“Censura las costumbres docentes españolas de la
época, intenta analizar las razones del fracaso escolar, detesta los métodos
memorísticos, lamenta la masificación escolar… insiste en la necesidad de
enseñar al niño por medio de cosas visibles que tiene a su alrededor, critica
con dureza la Universidad insistiendo en las deficiencias de los maestros,
aunque no olvida la despreocupación de los estudiantes…” ¿Les suena? Pues si
les digo de dónde proceden estas inquietudes y preocupaciones que sobre la
enseñanza en España he transcrito, seguramente no se lo creerán: pertenecen al
fraile benedictino Martín Sarmiento, en el siglo Pedro José García Balboa,
quien escribió el tratado ‘La educación de la juventud’ allá por el año
¡¡1768!!, tratado que consideraba Azorín una de las más geniales obras de
nuestra literatura. Han pasado casi doscientos cincuenta años y, más grave aún,
casi otros tantos sistemas educativos, y lo que preocupaba al bueno de fray
Martín Sarmiento son los mismos temas o problemas que arrastra la enseñanza en
nuestro país en la actualidad, sin que la sociedad en su conjunto ni las
autoridades de todo tipo, pelaje o condición se hayan puesto en ningún momento
manos a la obra para solucionarlos o, al menos, intentarlo; lo que provoca un
cierto hastío en los profesionales, algunos de ellos (hay que reconocerlo) poco
dispuestos a adaptarse a las nuevas circunstancias, pero todos decepcionados
con la falta de colaboración y compromiso que muchas familias muestran en la
labor y la responsabilidad que les atañe en el desarrollo educativos de sus
hijos. Que la primaria y la secundaria necesitan cambios y ajustes en muchas
aspectos es incuestionable, pero no en menor medida lo necesita una
Universidad, que quiere mantener con los impuestos de todos los privilegios de
antaño, cuando sobran profesores, grados y campus por todas las provincias de
España. Y si no, pregunten por ahí a cuánto nos sale una clase de griego o de
árabe, por poner un ejemplo, en cualquiera de las numerosas facultades de
Filología repartidas por toda la geografía del país. José López Romero.
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