No sé si la insensibilidad que padecemos es un lamentable estado coyuntural en tiempo y en espacio (pasajero y local o nacional), o se ha extendido por la faz de la tierra, hasta convertir el planeta que a duras penas ya nos sustenta en una enorme bola de abulia, apatía y hasta parálisis emocional. Lo cierto es que ha tenido que venir un francés de 93 años para hacernos levantar de esos sillones en los que dormitan nuestras conciencias, e incitarnos a gritar “Indignaos”. Un panfleto de apenas 32 páginas en las que vuelca Stephane Hessel toda su indignación por la grave crisis económica, por los problemas sociales, por la corrupción política (¡y él vive en Francia!), pero también nos llama a la solidaridad, al respeto al prójimo, el amor a la libertad, etc. Muchos vicios y apenas virtudes de esta sociedad actual realmente enferma, para la que el grito “Indignez-vous!” se me antoja escasa medicina. Y lo más curioso del caso es que al parecer el tal panfleto ha sido un éxito de ventas en el país de la “grandeur”. ¿Insensibilidad? Lo mismo el ser humano es más contradictorio que abúlico (unos, la mayoría, indignados; y otros y otras que han perdido la dignidad). Pero no es el primer caso. Vargas Llosa en el breve pero magnífico ensayo que dedica a la obra “Opiniones de un payaso” de Heinrich Böll, también se sorprendía del extraordinario éxito que llegó a tener una novela en la que el escritor alemán denunciaba y les hacía ver a sus paisanos el coste moral y ético que les estaba suponiendo el progreso económico, y les advertía de las heridas aún sin cerrar de una sociedad todavía no respuesta completamente de los horrores del nazismo. Éxito de ventas que le llevaba a Vargas Llosa a preguntarse “¿Qué concluir de esta extraña operación en la que el severo aguafiestas es trocado, de pronto, por aquellos a quienes fulmina con sus dardos, en el rey de la fiesta?” En cualquier caso, estemos o no estemos bajo los efectos de una apatía ya alarmante, o se diagnostique como enfermedad leve de carácter pasajero, una especie de alergia propia de la crisis que sufrimos, lo cierto es que nunca hemos necesitado con más urgencia un Heinrich Böll que nos zarandee y nos ponga delante de nuestras caras, porque de otra manera lo mismo lo negaríamos, toda la miseria moral, o un Stephane Hessel con el que gritar nuestra indignación. ¿Motivos? ¿hay alguien que necesita que se los enumere? Pero mucho me temo que en este país apenas quedan escritores de la talla de un Heinrich Böll, y nuestros ancianos mucho hacen con sobrevivir en estos tiempos con la pensión que les ha quedado después de una vida dedicada a trabajar. Los escritores de tertulia y ceja no están por la labor, porque sólo les ha interesado salvar sus posaderas. El problema es que en un país de extremos, pasemos del “indignaos” al castizo, pero nada recomendable y siempre recriminable, “leña al mono que es de goma”. José López Romero.
Leí hace unos meses el "panfletito francés", y de verás que eso no se puede decir, o se hace o no se hace. Es lo mismo que leer lo que leemos en nuestros sofas, en internet, todo te parece virtual. Menos los ingresos económicos de cada cual, que esos sí marcan la pauta. Ahora se trata de consumir menos, los unos, los otros siguen a su bola.
ResponderEliminarMaestro; (con perdón) no se deje llevar por las masas, ni aunque sean internautas. Yo como decía García Lorca "medio pan y un libro".
Gracias.
PD; lo del casticismo sigue siendo muy fuerte.
¿Dónde quedaron aquellos jóvenes que se revolvían ante cualquier injusticia? ¿dónde está el interés por la política, por la sociedad, por la economía y no digamos ya por la literatura, filosofía y un largo etc.?
ResponderEliminarEsta juventud que reaccionaba, que se indignaba, que protestaba murió en los setenta. Las que le sucedieron no tomaron la batuta, prefirieron sentarse cómodamente en el sofá de sus padres a jugar a la play. Bendito progreso y maldito conformismo.
Mi propuesta, hacer de este panfleto lectura obligatoria en todas las universidades (¿o quizás un poco antes?). Porque si los jóvenes no se indignan, menos lo harán "los adultos", con tantas ocupaciones y sin apenas tiempo libre.