Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

viernes, 11 de octubre de 2024

DOÑA IA

El otro día me encontré a doña IA. Coincidimos en el ascensor. Me dio los buenos días, muy educada, aunque noté su mirada por encima de mi hombro. Su presencia me cohibía y acudir al clima como el socorrido tema de conversación entre vecinos me pareció improcedente y pobre ¡Qué iba a pensar de mí! Por lo que me atreví a preguntarle: ¿Cómo estamos de Literatura? “¡De Literatura! -me contestó un tanto airada- ¡Me tiene el bloque contenta con la dichosa Literatura! La niña del quinto me pidió el otro día un trabajo sobre Jorge Luis Borges que le habían mandado, y como no tenía ni idea ni quién era ese señor, ni interés tenía en ello, no se le ocurrió otra cosa que acudir a la de siempre, a mí. El vecino del tercero, el crítico literario, me pidió anoche desesperado una crítica de la última novela de Paul Auster que tenía que entregar de madrugada y ni siquiera había empezado a leerla. ¡Ah! Y me olvidaba, el escritor, o eso dice que es, del segundo me ha encargado una novela porque la tiene apalabrada para un premio que le van a dar y está en plena crisis creativa, o eso dice lloriqueando. Me ha asegurado que con la dotación del premio, que no es moco de pavo, se va a comprar un ordenador más potente para que yo esté más cómoda. ¡Será idiota! Y el político del sexto, me insistió que en el discurso que me había pedido incluyera una cita de algún intelectual de izquierdas, porque dice, el muy inútil, que eso enfervoriza a las masas. Por cierto -siguió pero esta vez la ira se trocó en sorna-, el otro día le puso usted un nueve a un trabajo que le entregó el alumno del sexto. Se puso usted un poco quisquilloso con las tildes. La verdad es que los correctores automáticos son unos ineptos, pero la culpa la tuvo el niño que ni se molestó en leer el trabajo que le había hecho y revisar la ortografía”. Y ante mi silencio, un tanto amedrentado, me lanzó con aire de superioridad: “Y usted, ¿no necesita nada? Pida usted por esa boquita”. Y me atreví de nuevo: ¿podría hacer que mis alumnos leyeran? Me miró con desprecio y me dijo: “usted no ha entendido nada”. José López Romero.

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