“Existe la manía de que
lo que vende es de dudosa calidad”, decía María Dueñas en este Diario hace unas
semanas al presentar su novela “Las hijas del capitán”. Y es cierto que esa
literatura llamada de best-sellers tiene sus detractores, entre los que me
podría incluir aunque con matices, con muchos matices. No creo que a los
grandes escritores, los ya consagrados por la historia, y que convierten en
grandes ventas todo lo que escriben, se les haya puesto en duda su calidad;
pero mezclados, aunque no revueltos, con estos también aparecen en las listas
de los más vendidos algunos autores u obras que dejan mucho que desear en todos
los sentidos. Y la pregunta es obligada ¿cómo han llegado hasta ahí? ¿quién o
qué ha hecho que esos libros “de dudosa calidad” alcancen ventas que ni el
propio autor hubiese imaginado en sus mejores sueños? Está claro que las
campañas publicitarias, los suplementos de libros, etc. encumbran a autores y
obras que de otra manera hubieran pasado sin pena ni gloria. Y entonces, viene
la siguiente pregunta ¿y los buenos libros que se quedan en el camino o
terminan siendo lectura de pocos? De entre los cientos de miles que podemos
escoger como ejemplo de ello, pongamos uno muy reciente y muy cercano. Hace
unas semanas se presentó en el instituto Coloma la novela “Los hombres de los
ojos violetas” de Mariela Arévalo Barquero (entrevista en este Diario el 24 de
mayo y reseñado en esta página), quien fuera profesora de este centro
educativo. La novela poco o nada tiene que envidiar a otras que han conseguido
fama y éxito de ventas, muchas de las cuales son sin duda de “muy dudosa
calidad” en comparación con la de Mariela. Y sin embargo, sería muy triste y
hasta desalentador para lectores y escritores noveles que “Los hombres de los
ojos violetas” no tuviera al menos cierto eco entre la crítica literaria o no
apareciera en algún suplemento de libros. Pero, claro, quizá a Mariela le
falten esos padrinos tan necesarios para el éxito, quizá los mismos que desde
su primera novela no le han faltado a María Dueñas. José López Romero.
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