Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

viernes, 24 de enero de 2025

PARODIA

Aunque no sea privativo del ingenio patrio, no se puede negar que el español en general siempre ha tenido el genio despierto cuando se trata de la parodia. Es decir, nos cachondeamos de cualquier cosa que se menee, e incluso de lo que ya no se menea. Y ahí están, sin ir muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio, los carnavales. Precisamente, consultando el magnífico libro ‘Carnaval en noviembre’, de Carlos Serrano (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Diputación Provincial de Alicante. Alicante, 1996), me entero de que al poco tiempo de estrenarse el ‘Don Juan Tenorio’ (1844) de José Zorrilla, ya empezaron a proliferar las parodias en torno al personaje convertido en mito. Hasta 196 (casi el doble) se cesan en el volumen citado desde la inicial ‘Juan el perdío’ (1848) de Mariano Pina Bohigas (“Parodia de la primera parte de Don Juan tenorio. Pieza original y en verso”. Madrid, Teatro de la Cruz, 24-XII-1848. Edición de Madrid. Imp. J. Sánchez Valledor, 1849), hasta la última pieza censada que data de 1944: ‘¡Don Juan de mi corazón!’ de Felipe Pérez Capo (casi comedia en un acto. Barcelona, 1944). “Juguetes cómicos”, “disparates humorísticos”, “bocetos”, pasando por los clásicos “sainetes” y hasta zarzuelas largas y cortas o parodias de óperas, ningún subgénero menor teatral de carácter bufo dejaron los autores de tocar con el propósito de mover a la risa a un público que a través de la distorsión reconocía en lo parodiado la obra a la que le daba título el incorregible seductor. Si la segunda mitad del siglo XIX fue prolífica en este tipo de obras, su punto de mayor esplendor lo alcanzó en el primer tercio del XX, para ir paulatinamente apagándose a partir de 1930, hasta su desaparición final en 1944, como señala Carlos Serrano en el libro citado. Una corriente esta de la parodia del ‘Don Juan’ que no se limitó a la Corte, sino que fue extendiéndose por toda la geografía nacional, especialmente por Valencia y Cataluña, e incluso Mallorca, territorios en los que Serrano consigna espléndidas parodias donjuanescas. Sin olvidar, por supuesto, el ‘Don Juan buena persona’ de los hermanos Álvarez Quintero, comedia en tres actos estrenada en Madrid, Teatro de la Comedia el 30-X-1918; es decir, en la fecha más cercana a la que se considera tradicionalmente la más propia para la representación del Don Juan, el día de Difuntos. La parodia y la irreverencia con respecto a la obra de Zorrilla alcanza, en tan variadas obras a todos los aspectos fundamentales: la sevillana hostería del Laurel es transformada en vulgar taberna, así como los personajes nobles y aristocráticos se truecan en chulos y hampones; como también Doña Inés deja de ser la novicia recatada, para convertirse en una coqueta disoluta, que toma el mando de las operaciones seductoras, por no citar las obras que rozan lo pornográfico, como ‘Don Juan Notorio’ (anónimo, fechado en 1874). En definitiva, cuando se trata de parodiar el español pone lo mejor de su ingenio en el empeño, aunque a veces lo hace sin darse cuenta, con lo que la parodia se convierte en ridículo. Y este es un excelente año para reírnos. Y ya ha empezado. José López Romero.

  

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