Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

viernes, 9 de diciembre de 2022

IDENTIDADES

“Todos los países tienen su lienzo grandioso, Sasha, la presunta obra de arte que cuelga en el salón sagrado y que resume la identidad nacional para las generaciones futuras. Para los franceses es La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix; para los holandeses, La guardia nocturna, de Rembrandt; para los estadounidenses, Washington cruzando el Delaware; ¿y para los rusos? Para los rusos son dos cuadros gemelos: Pedro el Grande interroga al zarévich Alekséi, de Nikolái Ge, e Iván el Terrible y su hijo, de Iliá Repin. Durante décadas, esos dos cuadros han sido venerados por nuestro público, elogiados por nuestros críticos y copiados por nuestros diligentes alumnos de Bellas Artes.” Le comenta su amigo Mishka al conde Aleksandr Ilich Rostov, el exquisito e ingenioso protagonista de ‘Un caballero en Moscú’, la exitosa novela de Amor Towles. Y cuando leí este pasaje, de inmediato pensé en el cuadro o cuadros que mejor podían expresar la identidad del español. En más de una ocasión he leído u oído que el famoso Duelo a garrotazos de Goya bien podría definir esa alma cainita que todo español llevamos en lo más profundo de nuestro ser; de ahí que tanto nos cueste cerrar heridas, olvidar ofensas; de ahí que guardemos el rencor hasta que nos pudre las entrañas. Las pinturas negras, en general, del genio aragonés son una buena imagen o definición de lo que somos. Y en esa misma línea de guerra y destrucción, que también señala Mishka como propia de la naturaleza rusa, puede incluirse entre nosotros el Guernica de Picasso. Y sin embargo, aun reconociendo un doloroso pasado, me resisto a reconocer que a estas alturas del siglo XXI sigamos pensando que el cuadro más definidor del ser español, el que “resume nuestra identidad nacional” sea el de dos hombres matándose a garrotazos, a menos que el cainismo siga reportando un buen rédito político. José López Romero.

viernes, 25 de noviembre de 2022

CULTURA O VIDA

“¡Entre cultura y vida… -comenzaba diciendo el Gordo, y Larisa remataba en el español que había aprendido en la cama-:… escoge vida!”, leo en ‘Las palabras perdidas’, una enorme novela del escritor cubano Jesús Díaz. El Gordo (con perdón por si acaso) se ha ligado a la angelical Larisa en un viaje cultural a Moscú, y ante la perspectiva de ver museos y bibliotecas o encamarse con la joven rusa, ninguno de los dos duda: ¡la vida! ¿Y por qué –me pregunto- esta disyuntiva excluyente? Hace unas semanas en un bar de cuyo nombre me acordaré siempre para no volver, pues una caña de cerveza estaba a precio de barril de petróleo o kilovatio hora, y todo porque te la servían en unos vasos de doble cristal que mantenía la cerveza siempre fría, precisamente en estos vasos –y vuelvo a cultura o vida- acompañando a la marca de cerveza, se podían leer distintas citas de escritores célebres. Ya saben, esas sentencias que pueden encontrarse en Internet a poco que pongamos en cualquier buscador “citas famosas de…”. Es decir, lo que en el siglo XVI eran centones y centones donde se recopilaban sentencias o frases famosas de los grandes clásicos griegos y latinos (un excelente ejemplo es el ‘Sententiarum volumen absolutissimum’ de Stephano Bellengardo), ahora con un solo clic podemos consultarlas por autores o por temas, según el gusto o el interés del usuario. A mí me tocó una de Henry David Thoreau, el famoso filósofo y naturalista norteamericano, y creo recordar que en otro vaso se recogía un pensamiento o consejo de vida de Concepción Arenal… Modestamente siempre he defendido y aplaudido todas las iniciativas que acerquen la cultura a las actividades más cotidianas de la vida. En cierta ocasión entoné un panegírico sobre el papel higiénico que se adornaba con versos de poetas célebres, aunque me abstuve de comprarlo por mi devoción por la literatura (¡cómo iba yo a caer en tamaña ofensa!). Por no decir la campaña familiar que emprendí en su momento, con escaso éxito (todo hay que reconocerlo), de pegar un poema en la puerta del frigorífico, el electrodoméstico sin duda más visitado en cualquier casa. Todos podemos hacer mucho más en nuestra vida diaria para que la cultura no se convierta en su dicotomía, sino todo lo contrario, en su mejor complemento o en un alimento básico. Y así como ahora ha proliferado toda clase de productos para seguir una alimentación sana, también podríamos buscar resortes o mecanismos para que de la misma manera incorporemos a lo más cotidiano de nuestra vida sana pequeñas o grandes porciones de cultura. Una cita serigrafiada en un vaso de cerveza es una más de las muchas iniciativas que pueden hacer que el Gordo y Larisa, en la novela de Juan Díaz, no tengan que elegir siempre vida. Aunque si tuviéramos que elegir entre el precio de la inolvidable cerveza cultural y las expectativas que se le abrían al Gordo en aquella cama y con aquella joven… José López Romero.  

 

sábado, 5 de noviembre de 2022

ENVEJECER

“Ha envejecido mucho”, “se le notan los años”, son expresiones que solemos utilizar para describir a personas (siempre sale el animador de turno que nos pregunta para subir nuestra autoestima  “¿tú te has mirado esta mañana en el espejo?”). Pues bien, esa misma sensación de envejecimiento, mucho y mal, he tenido al releer ‘Las mil noches de Hortensia Romero’ de Fernando Quiñones. No es la misma sensación que se tiene cuando uno se da cuenta de que un libro no aguanta una segunda lectura. Esa derrota ante el tiempo a la que me refiero se puede observar en muchas películas españolas de la década de los setenta y ochenta, no solo a las que se agruparon bajo la denominación del “destape”, sino incluso a aquellas que planteaban los problemas de una sociedad que aún arrastraba, como un pesado lastre del que no sabía desprenderse, la larga dictadura. Las anchas solapas de las chaquetas, los pantalones acampanados y un cigarrillo tras otro cuyo permanente humo acompañaba los diálogos reflexivos de José Sacristán en películas como ‘Asignatura pendiente’ o ‘Solos en la madrugada’, son un buen ejemplo de esa sensación que he tenido con la Hortensia de Quiñones. Y no es solo por el personaje en sí, la madura prostituta que le va contando a una estudiante meritoria de sociología todas sus andanzas, que son muchas y variadas, en un ejercicio de autoalabanza que por momentos suena casi infantil, sino también por la propia narración que adolece de excesos por todos lados, en extensión (una novela a la que le sobran bastantes páginas), y en intensidad. La historia del “Maera” y sus cuentos marineros, la petera de Hortensia con el médico Pedro Quintana y su generosidad con los pobres… y hasta el cuento popular final que le endosa la Horte a la estudiante del “Ramón y la mora” me han sonado a una literatura que sin duda tuvo su tiempo y que no ha podido resistir el paso de este. Por lo que argumenta al final, hasta la protagonista ha sabido envejecer mejor que su relato. José López Romero.

viernes, 21 de octubre de 2022

UNOS FRENTE A OTROS

En su ‘Viajes con Heródoto’ (reseñado en esta página hace unas semanas), el escritor Ryszard Kapuscinski refería la anécdota, que pudo terminar en tragedia, que le sucedió cuando visitó el Congo cuando este país amanecía a la independencia, después de haber pertenecido como colonia a Bélgica. Nos cuenta el gran viajero polaco cómo al pasear por la pequeña ciudad de Lisala, con un sol de castigo y sin un alma en las calles, se le aparecieron dos gendarmes. Ya antes nos había advertido Kapuscinski de que cuando “el sistema colonial se había desmoronado, los administradores belgas habían huido a Europa y su lugar había sido ocupado por una fuerza lóbrega y desbocada que solía encarnarse en gendarmes congoleños borrachos como cubas”. La situación, por tanto, no podía ser más delicada para su integridad física, hasta el punto de que confiesa que el miedo lo paralizó, pues los dos policías iban armados hasta los dientes. Se le acercan y cuando ya ni las piernas le responden, uno de ellos le pide muy amablemente en francés si tiene un cigarrillo. A Kapuscinski, en sus propias palabras, le faltó tiempo para echarse la mano al bolsillo y sacar el paquete de tabaco y ofrecerles cuantos cigarrillos contenía. ¿Reacción natural? ¿Prejuicios de raza, que encubre ese soterrado e inconfesable racismo? Kapuscinski justifica ese miedo cerval en el peligro que supone esa “libertad despojada de toda jerarquía y de todo orden… pues… desde el mismísimo principio se imponen las fuerzas del mal y la agresión, la vileza en todas sus facetas, bestialidad y barbarie. Así era el Congo tomado por los gendarmes”. O dicho de otro modo, el Congo postcolonial. Y sin embargo, de todos es sabido que los países occidentales se repartieron el continente africano como si de un mercado persa se tratase, que impusieron en sus colonias un sistema de gobierno a sangre y fuego, que esquilmaron sin escrúpulos de ninguna clase sus riquezas naturales y mantuvieron el régimen de esclavitud hasta mediados del siglo XX. Y el rey Leopoldo II de Bélgica es un buen ejemplo de lo que decimos. El encuentro de dos gendarmes y un periodista en una calle de una ciudad congoleña no es solo una anécdota que contar en un libro. Como el propio escritor reflexiona en ella “también toma parte un buen pedazo de la historia del mundo, la cual nos colocó unos frente a los otros hace ya mucho tiempo… Pues se interponen entre nosotros largas generaciones de tratantes de esclavos, los sicarios del rey Leopoldo, que cortaban brazos y orejas a los abuelos de estos gendarmes…”. Un miedo de raíces más profundas, un miedo de siglos sin duda atenazaría a aquellos abuelos que nunca se podrían haber imaginado que sus nietos le pudieran infundir tanto temor a un blanco. José López Romero. 

  

sábado, 8 de octubre de 2022

LA WIKIPOBRE

Hoy en día entre la casta investigadora, sea del ramo que sea, citar la wikipedia es como nombrar la bicha. Da asquito y repelús. Es como si la información que encontramos en la enciclopedia de la era tecnológica fuera de segunda clase, propia de investigadores de medio pelo con ínfulas de rigor científico. Y sin embargo, no hace mucho acudíamos desesperados a la Espasa en busca del dato perdido entre el laberinto de los catálogos de archivos y bibliotecas. ¡Pero, hombre!, dirán los de la casta, ¡no compares a la wikipobre con la aristocrática Espasa! ¡Hasta en las enciclopedias ha habido y sigue habiendo clases! Bien es cierto que la wikipedia arrastra la fama de que todo el mundo, entendidos, aficionados y diletantes, pueden meter el teclado en ella, apenas sin un mínimo filtro o control de calidad; lo que en palabras más rimbombantes se denomina “la enciclopedia libre”, libre para consultar y libre para editar. Ella misma se define como “almacenamiento y transmisión de información, que puede ser editada por cualquiera y de contenido abierto”. Y quizá en esta definición estriba su valor, más el añadido de que no ocupa, como la Espasa, medio piso (y me quedo corto) de los construidos en la era de la reduflación del metro cuadrado. No pocas ventajas que, si atentos estamos al manejo y contraste del contenido que consultamos, nos facilita la investigación sin que se la menosprecie y evitamos así que la casta la mire por encima del hombro. En estos tiempos en que un simple clic nos permite acceder a toda clase de datos, despreciar cualquier fuente de información me parece ridículo y trasnochado. Y prueba de ello es que nadie quiere ahora ni regalada una enciclopedia en papel, ni las librerías de viejo. ¡Ni la Espasa! que en su momento corrió en los ya ¡antiguos! CDs. La historia no para de darnos lecciones de que a veces la pobreza es humildad, y la aristocracia termina muriendo de vanidad. ¡Hasta las enciclopedias! José López Romero. 

jueves, 4 de agosto de 2022

LECTURAS PARA VERANO II

El quinteto de Nagasaki

Aki Shimazaki. Lumen, 2018.

Como bien se dice: “conocido el método…” Frase que se les puede aplicar literalmente a las dos novelas iniciales de esta escritora de origen japonés pero afincada en Canadá. ‘El quinteto de Nagasaki’ tiene los mismos ingredientes que la segunda, ‘El corazón de Yamato’: el mismo estilo intimista, en el que las flores y las libélulas juegan un papel importante, y la misma estructura, un entramado de vidas que Shimazaki, con gran maestría, sabe conducir a lo largo de relatos que tienen como protagonistas a personajes ya conocidos en los capítulos anteriores. En este caso, podemos destacar a Mariko Kanazawa y su hijo Yukio, en torno a los cuales giran los demás, entre los que podemos citar a su amante y padre de su hijo, el doctor Horibe, su hija Yukiko, y el marido de Mariko, el señor Takahashi. Y dos acontecimientos históricos: el terremoto de 1923 y la bomba atómica sobre Nagasaki en 1945. J.L.R. 

Contigo en la distancia

Carla Guelfenbein. Alfaguara, 2015


Con esta novela Carla Guelfenbein (Santiago de Chile, 1959) obtuvo el XVIII Premio Alfaguara de novela, y la verdad que bien merecido. ‘Contigo en la distancia’ (título de un famoso bolero, como supongo que todo buen lector/a sabe) es una narración en la que la combinación de intriga y vida entre los personajes está magistralmente desarrollada y engarzada. Una narración a tres voces que parte de un acontecimiento que marca toda la novela: la misteriosa escritora, considerada de culto, Vera Sigall cae de las escaleras de su casa y permanece en estado de coma. La primera voz narrativa es la Daniel, un joven arquitecto y vecino de Vera, que le va contando en el hospital todo lo que le está pasando: su crisis matrimonial y el encuentro con Emilia, segunda voz narrativa, joven que está preparando una tesis sobre la obra de Vera, trabajo al que la ha alentado Horacio Infante, antiguo amante de Vera y tercera voz narrativa. Muy buena. J.L.R.

martes, 19 de julio de 2022

LECTURAS PARA VERANO I

El jardín de vidrio

Tatiana Tibuleac. Impedimenta, 2021.

Después de su deslumbrante ‘El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes’ esperábamos con expectación y, a la vez, con cierto temor la nueva novela de esta escritora moldava (Chisináu, 1978) a la que nos atreveríamos a considerar una de las grandes escritoras de este siglo XXI. Con expectación porque ‘El verano…’ nos había dejado con muchas ganas de seguir leyendo a Tibuleac, pero también con temor por pensar que esta nueva entrega no estaría a la altura de la primera. Y aunque igualar (nunca superar) a la anterior, ya era tarea difícil, ‘El jardín de vidrio’ no defrauda en absoluto. La historia de Lastochka, la niña que compra Tamara Pavlovna a un orfanato para que le ayude a recoger botellas de vidrio repartidas por toda la ciudad se convierte en un relato estremecedor que tiene como narradora a la protagonista ya adulta. El mejor elogio: no desmerece de aquel ‘verano en que mi madre tuvo los ojos verdes’. J.L.R. 

Las viudas de los jueves

Claudia Piñeiro. Alfaguara, 2007.


Esta novela, como otras de Claudia Piñeiro (‘Betibú’), cuenta con una excelente versión cinematográfica del director Marcelo Piñeyro (2009). Y aunque por el comienzo (tres hombres muertos en una piscina) el lector espera encontrarse con una novela policiaca, en realidad la narración gira en torno a la burguesía adinerada argentina, que tiene en la urbanización exclusiva “Altos de la Cascada” su pequeño y protegido mundo. Un mundo de negocios, deporte, amistades, muchas interesadas, pero también un mundo de escondidos vicios, fracasos, envidias y pecados inconfesables. Claudia Piñero, una autora muy recomendable, se sirve de sus personajes para mostrarnos la decadencia de una burguesía que como el país entero (Argentina) corre veloz y irremediablemente al desastre en todos los aspectos. Una novela con una escritura ágil, con un diseño de personajes y un manejo de las situaciones excelentes. Muy buena. J.L.R.

lunes, 20 de junio de 2022

CASTIGO

“Hoy se cumplen (21 de octubre) doscientos ochenta y siete años que tuvo lugar en Madrid, un hecho que me place ahora recordar, por lo que fuere. Un hombre que había sido el favorito de un rey y el magnate más notorio de su tierra fue condenado a «morir degollado en cadalso por la garganta». Hablo del muy poderoso señor D. Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias [en la imagen], cuyo aniversario necrológico celebra hoy la iglesia, no sé bien si con Tedeums o MisereresUno de los cargos principales acumulados contra D. Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias y ex secretario de Cámara, fue el «haber hecho sobre su corto patrimonio una opulenta fortuna». Pero, ya queda dicho, del trágico acontecimiento van transcurridos centenares de años, y centenares de ministros, no menos venales que D. Rodrigo Calderón, han hundido sus manos avarientas en las arcas del Tesoro, sin que hayan sido segadas jamás”. Así contaba el gran bohemio Alejandro Sawa en su magnífico libro ‘Iluminaciones en la sombra’ la suerte de este personaje que, efectivamente, murió degollado, como correspondía a un noble, en la plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621, recién iniciado el reinado de Felipe IV. Y no menos cierta es la opinión o lamento del ilustre escritor, muerto él mismo en la más absoluta pobreza, de que ya han pasado por la historia de este país no cientos, sino miles de ministros y  personajes políticos de diverso pelaje y de la peor estofa que se han llenado los bolsillos, “han hundido sus manos avarientas en las arcas del Tesoro” y aquí no ha pasado nada. Nada más que con la historia más reciente, la de nuestra democracia, se podría haber inundado de sangre varias veces la plaza Mayor, si la Historia, como se lamenta Sawa, no nos diera con el famoso marqués lecciones vanas de ejemplaridad. En estos días en que se debate tanto entre lo legal y lo moral, ético e incluso estético, que algunos han llegado a esgrimir, lo cierto es que, como todos sabemos, lo legal lo deciden las leyes y quienes tienen que administrarlas, con lo que ya empezamos con los problemas, porque en este país la aplicación de las leyes deja mucho que desear; y sobre lo moral, ético o estético algunos opinan que cada ciudadano tiene su propio y particular concepto de ello. Y es posible que así sea, porque siendo legal un buen negocio nuestra moral, ética o estética es inversamente proporcional al volumen de nuestros bolsillos. No acudamos al tópico ya manido de que todos tenemos un precio, cambiemos “precio” por “dignidad”; y si esta no fuera suficiente, cambiémosla a su vez por “fama” u “honra”, aquella que daba o quitaba la pública opinión. Y hoy son los medios de comunicación los que se han apropiado de esa “pública opinión” y, en esto, como en las leyes, ya empezamos con los problemas. ¡Qué razón tenía Sawa! José López Romero.

sábado, 4 de junio de 2022

PATÉTICO

En más de una ocasión he acudido a una de las conclusiones a las que llegaba Francisco Ruiz Ramón (en su magnífico libro ‘Historia del teatro español’, vol. 1), para explicar el fracaso de la tragedia renacentista en España, en concreto, al diseño de los personajes, cuyo exceso trágico terminaba por convertirlos en  “seres desmesurados, a todas luces más dignos de un disparatado tratado de patología que de una tragedia”. Al leer alguna novela me he acordado de esta afirmación. El autor o la autora ha cargado tanto las tintas en algunos aspectos psicológicos de sus criaturas que ha terminado por convertirlos en monstruos, de tan ridículos que acaban siendo patéticos. La última, ‘Los días perfectos’ de Jacobo Bergareche. Una novela bien construida en dos cartas escritas por Luis, el protagonista, una dirigida a su amante, Camila, y la otra, más breve (¡faltaría más!) a su mujer, Paula. Hasta aquí todo correcto e interesante, incluso las cartas de William Faulkner que está consultando en el Harry Ransom Center de Austin y que le sirven a Luis como hilo conductor de las suyas. La narración o, mejor diríamos, confesión a las dos mujeres de su vida fluye con excelente estilo, con reflexiones que le llevan a lector a pensar en el paso del tiempo, en la memoria de las relaciones personales, en las complicidades necesarias en toda pareja para no caer en el “tedio”, en esas cenas en celebración de San Valentín tan tristes que terminan con el acta de defunción de una vida juntos que ya no tiene ningún sentido. Si la novela, como en alguna ocasión ha confesado el propio autor, pretende ser una reflexión sobre el desgaste del amor en pareja, podemos decir que el objetivo a primera lectura está conseguido. Y sin embargo… El personaje de Luis es tan excesivo que pasa de patético a gilipollas en unas cuantas páginas iniciales, perfil que mantiene e intensifica a lo largo de toda la novela. Entre las “virtudes” que adornan al personaje se puede contar el desprecio hacia los demás, en particular el insulto gratuito a la compañera de trabajo, la gorda tetona, con quien en un momento de debilidad provocado por el alcohol mantuvo relaciones sexuales, cuyo recuerdo ahora le asquea; o tildar de pedófilo a un compañero de su amante, porque este ha pretendido invitarla a una copa. Descalificaciones de toda punto innecesarias pero que ya nos advierten de la catadura moral de quien le está confesando a su amante (otro rasgo de cinismo) que sus días perfectos son pasarlos en la cama con ella, pues la relación que mantiene con su mujer ya es una pesada carga de la que no puede o no sabe desprenderse. Y en el colmo de la gilipollez esnobista, el amigo Luis se dedica a reparar y pintar en sus ratos libres motos antiguas y a hacer escabeches para sus amigos. Y así a lo largo de toda la novela, hasta convertirse en un ridículo insufrible. Todo un personaje el tal Luis. Pero no nos equivoquemos, la culpa, evidentemente, no la tiene Luis, sino su creador, que ha querido hacer una novela sobre el desgaste del amor en pareja, y le ha salido como el culo. ¡Ah! Por cierto, no se pierdan la crítica a esta novela en el Diario de Sevilla (1-08-2021). Sin palabras. José López Romero.   

  

viernes, 20 de mayo de 2022

CHINO

Aunque soy arte y parte en este asunto, aunque muy indirecta, no me resisto a dedicar este breve artículo a una iniciativa que, con objetividad, me atrevería a calificar de interesante y provechosa. Me refiero a los cuatro libros o cuatro traducciones que lleva ya publicados el Aula Confucio del I.E.S. Padre Luis Coloma, en una línea de publicaciones que en estos cuatro años ha tenido como objetivo unir la cultura jerezana con la lengua china. De acuerdo con ese propósito, mis adjetivos adquieren todo su sentido: interesante y provechoso. Empezamos con un texto emblemático, el cuento por excelencia más conocido del autor que le da nombre al centro ‘Ratón Pérez’ (editorial Peripecias, 2018); seguimos al año siguiente con una selección de los aforismos de José Mateos que el propio autor tituló ‘Silencios escogidos’, una antología de sus textos que obtuvo el Premio Torino in Sintesi y que cuidó el mismo Mateos (editorial Canto y Cuento, 2019); el pasado 2020 vio la luz la traducción al chino del poemario de Pepa Parra ‘De profesión, viajera’ (ed. Canto y Cuento 2020), que había obtenido dos años antes el XI Premio de poesía para niños “El Príncipe Preguntón”. Después de un curso condicionado por la pandemia, a finales del mes pasado se presentó con motivo de la Semana Cultural China en el I.E.S. P. L. Coloma la traducción de ‘El pacto y otras novelas cortas’ de Sebastián Rubiales Bonilla, editado también por Canto y Cuento. Tanto José Mateos como Pepa Parra y Sebastián Rubiales mantuvieron con las traductoras chinas no pocas y complicadas conversaciones para explicarles el sentido de sus textos. La implicación y trabajo de los autores y de las profesoras de chino, con Jinliang Li a la cabeza, en estos proyectos han sido encomiables. Y sus frutos son los textos en edición bilingüe que han visto la luz. Una iniciativa ya consolidada que es uno de los emblemas del Aula Confucio del I.E.S. Padre Luis Coloma. Un magnífico grano de arena en esa interculturalidad de que tan necesitados estamos. José López Romero. 

viernes, 22 de abril de 2022

HOY COMO AYER

“Algunos años ha que volví yo a mi antigua ociosidad, y, pensando que aún duraban los siglos donde corrían mis alabanzas, volví a componer algunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño; quiero decir que no hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían que las tenía; y así, las arrinconé en un cofre y las consagré y condené al perpetuo silencio.”. Así se lamentaba con más resignación que amargura don Miguel de Cervantes en su prólogo a las ‘Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados’ que publicara en 1615 (en M. de Cervantes, ‘Comedias y tragedias’, Madrid, RAE, Espasa, 2015). Más de una veintena o treinta contaba el propio D. Miguel que había escrito en la década de 1580 y que habían logrado la aceptación general del público (“que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni barahúndas”). Pero es en el mismo prólogo a las ‘Ocho comedias…’ donde termina reconociendo la irrupción como si de un terremoto para los corrales de finales del siglo XVI se tratara del gran Lope de Vega: “y entró luego el monstruo de naturaleza, el gran Lope de Vega, y alzose con la monarquía cómica; avasalló y puso debajo de su juridición a todos los farsantes; llenó el mundo de comedias proprias, felices y bien razonadas, y tantas, que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos, y todas (que es una de las mayores cosas que puede decirse) las ha visto representar, o oído decir, por lo menos, que se han representado.” Con todo, nunca Cervantes despreció o tuvo en menos sus propias obras en comparación con las ajenas, e incluso se arrogó ciertas innovaciones (“me atreví a reducir las comedias a tres jornadas, de cinco que tenían; mostré, o, por mejor decir, fui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general y gustoso aplauso de los oyentes.”), ni abjuró de un arte de hacer comedias y tragedias con buen gusto y honesto propósito, que alegraran, admirasen y suspendieran a los espectadores. Y, por el contrario, se lamentaba del éxito de “las comedias actuales: llenas de disparates y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, y no de otra manera.”. Cuatro siglos más tarde leemos. “Si un editor tiene un libro entre las manos que sabe que es venenoso, pero se trata de un veneno que el público demanda, lo editará. Si a un escritor se le ofrece redactar quinientas páginas repletas de clichés y fórmulas oxidadas con que envenenar a sus lectores, y si ese ofrecimiento comporta una suma nada despreciable de dinero, lo escribirá” (Carlos Segovia, “Morirás envenenado”, en AA.VV. ‘Nueva carta sobre el comercio de libros’, Playa de Ákaba, 2014). Hoy como ayer “lo serio es vender productos, hacer caja a base de nombres, rostros, textos de fácil digestión y rápida evacuación. Para qué empeñarse en hacer las cosas bien cuando lo malo vende más y mejor”. José López Romero.

viernes, 8 de abril de 2022

DECIDIDAMENTE NO

No. Decididamente no. Ella era una escritora de éxito. Y no pocos sacrificios y penalidades le había costado llegar hasta allí. Pero lo que cada vez le provocaba más pereza era la exposición pública. Eso de estar siempre atenta al lacito que debía ponerse en la solapa; eso de firmar manifiestos que le ponían por delante, sin leer siquiera; y eso de asistir a las manifestaciones en contra de lo que fuera o a favor de ya no sabía qué causa, pero siempre en primera línea para que la viesen bien y poder rentabilizar su presencia, cada vez le resultaba más molesto y hasta ingrato. ¡Y ahora la maldita guerra! Y para colmo a un loco, a un descontrolado se le había ocurrido preguntar públicamente qué estaban haciendo los intelectuales, los artistas los escritores de este país por los millones de víctimas, por los refugiados, por las familias que lo han perdido todo, por los miles de niños sin hogar; que no bastaba firmar documentitos y manifiestos, con ponerse un lacito en la chaqueta con los colores de Ucrania, que eso de asistir a las manifestaciones tras de una pancarta ya no era suficiente, que había que dar un paso al frente y ayudar económicamente, acoger a esas familias… sobre todo ellos, que disfrutaban de una posición desahogada, que vivían mimados por el nuevo régimen que pagaba escrupulosamente los servicios prestados con premios y galardones. Y ella se removía en su sofá de cuero leyendo en el periódico la soflama de aquel energúmeno que reclamaba tamaño sacrificio, porque todos debíamos arrimar el hombro –decía-, y que ahora era el tiempo de la solidaridad, de la generosidad, palabras con las que tanto se les había llenado la boca. No. Ella no estaba dispuesta a ese sacrificio, a complicarse la vida metiendo en su casa a una familia, por muy refugiada que fuera. En todo caso, se indignaba, que las acojan esas políticas, las de la diplomacia de precisión, así les darían un sentido a sus vidas, se decía con sarcasmo mientras su mirada se perdía en un hermoso atardecer frente al mar. José López Romero.

viernes, 25 de marzo de 2022

INVASIÓN

En septiembre de 1540 una armada turca, al mando de Acenagaga, uno de los hombres de confianza de Barbarroja, el gran almirante y corsario otomano invadía o, mejor dicho, hacía una incursión en las costas españolas, en concreto en Gibraltar, plaza de ubicación estratégica, entrada al continente africano y vigía de los movimientos de las continuas armadas que se preparaban sobre todo en Argel y que no tenían otro objetivo que hostigar las costas cristianas del mediterráneo. Del saco que sufrió la plaza, en pérdida de vidas, prisioneros para ser vendidos como esclavos y todos los bienes que pudieron robar los turcos, nos da cumplida cuenta el escritor Pedro Barrantes Maldonado en su ‘Diálogo entre Pedro Barrantes Maldonado y un caballero extranjero’ (editorial Renacimiento, Espuela de Plata, 2009). Un Barrantes que unía a su actividad de escritor la de soldado (según el modelo del caballero renacentista: las armas y las letras) y que intervino en la campaña de defensa y socorro de Gibraltar en aquellas jornadas, ya que por aquel año residía en Sanlúcar de Barrameda, al servicio del Duque de Medina Sidonia, a quien acompañó en tal empresa. Por carta del propio Duque conocemos que “Por la hora que me vino el aviso de lo de Gibraltar, me partí con toda la gente de pie y de caballo de esta mi tierra para allá, lo mismo hizo la ciudad de Jerez. Llegado a Medina eran salidos cien lanzas y quinientos peones a socorrer aquella ciudad y que de Jimena, que está cinco leguas de ella, había ido toda la gente de caballo y de pie con muchos bastimentos y con otras provisiones”. Y la misma ayuda prestó la ciudad de Sevilla, que días después del saco, envió una carta al emperador Carlos con la súplica de que atendiera la necesidad de fortificar la plaza “y proveerla de armas y de gente que convenga para su guarda y defensa”. La incursión, como era habitual en la época, apenas duró una jornada, el tiempo necesario para hacerse con un suculento botín en seres humanos y bienes materiales. Pero en este caso, la jugada no les salió a los turcos tan a su gusto como se felicitaban satisfechos después del saqueo y ya en alta mar, pues a su encuentro salió don Bernardino de Mendoza, general de la armada de España, y en combate naval “venció, mató y cautivó la mayor parte dellos, y les tomó diez navíos y libertó setecientos y cincuenta cristianos”, como nos cuenta Barrantes en la segunda parte de su libro. Esta crónica que ahora leemos por una parte como pieza de valor literario, pues es un excelente ejemplo y modelo de uno de los géneros renacentistas por excelencia como es el diálogo, y por otra, como una página más de nuestra historia, de un tiempo ya lejano y cerrado, se vuelve trágicamente a abrir, alcanza  terrible vigencia y actualidad porque siempre, sea el tiempo que sea, hay un monstruo que en su delirio de locura decide una y otra vez repetir hechos históricos que creíamos que solo pertenecían ya a la literatura. José López Romero.

  

domingo, 13 de marzo de 2022

LA FAMILIA

“Estoy ahora leyendo con mi hija ‘El buscón’ de Quevedo”, me dijo el otro día un compañero en las siempre sufridas labores de la docencia, aunque no de la literaria. Y pensé que aquella lectura al alimón entre padre e hija no era mal método para iniciar a los jóvenes en el gusto por los clásicos, tan olvidados en estos tiempos. Y el comentario sobre el manejo de ediciones de obras, como esta de don Francisco, que requieren de un buen aparato de notas aclaratorias al texto, por la cantidad de giros, de modismos propios de la época, trajo de la mano el lamento, por frecuente ya tópico, de ese destierro que padecen nuestro clásicos en aras de al menos conseguir lectores con productos de entretenimiento, muchos de ellos de dudosa calidad. Todo sea por hacer lectores, aunque a costa de lo más sagrado.  ¡Animación a la lectura! es el grito desesperado que se oye en las aulas, en las bibliotecas públicas... La lectura como el medio para desarrollar las capacidades lingüísticas, las escritas y las orales, en franco y casi irreversible retroceso entre nuestros jóvenes. Eran sin duda otros tiempos en los que el alumnado disfrutaba de un buen análisis de ‘La Celestina’, por poner un ejemplo que me trae, nostálgico, recuerdos conmovedores. ¡Qué podemos esperar de estos tiempos de ahora, en los que nuestros menores se pasan más de 730 horas al año colgados de Internet, es decir, más de un mes de cada año de sus vidas! Tiempo que hurtan a otras actividades, sean deportivas o lectoras, tan sanas ambas. Consintamos pero negociemos. Acojamos a Internet como uno más de la familia y sentemos incluso a la mesa a los móviles, pero a cambio dediquemos un mueble, al menos una estantería de nuestras casas a los libros, y reservemos un anaquel para los clásicos. Quizá un día los leamos con nuestros hijos. Porque como la educación, el hábito de leer debe adquirirse y traerse de casa. José López Romero.

  

domingo, 27 de febrero de 2022

DOS PÁGINAS DE LA MISMA HISTORIA

 “¡Ah, viejo de la barca! ¿No oyes? Espera, no te partas, respóndeme a lo que quiero preguntarte”. “¿Quién será este presuntuoso arrogante que con tanta furia camina y con tanta priesa me llama?... Estraño debe ser este. Sin pies ni manos camina, la cabeça hendida… degollado y con dos estocadas por los pechos… Camina, si quieres, que me haces perder el tiempo… entra y dime quién eres”. “¿Acaso no conoces a don Pedro Luis Farnesio, hijo natural de Alejandro Farnesio, que fuera Papa bajo el título de Paulo III, y que por obra y gracia de mi ilustre padre soy duque de Castro, de Parma y Piacenza, marqués de Novara, capitán general y confalonier de la Iglesia?”. “¡Ya, ya! Pues cómo tu padre con toda su dignidad no te avisó y protegió de la desastrada muerte que por tu aspecto has tenido y de este último viaje en esta barca y con esta canalla a la que ahora, con todos tus títulos, perteneces? Toma asiento y cállate” (‘Diálogo entre Caronte y el ánima de Pier Luigi Farnesio’ S. XVI). Con un gesto de desprecio y no sin altanería, el Farnesio se dispuso a cumplir con su postrer destino. Mientras, su cabeza no paraba de rumiar su triste suerte, de lamentar cuantas acciones o traiciones le habían llevado hasta allí y en aquellas condiciones. Sin duda el emperador estaba detrás de todo aquello. Sí. Aunque no era para menos –ahora lo reconocía-. Su padre que lo había llenado de títulos, honores y riquezas también le había encomendado quehaceres e intrigas que él sabía no le iban a llevar a buen fin. Y aunque por los años 1527-1528 había ayudado a Carlos V en las guerras contra los franceses en la Italia meridional, e incluso años más tarde había participado activamente en las negociaciones de paz entre Francisco I, el rey francés, y el emperador español, este no le había perdonado a Paulo III su sospechosa neutralidad y, por consiguiente, su falta de apoyo a la política imperial, sus intrigas con Francisco I y, lo que era más grave, ¡había llegado a entablar conversaciones con el Turco! Que al llegar a oídos de Carlos V lo había tomado como una traición a toda la Cristiandad que debía tener su cumplida respuesta y sus consecuencias. Y el castigo a tanto despropósito y tantas ambigüedades le había tocado a él. El 10 de septiembre de 1547, era asesinado en la fortaleza de Piacenza el duque Pier Luigi Farnesio a manos de Ferrante Gonzaga y de un grupo de nobles plasentinos, bajo cuyas manos manchadas de sangre se puede adivinar la sombra alargada y todopoderosa del emperador Carlos V que, con la muerte del bastardo, castigaba el nepotismo, la ambición sin límites y las intrigas de su padre Alejandro Farnesio, el papa Paulo III. “La cabeça hendida, degollado y con dos estocadas por los pechos”. Casi cuatro siglos más tarde, el 28 de abril de 1945, Benito Mussolini, el Duce, era sumariamente ejecutado. Su cuerpo y el de Claretta Petacci, su amante, fueron trasladados a Milán y “abandonados en la plaza de Loreto, para que una muchedumbre enfurecida los insultase y maltratase físicamente. Después fueron colgados boca abajo de una viga de metal sobre una gasolinera en la plaza. Los cadáveres fueron azotados, disparados y golpeados con martillos”. Seguramente Caronte ya no se extrañaría del aspecto de sus nuevos pasajeros. José López Romero.

viernes, 4 de febrero de 2022

DON ANTONIO PRIETO

El pasado 23 de noviembre moría en Madrid Antonio Prieto. Los medios de comunicación, sobre todo escritos, le dedicaron la consabida necrológica, unas más emotivas que la mayoría, las cuales destacaron haber sido uno de los primeros Premios Planeta con su novela ‘Tres pisadas de hombre’. Poca letra impresa para quien fue mucho más que el ganador de dicho premio en 1955, tiempos en los que el Planeta aún no se había bastardeado. Nada que ver con el reguero de tinta, papel y tiempo que les suelen dedicar los medios a otras figuras de nuestras letras; homenaje merecido sin duda, nada que objetar, pero en los que se ven los agravios comparativos. Aunque ya se sabe: en este país no basta con ser un buen escritor, excelente filólogo, catedrático de Literatura Española de la Universidad Complutense y tener un enorme bagaje de publicaciones sobre nuestra literatura áurea, porque si no has aparecido en los medios de comunicación oficiales del nuevo régimen, si solo has permanecido en el silencio de las salas de investigadores de las bibliotecas y te has consagrado a tus clases, si no has levantado la voz para nada, si no has llevado ningún lacito en la solapa de la chaqueta, si no has tenido a tu disposición el diario boletín oficial del gobierno, te caes muerto y ni te miran o te escribe la necrológica el becario de turno. Porque todo eso fue y no quiso ser Antonio Prieto. Un humanista moderno, un sabio de nuestra literatura clásica, un hombre encerrado en sus estudios literarios, de los que destacamos los dos tomos dedicados a la poesía española del siglo XVI, publicados ambos en Cátedra, estudios en los que muchos aprendimos a profundizar en los grandes poetas de nuestro Renacimiento; o el tomo sobre la prosa del XVI (también en Cátedra), ensayos en los que Antonio Prieto vertió lo mejor de su saber sobre una época literaria que conocía como pocos. Descanse en la paz y en el silencio de los sabios. José López Romero.

viernes, 21 de enero de 2022

AUTOBOMBOGRAFÍAS

Vaya por delante la confesión: no he leído la flamante autobiografía de Miguel Bosé, y ni permita Dios que tal haga según las tres o cuatro noticias que han destacado todos los medios de comunicación antes y después de la presentación en la que la editorial Espasa, otrora seria editorial (pero el negocio es el negocio), no ha escatimado medios para la promoción y en la que el protagonista tampoco ha sido tacaño en el esfuerzo con esas dos o tres frases escandalosas que incitan a la lectura (Vade retro). Ya me topé hace un tiempo con esas autobiografías complacientes en las que el autohomenajeado casi acaba él solito con el régimen de Franco o prácticamente refundó el PCE en la mesa camilla de su sala de estar… Ya conocemos el paño que gastan estas autobombografías. Incluso cuando confiesan haber sido unos malotes, lo hacen con tanta vanidad que a cualquier lector le puede provocar arqueadas. Ahora Miguel Bosé se deja caer con una revisión en profundidad de las relaciones que mantuvo con sus progenitores, especialmente con el padre, quien por la sensibilidad a flor de piel del adolescente que cantaba “Linda” le advirtió a su madre: “Lucía, que el niño va a ser maricón” (sic). Eso de saldar cuentas con los padres cuando ellos ya están un poquito más que muertos, parece ser una constante, forma parte de los tópicos manejados para las autobombografías; pero seguramente si no se hubiera llamado Dominguín Bosé lo mismo “Linda” o “Bandido” las hubiera cantado en un club del tres al cuarto, por no decir de alterne. Además, ¿por qué en vez de Bosé no se puso como nombre artístico “La Bipolar” (tomo prestado el mote de una novela de E. Mendicutti)? ¿Qué esperaba Miguel de su padre, el que pregonó a los cuatro vientos que se había acostado con Ava Gardner en la plenitud del Franquismo? José López Romero.