembre de 2025
¿LECTORICIDIO?
En la mañana del 12 de noviembre de 1912 José Canalejas y Méndez, a la sazón presidente del gobierno de España, era asesinado por el anarquista Manuel Pardiñas Serrano cuando aquel miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martín en la madrileña Puerta del Sol. Lo que demuestra bien a las claras que el ejercicio de lector puede llegar a ser una actividad de alto riesgo. Bien conocida es la foto de la recreación del magnicidio. Pero en ella no se aprecia con claridad (al menos la reproducción que he consultado), las novedades literarias que se exhibían en el escaparate. En cualquier caso, al ser una recreación tampoco serían fieles a las que atrajeron la curiosidad de Canalejas. Quizá fuera la última novela de Eduardo Zamacois ‘Las memorias de una cortesana’, de sugerente título, o el no menos atractivo ‘El deseo’ del periodista Alberto Insúa, o incluso ‘La sed de amar’ del por aquel entonces afamado escritor de novelas eróticas Felipe Trigo. Novelas que sin duda, por sus títulos, bien le servirían al presidente para olvidarse de los problemas del país y de sus eternos conflictos políticos, de los que hoy somos herederos por méritos propios. No estuvieron atentos ni editores ni libreros, en especial el de la San Martín, para publicitar las obras expuestas en el escaparate, aún no sabían manejar con destreza los resortes de una buena campaña publicitaria que aumentara las ventas. Porque el morbo del ser humano es insaciable y seguro que se elevarían las ventas de aquella novela cuyo título fue lo último que leyó Canalejas. Quiero pensar que Pardiñas mató a Canalejas por sus irreconciliables ideologías políticas, no por sus gustos literarios. ¡Hasta ahí podríamos llegar! José López Romero.
viernes, 17 de octubre de 2025
EL DEBER DE LA LECTURA
LA AUTORA DE ESTE ARTÍCULO ES MANUELA ALMODÓVAR
(ALUMNA DEL BACH. INTERNACIONAL DEL I.E.S. P. L. COLOMA)
Leer ya no es un placer solitario. Se ha convertido en un gesto público, medible y, paradójicamente, obligado. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024, el 75,3% de los jóvenes entre 14 y 24 años lee libros en su tiempo libre. Pero detrás de estos números surge una pregunta incómoda: ¿leen por gusto, por hábito o por la necesidad u obsesión de que los demás vean que leen?
La literatura, antaño refugio de unos pocos, ha pasado a ser
un escaparate. La lectura se exhibe, se mide y se vende como una marca de
identidad: la foto en la cafetería, la novela en la portada de Instagram, el
comentario culto en un hilo de Twitter. Lo que antes era un ejercicio de pasión
silenciosa, de constancia íntima, hoy se ha transformado en un acto
performativo. La frase Todo el mundo quiere haber leído y nadie quiere leer
nunca fue tan cierta. La gente está tan preocupada porque los demás vean que
disfrutan de sus aficiones que uno se pregunta si realmente las disfrutan o si
es la validación externa lo que les hace sentirse gratificados. Para quienes
amamos los libros, esta dinámica resulta inquietante: la lectura deja de ser un
refugio para convertirse en un medidor social tan ficticio y engañoso como las
propias redes sociales.
El auge de los audiolibros y las aplicaciones de lectura
rápida refleja esta obsesión por la productividad. Todo se mide: palabras por
minuto, libros por año, “logros culturales” como si fueran pasos en un reloj de
fitness. La literatura ha entrado en la esfera del consumo instantáneo, y con
ello se ha erosionado su dimensión más profunda: la de ser un espacio de
pensamiento autónomo y de libertad.
Salir de casa con un libro, sentarse en una cafetería con un
cuaderno, leer poesía frente al mar… Estos actos, que antes eran gestos de
cuidado personal y cultivo del espíritu, ahora pueden parecer pedantes. Y sin
embargo, constituyen la forma más auténtica de resistencia contra la
banalización del tiempo y del placer. La lectura no es una mercancía, ni un
logro social, ni un post que buscará "likes". Leer es un acto de
presencia, una pausa en la exigencia constante de ser productivo.
Quizás quienes amamos las letras hemos estado demasiado
ocupados leyendo para notar cómo nuestra pasión se convertía en moda. Pero aún
podemos recuperar su sentido original: abrir un libro para nosotros mismos, sin
testigos, sin métricas, sin exhibicionismo. Leer como quien respira, como quien
se reconcilia con la vida, con la memoria y con la soledad. Leer como quien
recuerda que lo humano, en su raíz más honda, está hecho de palabras. Manuela
Almodóvar.




