En 1617 Pedro de Torres Rámila, a la
sazón maestro de Gramática en la Universidad de Alcalá, publicó un opúsculo
titulado la Spongia, del que
lamentablemente no se conserva ningún ejemplar, y que solo conocemos por la Expostulatio Spongiae, defensa que bajo
el pseudónimo de Julio Columbario escribieron Lope de Vega y sus amigos contra
el texto del gramático, del que copian variados fragmentos, pues la Spongia no es más que un ataque contra
algunas obras del gran Lope, el llamado por Cervantes “fénix de los ingenios
españoles, monstruo de la naturaleza”. Estos datos, que recojo del excelente
trabajo de Xavier Tubau (“Temas e ideas de una obra perdida: la Spongia (1617) de Pedro de Torres
Rámila”, en Revista de Filología Española,
XC, 2010), ponen de manifiesto o demuestran varios aspectos de la vida
literaria de aquellos tiempos tan fecundos que se han dado en llamar la Edad de
Oro de nuestras letras; entre estos aspectos, que las disputas literarias,
muchas de las cuales derivaban o degeneraban en el insulto personal de unos
contra otros, tan celebrados como conocidos por todos, no era más que la
anécdota, y como tal intrascendente y escandalosa, de una crítica o reflexión
rigurosa sobre los principios literarios, sobre cánones y dogmas que
proliferaron a lo largo de los siglos XVI y XVII, y cuyo estudio o conocimiento
más profundo se reduce a especialistas y tesis doctorales. La Spongia es una muestra de ese ambiente,
de ese hervidero en el que también podríamos inscribir la interesante Perinola que escribió Quevedo contra el
dramaturgo y fiel amigo de Lope Juan Pérez de Montalbán (ver Diario de Jerez, 5
de junio de 2015), y que no dejaba títere con cabeza o, dicho de otro modo, no
respetaba ni a los más sagrados ingenios, entre los que por supuesto debe contarse
a Lope. La crítica de la Spongia iba
dirigida (seguimos a Xavier Tubau) contra cuatro obras de Lope: La Arcadia, La hermosura de Angélica, La
Dragontea y La Jerusalén conquistada.
Bajo planteamientos aristotélicos, Torres Rámila censura el poco decoro de los
pastores (hablan como nobles) de La
Arcadia y la estructura o composición y el diseño de personajes de las
otras tres obras; en definitiva, se critica la imitación de los clásicos, sobre
todo de los italianos, llevada a cabo por Lope. Las llamadas en otro tiempo
“retórica” o “poética” hace ya algún siglo que han desaparecido de la
literatura (las últimas grandes las podríamos localizar en el XVIII), y hoy
cada poeta tiene su poética (véanse algunas introducciones a antologías), cada
narrador sus propios principios sin traicionar del todo el clásico de la
verosimilitud; y así, sin cánones a los que agarrarse, sin principios
establecidos por los que regirse, la literatura campa a sus anchas, con una
libertad a veces inquietante para un lector que solo pretende de ella aquel
“planteamiento, nudo y desenlace” que tan bien supo llevar a nuestro teatro
clásico el gran Lope de Vega. José López Romero.
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