Hay libros que, como diría
Borges aunque con otra intención, “ya nunca abriré”, pero cuando cerré el otro
día Un año en la otra vida, la última
publicación de José Mateos (editorial Pre-textos, 2015), tuve la sensación de
que no había acabado su lectura, de que muchas cosas me quedaban por leer de
él, de que lo había cerrado, en definitiva, para abrirlo de nuevo dentro de un
tiempo. Un año exactamente, del 13 de octubre de 2013 al mismo día y mes pero
del 2014, abarca este a modo de diario de vivencias, emociones, experiencias,
reflexiones… que Pepe Mateos va consignando en fechas, pero sobre todo
transmitiéndonos y convirtiéndolas en palabras, en esas “grandes palabras que
no mienten”. El libro se llena de naturaleza a través de los paseos del
escritor: flores (el estallido de color de unas adelfas), pájaros (el canto del
jilguero), la playa, los arrabales de la ciudad, el camino a la Cartuja… porque
él confiesa: “Mi pasión, mi vicio, es pasear. Pasear y contemplarlo todo
mientras a veces escucho música por los auriculares. Qué maravilla poseer ojos
y oídos, Y que mis ojos y oídos comuniquen directamente con mi corazón”. Y es
desde el corazón desde donde Pepe Mateos nos descubre la belleza, la vida, pero
también la muerte. El diálogo que mantiene con apariciones de “la otra vida” es
una manera de intentar, a través de los recuerdos (la inolvidable sonrisa de
Luisa), de entender esta existencia de la que el poeta se resiste a reconocer
su naturaleza efímera, de ahí la necesidad de plasmar el disfrute, la emoción
de unas flores, de la lectura (constante presencia de libros), de la poesía, de
un amanecer, de la lluvia… El amor, la divinidad, la filosofía, la amistad, la
música, y hasta los objetos que nos acompañan a diario (el ruido del
frigorífico) y durante años y de los que apenas notamos su presencia (un
edredón), nada se escapa a la percepción de quien, “desde el dolor o desde la
alegría, solo he escrito aquí de lo que amo”. José López Romero.
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