¿Qué lector no ha echado sus primeros dientes con la
literatura de aventuras? ¿Por qué se recomienda, y a las declaraciones de
grandes escritores me remito, tan vivamente los clásicos del género como
lecturas apropiadas para cualquier edad, tiempo y espacio? Y si las aventuras
se desarrollan en paisajes bélicos, ya no falta ningún ingrediente para que la
novela sea cuando menos interesante y, sin duda, entretenida. Y éstas son las
cualidades que atesora esta ‘Tierra y destino’, novela escrita a cuatro manos, lo
que le añade un punto más de dificultad, a las que habría que sumar una bien
hilvanada trama narrativa, logradas descripciones y unos personajes que
representan lo que todo lector espera de este tipo de literatura. Sin que
falten tampoco los tópicos y escenas consustanciales al género, que podrían
haberse matizado. En ‘Tierra y destino’ son las guerras carlistas el fondo
sobre el que se proyecta la trama narrativa; guerras que marcaron buena parte
de nuestro siglo XIX. Y es la línea que divide Extremadura y La Mancha el marco geográfico donde
se desarrollan los acontecimientos que terminan desembocando en el
enfrentamiento del ejército carlista con las escasas fuerzas isabelinas.
Soldadesca, ambiente militar al que se incorporan en la narración las partidas
de facciosos y bandoleros, con sus jefes al frente, sobre todo Mariano Santos y
la participación, como no podía ser menos en el bando carlista, de don
Salvador, cura y tío de Santos. Pero en la novela son dos los personajes que se
destacan, dos veteranos militares, el húsar Louis F. D’Armagnac, y el coronel británico
Arthur de Flinter que, como aquellos duelistas de Conrad (un clásico del género
de aventuras), comienzan su feroz enemistad, que no es más que cordial
admiración, en la Guerra
de la Independencia
española, y que el destino los une de nuevo, veinticinco años más tarde, para
combatir juntos. ‘Tierra y destino’, J. Berrocal y A. Castro Sánchez. Ed. Carisma,
2012. José López Romero.
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