Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

sábado, 2 de febrero de 2013

1766, 1958, 2013


… Pero démosles más exactitud a los tres años que componen el título de este artículo: marzo de 1766, 18 de diciembre de 1958 y enero de 2013. ¿Qué tienen en común estas tres fechas? Es el trabajo que algunas veces les ponemos a nuestros alumnos para que al tiempo que descifran un enigma literario, se familiaricen con el uso de las nuevas tecnologías. Pero aquí no se trata se poner al amable y generoso lector deberes, por lo que paso a desvelar el misterio. En marzo de 1766 tiene lugar en Madrid, aunque con derivaciones por diversas capitales del reino de España, el famoso “motín de Esquilache”. Y aunque la historiografía se ha ocupado de este suceso en múltiples ocasiones, aún no quedan del todo claros  los instigadores (jesuitas, rancia nobleza castellana) de las masas, cuyo levantamiento y revuelta provocaron la destitución de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache y ministro del rey Carlos III. Lo último que desató la furia del pueblo madrileño fue el bando que obligaba al corte de la capa y del sombrero para que los criminales no pudiesen hacer sus fechorías amparados en la ocultación de su identidad. El 18 de diciembre de 1958 se representa por vez primera en el teatro Español de Madrid el drama de Antonio Buero Vallejo ‘Un soñador para un pueblo’, en el que el gran dramaturgo utilizaba el famoso motín y el acoso y derribo de Esquilache para mostrarnos una perspectiva menos histórica y más universal del alma o de la idiosincrasia del pueblo español: el rechazo de cualquier reforma, aunque éstas sean en su propio beneficio: el pavimentado de las calles, el alumbrado público, el alcantarillado, junto con el corte de las capas y sombreros, eran las reformas puestas en práctica por Esquilache, certificadas por el propio Carlos III, contra las que se amotina la masa ignorante, deslenguada, sinvergüenza y violenta, el populacho en su expresión más primitiva y soez. Es el calesero Bernardo en quien representa Buero Vallejo lo peor del pueblo español, los más bajos instintos, la masa amorfa que se deja manipular por unas cuantas monedas, en contraposición a esa otra parte del pueblo, representada por Fernandita, criada de Esquilache, que advierte en el ministro y sus reformas la única manera de convertir a España en un país moderno. Durante los últimos días del pasado mes de enero (2013), me han sorprendido unas imágenes vistas en tv.: grupos de jóvenes insultando a los jugadores y entrenadores del Sevilla y del Valencia, por no hablar del apedreamiento del autobús del Xerez C.D. Gente soez, deslenguada, ordinaria, violenta que solo encuentra distracción en insultar y agredir al prójimo. Es fácil echar las culpas a la sociedad y a la crisis, pero si estos jóvenes gastaran sus energías en buscar trabajo o en formarse, estudiar para conseguirlo, quizá alguno encontraría un medio con que ganarse la vida. Han pasado dos siglos y medio desde el motín, y medio siglo desde la representación del drama, pero mientras se apedreen bibliotecas y bomberos, en España por desgracia seguirá habiendo muchos Bernardos y pocas Fernanditas. José López Romero.

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