Julio Cortázar
"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)
viernes, 26 de enero de 2024
SANGRE, SUDOR Y SEXO
“Padre (¡mi hijo!, posición de alerta)
¿cómo van esas “novelitas” (la ironía se mastica) con las que os entretenéis tu
amigo Ramón y tú? Yo no les veo mucho color, sinceramente (ahora le ha dado al
niño por la crítica literaria). Mira, sin ir más lejos, a Carmen Mola con ‘La
novia gitana’ y dos o tres más y ya tienen el premio Planeta”. “Ahí te ha dado,
father -mi hija, ¡extrañamente de acuerdo con el hermano! ¡el mundo al revés!-
Y tiene toda la razón. En vuestras novelas se echa en falta más sangre, descuartizamientos,
dos o tres hachazos en la yugular… (mi hija viniéndose arriba), que cuando el
lector abra la novela le salpique…”, “y sexo -interviene mi hijo, con la única
neurona que dicen que tenemos los hombres en plena ebullición-, que el pobre
inspector Castilla le dé una alegría a ese cuerpo, que se enrolle de una vez
con Lina y se peguen un buen revolcón, de esos que se le quitan a uno las penas
del sentío” (mi hijo también viniéndose arriba). Después de esta lluvia de
ideas familiar me acordé de cierta intervención de un director de cine (o era
productor, no sé ni dónde ni a quién se la oí), que aseguraba que la base del éxito
de una película estaba en las escenas de cama. Quizá este señor, e incluso mis
hijos tengan razón, y no hay mejor fórmula para atraer a lectores y espectadores
que una buena ración de sexo con sudor y unos buenos litros de sangre, que salpiquen
de entre las páginas o corran pantalla abajo. En cualquier caso, halagar la rijosidad
o la morbosidad del público con fines exclusivamente comerciales me parece falsear
la literatura y el cine y engañar a los incautos o excesivamente morbosos, más
cuando detrás del sexo, de su sudor, y la sangre no hay nada consistente, ni un
buen guion, ni una buena intriga, ni siquiera un mínimo hilo narrativo y un
diseño de personajes que salven la historia. “Entonces, padre, ¿qué? -insiste pertinaz
la neurona de mi hijo- de sexo en vuestras novelitas ni hablamos”, “y de sangre
menos, ¿no, father?”, mi hija que le ha dado hoy por la casquería. Pues creo que
no, porque la sangre es muy escandalosa, y el sexo mejor en directo que en
diferido. José López Romero.
viernes, 12 de enero de 2024
MARIPOSEO
“¡Cuántas veces me han confesado lectores
sin remedio que recordaban como si fuera ayer el primer libro que leyeron o el
que les deslumbró y lo convirtieron a esta religión, cada vez con menos
vocaciones, que es la lectura!”, me comentaba el otro día una amiga, cuya
profesión de fe quedaba fuera de toda duda. “¡Y, por el contrario, cuántos
otros lectores que se pasan mariposeando de autor en autor, de género en género,
de libro en libro, y nada. Que no dan con el que le produce ese chasquido en el
corazón o en la cabeza que eleva a estos libros a esa categoría solo para
elegidos de “libro de cabecera”! ¡Y mira si hay libros!”, seguía reflexionando
en voz alta mi amiga. “Como en la vida, querida -quise cortar su monólogo-. Ese
mariposeo me recuerda a un amigo que desde que falló un penalti (no sé si
contra un equipo canario) está dando tantos bandazos que aún no ha encontrado lo
que él llama “el libro de su vida”. Con
un gesto en el que adiviné un “¿a qué viene eso?”, prosiguió mi amiga sin prestarme
mucha atención: “Nunca me ha gustado la literatura juvenil. En el colegio me
obligaron a leer unos libros que casi me convierten al ateísmo lector; por
aquellos tiempos yo era más de tebeos. Y sin embargo, ahora, a mis años, no me atraen
como lectora las novelas gráficas, aunque reconozco que están muy bien
conseguidas, e incluso versiones de clásicos realizadas con mucho arte. Fue ya en
el Bachillerato cuando me puse a leer a los grandes autores. Me acuerdo -seguía
mi amiga en su monólogo- la lectura de ‘San Manuel Bueno, mártir’ o ‘La Colmena’,
o incluso ‘Tiempo de Silencio’, y la antología de la poesía del Siglo de Oro o ‘La
Celestina’, pero fueron los comentarios en clase los que me hicieron
profundizar en las claves de estas obras y apreciarlas en su excelente calidad.
Libros que me llevan cada vez que puedo a dar testimonio permanente de mi fe:
la lectura. Son los clásicos y eran otros tiempos, lo sé; pero a la buena
literatura siempre se termina por llegar por cualquier camino y en cualquier
momento”. José López Romero.
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