Si poco sentido, por no
decir ninguno, tiene ya abrir la polémica de si existe una literatura femenina,
menos aún lo tiene creer que para acercarse a la condición femenina habría que
leer novelas escritas por mujeres. Grandes personajes como Emma Bovary o Ana
Ozores, la regenta, por poner dos ilustres casos de heroínas decimonónicas
creadas por hombres, desmontan cualquier teoría al respecto. Y para confirmar
lo que estamos defendiendo, incluso para atrevernos a afirmar, yendo más lejos,
que no hay mejor lectura sobre mujeres que la escrita por hombres, pongamos de
ejemplo a Ángel Vázquez y las tres novelas que escribió. A Ángel Vázquez
(Tánger, 1929 – Madrid, 1980) ya lo hemos traído a esta página en varias
ocasiones porque es un escritor que, en nuestra opinión, merece urgentemente
una reivindicación y un reconocimiento que aún, pese a sus publicaciones, no se
le ha dado de forma unánime. Las tres novelas que escribió y publicó: ‘Se
enciende y se apaga la luz’ (1962); ‘Fiesta para una mujer sola’ (1964) y ‘La
vida perra de Juanita Narboni’ (1976), tienen como denominador común que sus
protagonistas son mujeres, y como peculiaridad que por el mismo orden
cronológico asistimos en la primera a una exultante joven Cristina; en la
segunda, a una madura y espléndida Paula; y en la tercera, a una ya ajada y
solitaria Juanita. De tal manera que podemos hacer un muy recomendable
ejercicio lector sobre la condición femenina si leyésemos por ese orden las
tres novelas citadas. Los titubeos y desorientación sufridos por Cristina,
consecuencia de la educación recibida de su madre Isabel (otro magnífico
carácter femenino de Vázquez), se convierten en seguridad, coqueteo con el
peligro y cierto hastío en la madura Paula, para desembocar en la terrible
soledad, en una decrepitud que nos anuncia una desolada vejez de Juanita. Con
Tánger (ciudad natal del escritor) como fondo o incluso como un personaje más
que imprime el carácter de sus habitantes (ciudad internacional, intercultural
pero al mismo tiempo provinciana, con una separación muy clara de razas y
clases sociales), las tres mujeres toman una postura distinta acorde con sus
edades: más rebelde en Cristina, que empieza a cuestionarse el clasismo tan
acentuado en su madre; actitud esta de Isabel que comparte Paula, que de ningún
modo estaría dispuesta a renunciar a los privilegios de que disfruta por su
posición social; mientras que en Juanita estamos ante un personaje en la
decadencia plena: física, mental y, por desgracia, también social. Estos tres
grandes caracteres femeninos dejan a los protagonistas masculinos en un segundo
plano, como si fueran los complementos que utiliza Vázquez para redondear a sus
heroínas: Julio, el padre de Cristina; Damián, el amante de Paula; o el padre
de Juanita… La lectura de sus cuentos (‘El cuarto de los niños y otros
cuentos’, ed. Pre-Textos) vendría a completar este repaso y el homenaje a la
obra de Ángel Vázquez y sus personajes femeninos. Se lo debemos. José López
Romero.
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