“Te noto disperso,
father”. Mi hija y su ojo clínico. “¿Y eso?”, le pregunto sorprendido. “Es que
te he visto de acá para allá, que si ahora coges un libro, que si después otro…
La edad, father, esos años de más, como los kilos”, mi hija y sus magníficos
métodos de motivación y autoestima. Y la verdad es que razón no le falta, lo
reconozco (no los años, que también). Desde que le dieron el Premio Nobel a
Peter Handke he intentado leer al menos tres novelas y de ninguna de ellas he
logrado pasar de la página veinte. ¡Yo, que no cerraba un libro hasta que no me
lo hubiera metido entre pecho y espalda, aunque no me hubiera enterado de nada!
¿La edad? Pues habrá que concederle toda la razón a mi hija. Uno se da cuenta
de que ya no tiene tiempo suficiente para perderlo en libros o, más
extensamente, en una literatura que tiene la descripción por castigo del lector
(algún ejemplo podía poner del tal Handke que roza casi lo absurdo). ¿Nobel?
Pues con su pan se lo coma. No será el alemán el primero ni el último de una
cada vez más larga lista de escritores indigestos. Quizá ya no le encuentre
tanto gusto (¿o masoquismo?) a los libros de escritores que como el citado o,
por poner un ejemplo patrio, Juan Benet, tienen por uno de sus principales
objetivos la tortura lectora. Y sin embargo, siempre he admirado a Bernhard o a
Juan José Saer, por citar escritores de estilos poco condescendientes con el
lector. Es posible que mi dentadura lectora ya no esté para carnes demasiado
duras. Pero ha dado la casualidad de que al mismo tiempo que mi dispersión de
Handke, me he topado con ‘Génie la loca’, una novela de Inès Cagnati (reseñada
en esta misma página). ¡Y con cuánta sencillez, con cuánta simplicidad se puede
transmitir tanta sensibilidad y estremecedora belleza! Y aunque todo estilo es
respetable y tiene su lugar, muchos de privilegio bien ganado en la historia de
la literatura, uno no puede por menos que preguntarse si es necesaria tanta
complicación, cuando Cagnati nos da una lección de lo que es una literatura que
está al alcance de muy pocos por su extrema y conmovedora sencillez. José López Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario