“Me recuerdas a alguien que solo lee el
primer capítulo de un libro. Nunca llegas a averiguar qué sucede después”, le
reprocha su amigo Asif a Jay, el protagonista de ‘Intimidad’, la novela de
Hanif Kureishi que hace unas semanas reseñamos en esta página. Y esta frase me
ha llevado a recordar la pregunta, tan socorrida pero también tan esclarecedora,
que se le suele hacer en las entrevistas a toda persona relacionada de una
forma u otra con los libros o la cultura en general: “¿has dejado algún libro
sin terminar de leer?”. Y en las respuestas pocos son ya los que aseguran que
una vez abierto un libro no paran hasta terminarlo, aunque en ello empeñen
tiempo y esfuerzos baldíos. La gran mayoría confiesa que a lo largo de su vida
lectora, más de uno y de varios, por no decir muchos libros, se les han
resistido o, dicho de otro modo, son ellos, los lectores, los que no han tenido
la suficiente fuerza de voluntad para acabarlos, o lo han pensado mejor y han
decidido no invertir ese tiempo y ese esfuerzo en algo que en poco o nada les
va a beneficiar. Por mi parte, confieso que en mi ya lejana juventud fui lector
persistente hasta la terquedad: libro abierto, libro que debía acabar, hasta
que en un periodo de crisis lectora (todos pasamos en un momento u otro de
nuestras vidas por distintas crisis), tomé la difícil decisión de cerrar un
libro sin terminar. Aquel acto, no exento de una sensación de pecado fue, sin
duda y en cambio, una liberación. Liberación que, sin embargo, ahondó más la
crisis y atravesé un periodo de lector de las primeras veinte páginas, es
decir, en lector de primeros capítulos, como le reprochaba Asif a su amigo Jay.
Hace unas semanas me distraía soportando (¿o soportaba distraído?) la película
titulada ‘Alex y Emma’ (Kate Hudson y Luke Wilson), en la que Emma reconocía
que antes de empezar un libro, tenía que leer las últimas páginas; si estas le
llegaban a interesar, emprendía su lectura; un tipo cuando menos extraño o raro
de lectora esta Emma, como así se lo echaba en cara Alex. A veces la forma de
leer, nuestros hábitos lectores dicen mucho más de nuestra personalidad e incluso
nos definen de forma más clara que un psicoanálisis. Vivir la vida con la
inconstancia del lector de primeros capítulos (que es la verdadera intención de
Asif y de ahí su reproche a Jay), puede ser tan perjudicial como empecinarse en
terminar un libro que ya no nos va aportar nada, que en nada nos va a
beneficiar. Los libros son al fin y al cabo como las relaciones humanas: los
amigos de la infancia y juventud o aquellos que permanecen para toda la vida;
las novias y novios ocasionales (de primeros capítulos) y el libro que leeremos
una y otra vez hasta el fin de nuestros días; el trabajo que no nos gusta
porque aspiramos a un libro mejor… Y así, abrimos los libros de la misma forma
que conocemos a las personas. Algunas no aguantan ni las veinte primeras
páginas, y a otros (como los políticos) mejor conocerlos por las veinte
últimas. José López Romero.
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