Hace unas semanas el club de lectura de la biblioteca
municipal celebró una sesión especial, por primera vez en los años que llevamos
funcionando teníamos la oportunidad de tener al autor del libro que íbamos a
comentar delante de nosotros. Un libro de poemas y su poeta, o dicho más
concretamente: la antología “Todo es para siempre” (Renacimiento) y su autor,
Pedro Sevilla. A la novedad de la presencia, habría que añadirle esa aura de
distanciamiento que, por tradición romántica, envuelve la relación entre
artista y resto de mortales. La admiración y hasta veneración que todos
sentimos ante cualquier persona dotada de esa capacidad solo atribuida a los
dioses: la de crear. Esa fue la sensación, la atmósfera que se respiraba
momentos antes de que entrara Pedro Sevilla en la sala donde iba a celebrarse
la sesión. Atmósfera que desde sus primeras palabras el poeta se encargó de
disipar, para convertir el encuentro del escritor con sus lectores en un
diálogo; un diálogo no del artista con sus admiradores, sino de la persona con
otras personas. Y a través de sus poemas fuimos desgranando recuerdos,
vivencias, sentimientos que, como hombres y mujeres, todos hemos tenido. La
poesía de Pedro Sevilla es una poesía que nos alcanza a todos en todos los
aspectos, porque es un ser humano como todos nosotros. La voz pausada en la
lectura de sus propios versos fue otro de los regalos que nos llevamos en
aquella jornada sin duda inolvidable. Y en su recuerdo ahora me doy cuenta de
que no hablamos con el escritor, porque nada se dijo de su proceso de creación,
de cómo va puliendo unos versos que salen de ese rincón tocado por el dedo
divino (no cabe otra explicación), sino con el hombre, el que por el solo hecho
de vivir sufre pero también siente la felicidad en compañía de sus amigos, de
su familia, de aquellos que ya no están pero cuyo recuerdo los hace revivir.
Hablamos con un enorme poeta, hablamos con un enorme ser humano. José López
Romero.
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