En ‘Blanco nocturno’, una magnífica novela de Ricardo
Piglia, aparece de pasada en la trama policiaca que en ella se desarrolla un
personaje oscuro, apenas esbozado con unas leves pinceladas descriptivas: la
madre de las hermanas Belladona. En las confidencias que le hace una de ellas,
Sofía, al periodista y narrador Emilio Renzi, le comenta que su madre es una
lectora compulsiva, es más, la lectura es la única actividad que la mantiene en
un estado normal. Aislada voluntariamente de la vida familiar, apenas sale de
sus habitaciones, si no es para seguir leyendo en el jardín de la casa. “¿Y qué
lee?”, le pregunta Renzi a Sofía. “Novelas. Llegan en grandes paquetes una vez por
mes las entregas para mi madre. Las encarga por teléfono”, comenta. Pero lo más
interesante de la compulsión de la señora es el método de lectura. “siempre lee
todo lo que ha escrito un novelista que le interesa. Todo Giorgio Bassani, todo
Jane Austin, todo Henry James, todo…” y Sofía va citando autores entre los que
destacamos a Moravia, Galdós, Huxley o Carson McCullers. Un método que me llamó
la atención porque a más de un lector sin remedio, es decir, compulsivo, he
conocido con ese mismo procedimiento de lectura, que tiene por único rigor el
“todo de…”. Digo más, yo mismo lo he seguido y lo sigo con algunos escritores a
los que me acerco por primera vez, y que me interesan tanto que no dudo en
hacerme con todo o buena parte de lo que puedo encontrar en librerías. Me
dediqué por un tiempo a leer toda la novela española decimonónica que caía en
mis manos y debo confesar que si algunos autores y novelas han resistido una
segunda lectura (Galdós, ‘La regenta’), por otros ha pasado ya demasiado tiempo
o no era, cuando los volví a tomar, el momento adecuado (Pereda). O el fervor
con que me sumergí en aquel “boom” latinoamericano. Mis últimas compulsiones
han sido Julian Barnes, Michel Houellebecq y Jorge Ibargüengoitia. Y por
supuesto, Ricardo Piglia. José López Romero.
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