Ricardo Dudda publicó el pasado año en la editorial Libros del Asteroide ‘Mi padre alemán’, título que tomo prestado y modificado para este artículo. En su texto, Dudda más que una biografía de su padre, Gernot, un publicista de renombre en España a finales del siglo pasado, repasa la historia familiar partiendo de su abuelo, Richard, del que descubre a través de los documentos que conserva la familia que formó parte de la policía nazi. Pero lo que le interesa a Dudda con su libro no son los antecedentes más o menos oscuros de sus antepasados, sino el desarraigo que supone para toda una familia nacer en un país que ya no existe, con una nacionalidad que puede cambiar según cambian las fronteras y con una lengua que vas olvidando a medida que vas emigrando de un sitio en otro. Es otra de las terribles consecuencias de una guerra. Esos efectos “colaterales” que provocó, como cualquier otro conflicto bélico, la II Guerra Mundial y de los que nada se dice en los manuales, sólo en libros como el escrito por Ricardo Dudda. Gernot nació en 1940 en una pequeña ciudad alemana que después de la guerra pasó a ser polaca. Tuvo que pasar de la zona rusa de la Alemania ocupada a la Alemania Federal, y a sus ochenta y tres años vive en una casa frente al mar Mediterráneo, en la playa del Hoyo (Murcia), después de una vida dedicada a la publicidad. Sin haber sufrido una guerra ni sus consecuencias más inmediatas, quizá todos en cierto momento de la vida le debamos un libro a nuestros padres y abuelos, a nuestra familia. Los que nacimos en un seno familiar modesto, gente trabajadora, que intentaba que la generación siguiente mejorara las condiciones de vida de la anterior, sabemos de los sacrificios que tuvieron que hacer nuestros padres para ello. No tuvieron necesidad de emigrar, como muchos lo hicieron precisamente a la tierra de promisión que era para los trabajadores españoles Alemania, pero padecieron aquellos “años del hambre” que no olvidaron jamás y la larga travesía por la España en gris oscuro. La España del pluriempleo, de las letras con vencimiento a fin de mes y de las cuotas al Ocaso. Cada país ha tenido en la historia del peor siglo para Humanidad, el XX, su infierno. Este primer tercio del XXI no se presenta mejor. José López Romero.
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