Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

viernes, 14 de noviembre de 2025

MALOS

Después de su primera novela, que fue todo un éxito, un tanto inesperado, todo hay que decirlo, se fue poco a poco acomodando. Quería disfrutar de los pingües beneficios que le reportaban sus obras y que iban engrosando su cuenta corriente a la misma velocidad que sus novelas aparecían en los escaparates de las librerías. Y aunque no quería reconocerlo, en su fuero interno no podía engañarse. Había descubierto el método, y a la sombra de su exitosa irrupción en el panorama literario nacional, las novelas siguientes habían tenido una buena acogida, aunque ninguna llegara a tener el favor unánime de la crítica. Es más, cuando se publicó la cuarta, aquellos críticos que habían visto en él “una de las voces más prometedoras de la narrativa”, “un autor que pronto será considerado un referente de la narrativa actual”, ahora le discutían el mérito y hasta se quejaban del cansancio de un método que olía a la legua a agotamiento. Criticaban que uno tras otro relato vieran desfilar un grupo de personajes yuxtapuestos, sin la menor conexión, que contaban sus vidas a través de una serie de acontecimientos tan absurdos que terminaban por hacer insípida la narración y toda la novela. ¿Realmente eran tan malas? Él seguía teniendo un nombre entre los escritores de su generación, notaba el respeto que aún infundía y, sobre todo, la prueba más palpable de ello: su editorial de toda la vida literaria no le había discutido nunca una obra y seguía manteniendo la misma relación comercial con ella. Aunque bien pensado, ahora que se ponía a recordar, estaban en el tiempo en que las editoriales preparaban sus lanzamientos de temporada y nadie lo había llamado para pedirle una nueva novela, como hacían todos los años. ¡Bah!, ahuyentó fantasmas, en unos días seguro que llamarán. Inquieto porque no recibía aquella llamada, una mañana decidió pasarse por una librería y comprobar que seguía teniendo su público devoto. Y el azar quiso poner en su camino a un joven que con una de sus novelas en las manos le comentaba a la que sin duda era su novia: “… se dice que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno, e incluso he oído que hay que leer libros malos porque en la comparación se aprecian más y mejor los buenos; yo, cariño, pienso que hay tanta y tan buena literatura por ahí que no merece la pena perder ni un minuto con una mala novela. Porque son los buenos libros los que aficionan a la lectura. Este autor, con toda su fama, ya podría ser más consciente de lo que escribe y publica. Y esta novela es muy mala”. ¡Niñatos!, pensó con irritación. Pero algo se le removió en la conciencia y notó un sabor amargo en la boca. José López Romero. 

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