Este país ha cambiado tanto que hasta las colas las hacemos como mandan los cánones europeos; las respetamos de tal manera que ya ni siquiera éstas nos ofrecen la emoción del jeta que se cuela con la consiguiente bronca por parte de los pacientes y sufridos ciudadanos. Las colas se han convertido últimamente en lugares de encuentro tan casuales como sociales. Si coincidían tres hombres la conversación no podía girar sino sobre el fútbol, y así se fue gestando aquel tópico de que en el fuero interno de cada español había un seleccionador nacional. Pero los últimos y brillantes triunfos de la selección y el buen hacer de Del Bosque parece que ha dejado a la población masculina sin esa más que improbable ilusión; como seleccionadores todos estamos en el paro. Pero el intercambio de opiniones no ha disminuido por ello en las colas, la diferencia es el tema; ahora la atención se ha desviado hacia la crisis y, hoy por hoy, en cualquier cola nos podemos topar con presidentes de gobierno, ministros de economía, consejeros de comunidades autónomas, es decir, toda una fauna de tipos, cuyo análisis de las causas de la crisis y las medidas que ellos tomarían para salvar al país de esta terrible situación harían temblar a toda la Unión Europea. No hay español que no tenga su propia teoría económica y su solución a la crisis. Pero ese deporte no es nuevo en nuestro país. Hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, la decadencia española que ya se hacía más que evidente en todos los aspectos, trajo como consecuencia la proliferación de un tipo al que se le dio en llamar “arbitrista”, y que fue blanco de ridiculización por parte de tantos escritores de la época (Cervantes incluido), que el término acabó por adquirir un matiz peyorativo que permanece incluso en nuestros días; hasta el punto de que muy poca atención se le ha prestado hasta hace muy poco a toda esa literatura política y su conocimiento ha quedado reservado a especialistas en la materia, de los que destacamos al eminente José Antonio Maravall y a José Luis Abellán, quienes en diversos trabajos se han dedicado a estudiar aquellos “Memoriales” (como llamaban a sus ensayos) que dirigidos en muchas ocasiones al propio rey, analizaban todas las facetas de la vida española. Así, Bernardino de Escalante en sus Diálogos del arte militar exponía las reformas que en su opinión debían hacerse en el ejército; Caxa de Leruela en su obra Discurso sobre la principal causa y reparo de la necesidad común, carestía general y despoblación de estos reinos intentaba dar soluciones a los problemas agropecuarios que sufría nuestro país y que lo llevaban al empobrecimiento; Martín González de Cellorigo le envía a Felipe II, aunque al morir éste pasó a manos de su hijo Felipe III, un Memorial en el que al analizar la situación económica denuncia como vicios de la sociedad la plaga de consumidores irreflexivos y ostentosos, ociosos rentistas, pícaros y especuladores que sólo miran por su beneficio y muy poco por el bien general. Como si no hubiera pasado el tiempo. José López Romero.
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