A riesgo de incurrir en
el imperdonable vicio de la reiteración, vuelvo a Erasmo de Róterdam. No se
cansó el insigne humanista de censurar en sus escritos la religión entendida
como simples ritos y ceremonias exteriores, y de predicar una religión
interior. “la vida evangélica no se desarrolla en
conventos y catedrales, sino en cualquier lugar, sea cual sea la condición del
fiel; por último, esta vida no se manifiesta tanto a través de ritos y
ceremonias exteriores, como en el interior del ser humano”, nos aclara
Francisco Castilla Urbano en su exhaustivo artículo “Propuestas utópicas e
insuficiencias políticas: Erasmo y el Cuerpo
Místico de Cristo”. Y viene esto a cuento porque han pasado los siglos
desde que el pobre Erasmo predicaba en el desierto y seguimos dándole más
importancia al exterior que al interior en muchos aspectos de la vida, incluido
el religioso. Y uno de esos aspectos es el famoso y ya cansino “Día
Internacional o Mundial de…”. Bajo la excusa de que hay que dar visibilidad o hacer
visible un problema o un conflicto social, ya no quedan días entre los
trescientos sesenta y cinco que contiene el año, y hasta en una misma jornada
nos vemos celebrando dos o tres efemérides distintas: el día del gato, el de
las tortas de aceite y el de los jerséis de cuello alto, por poner algunos
ejemplos chuscos. Y así, todos los que pretenden reivindicar o “darle
visibilidad” al asunto, se lanzan a la calle como posesos gritando sus
consignas. Terminada la manifestación, recogida de pancartas y hasta el año que
viene. El otro día, un querido amigo me pasó la entrevista que le hacían en una
publicación a un antiguo y admirado profesor nuestro, un espejo de docente y
persona en el que siempre he querido reflejarme. Hombre religioso de vocación y
miembro de una orden religiosa, le confesaba al periodista: “me siento
gustosamente empujado a dedicar una hora o más por la mañana a la oración… Yo
mismo me admiro de esta no tan costosa inclinación. Poder decir “¡Qué bien
estoy aquí ante el Señor!” o “¿Es que hay otra ocupación más gratificante?”…
Ahora, en mi momento actual, lo que más valoro es el agradecimiento hacia el
Señor”. Estas palabras de mi admirado profesor es un perfecto ejemplo de la
religión interior que predicaba Erasmo. La conversación con Dios, su presencia
gratificante, agradecida para aquel o aquella que cree en Él y en Él se
reconforta. Sin golpes de pecho, sin manifestación callejera, sin pancartas ni
consignas gritadas por una masa más interesada que sincera, menos espontánea
que manipulada. El mejor homenaje a nuestros sanitarios (lo siguen diciendo
ellos) no es el aplauso, sino que extrememos las medidas de seguridad y de
higiene; el feminismo no se grita, se ejerce todos y cada uno de los día del
año desde cualquier ámbito de nuestras vidas: en casa, en el trabajo, en la
educación de nuestros hijos; a los animales no se les festeja se los cuida y no
se les abandona… “Ningún día os borrará de la memoria del tiempo” es el verso
de Virgilio grabado en el monumento en homenaje a los fallecidos en las Torres
Gemelas. Por eso, todos los días debemos poner de nuestra parte, no con gritos
sino con hechos, para hacer de este mundo un lugar más acogedor para todos. No
un día, sino todos los días. José López Romero.
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