Título de
la antología y también respuesta al propio editor del volumen, Chus Visor,
quien el año pasado se dejaba caer con unas declaraciones sobre la poesía
actual española, en la que venía a decir, entre otras perlas, que no hay
grandes voces femeninas en la lírica española desde principios del siglo
pasado. Lo curioso (el negocio induce a estas contradicciones) es que sea la
editorial de Visor en la que se haya publicado esta recopilación a cargo de
Raquel Lanseros y Ana Merino y que recoge una excelente muestra de la poesía
femenina desde 1886 hasta 1960. Ochenta y dos mujeres tanto españolas como
hispanoamericanas (“poetas en español del siglo XX” se subtitula la antología)
bien representadas a través de sus poemas y que nos dan una visión bastante
completa de casi toda una centuria de poesía femenina. Pero dos antologías más
han venido en pocas fechas a sumarse a la de Lanseros y Merino: ‘(Tras)lúcidas’ (Barleby
ediciones) coordinada por Marta López Vilar que viene casi a completar a aquella,
pues el periodo que abarca es de 1980 a 2016, poesía última por tanto; y ‘20
con 20’, a cargo de Rosa García Rayego y Marisol Sánchez Gómez (Huerga &
Fierro) y, sin olvidarnos de la ya lejana ‘Mujeres de carne y verso. Antología
poética femenina del siglo XX’ (La esfera de los libros, 2002). Una respuesta
en toda regla no solo a las declaraciones de Chus Visor, sino a todo (o a toda)
aquel que piense que la poesía escrita por mujeres es de poco interés o que
estas no alcanzan la altura de los hombres. En Literatura, como en casi todos
los órdenes de la vida y sus actividades, establecer comparaciones sexistas
poco provecho produce si no es la provocación por la provocación con los
consiguientes conflictos, a los que esta sociedad actual tan sensible y tan
alerta está, a menos que otros objetivos se persigan con ello, que al lector
normalmente se le escapa. Pero tampoco caigamos en el victimismo bajo cuyo
manto se esconde la mediocridad. José López Romero.
Julio Cortázar
"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)
viernes, 28 de octubre de 2016
viernes, 21 de octubre de 2016
MÁS QUE PALABRAS
Desde la
pérdida, tan triste como irreparable, del gran maestro don Fernando Lázaro
Carreter, y de ello ya hace una buena docena de años (2004), los que tenemos a
nuestra lengua como profesión, y en algunos casos también como devoción, una
sensación de cierta orfandad sentimos sin aquellos dardos en la palabra que don
Fernando con tanto tino y pulso firme escribía y publicaba en la prensa,
artículos que después reunió en dos volúmenes de obligada consulta para conocer
los engranajes de nuestro idioma y el uso, muchas veces chirriante, que de este
hacemos. Pues bien, el pasado verano la lectura de ‘Más que palabras’ del catedrático
y académico Pedro Álvarez de Miranda, me ha devuelto ese gusto e interés por
los asuntos y problemas lingüísticos con que leía los dardos de don Fernando. Y
a la manera de estos, el libro de Álvarez de Miranda es una colección de
artículos que su autor ha publicado previamente en otros medios, sobre todo en la
revista ‘Rinconete’ del Centro Virtual Cervantes. Destaca, y de ahí también la
referencia a los libros de Lázaro Carreter, la amenidad y, por momentos, la
fina ironía con que Álvarez de Miranda aborda los problemas, la mayoría
léxicos, que en sus artículos intenta aclarar y, especialmente, orientar al
lector. Porque, y esta es otra de sus virtudes y principios que el propio autor
defiende a lo largo del libro, no se trata en muchas ocasiones de aplicar la
norma con todo su rigor, sino más bien de describir usos, costumbres, e incluso
anomalías que una vez extendidas exigen cierto respeto, si no la
condescendencia del especialista. Para ello, admiramos el rastreo que el
lexicógrafo hace del origen de palabras y expresiones hasta llegar a la
aclaración de su devenir a lo largo del tiempo (expresiones como “Así se las
ponían a Fernando VII” o “pasarlas moradas”), o la divertida e interesante
confusión por deficiente lectura del manuscrito de un verso de Lope, que da
lugar a todo un altercado filológico; por no citar los artículos que dedica
Álvarez de Miranda a analizar las distintas variantes de algunas palabras
(“biruji”, “refanfinflar”), o el tan actual y lamentable problema del uso del
femenino/masculino (verduga/verdugo; modisto/modista). Pequeños ensayos en los
que, como decimos, el autor apenas quiere imponer la norma, aunque se muestra
escrupulosamente respetuoso con ella, sino mostrarnos a través de la historia
la plena vitalidad de una lengua. Y en esto Álvarez de Miranda nos da una
lección de cómo las palabras nacen (motivo de júbilo),
se reproducen (para nuestra satisfacción) y mueren, sin que tengamos la
obligación de celebrar un duelo con su consiguiente funeral y entierro; y es
labor del lexicólogo mostrarnos su procedencia, su uso, a ser posible el más
correcto, y dejar que los hablantes la empleen de la mejor manera posible, sin
rasgarnos las vestiduras. Un magnífico libro. José López Romero.
sábado, 8 de octubre de 2016
100 AÑOS
El pasado 29 de
septiembre hubiera cumplido don Antonio Buero Vallejo 100 años de vida, una
edad que solo alcanzan unos pocos privilegiados, quizá aquellos a los que se
les ha olvidado morirse o que la muerte se ha olvidado de ellos. No es el caso
de don Antonio, ni tampoco de Camilo José Cela quien también habría cumplido
ese número de años el ya lejano 11 de mayo. Y para conmemorar la fecha de este
último la RAE acaba de publicar la edición de una de sus mejores obras, ‘La
colmena’, con la inclusión en apéndice de los pasajes y páginas que la censura
prohibió en su edición española de 1963, aunque ya había aparecido la primera
en Buenos Aires en 1951. Y la misma RAE en su página web anuncia los actos que
se van a celebrar en honor de Buero Vallejo, aunque parece que no tiene
prevista la edición conmemorativa de ninguno de sus imprescindibles dramas,
pese a que estos también sufrieron las tijeras y la ignorancia de los censores
de turno, a cuya nómina perteneció el propio Cela. La historia de la literatura
española del siglo XX no se entiende sin estos dos grandes escritores, que
llenan por sí mismos dos capítulos esenciales de un periodo de la centuria
pasada, marcados por aquellos años posteriores al final de la guerra civil. En
el caso de Buero Vallejo con especial consecuencia, pues fue condenado a muerte
por aquellos tribunales militares franquistas que tan bien recrea Alberto
Méndez en el relato tercero de ‘Los girasoles ciegos’. Repasar las entrevistas
que en la red podemos encontrar de Buero, sobre todo la del programa “A fondo”,
es encontrarse no solo con el escritor, con el dramaturgo, el más importante de
la segunda mitad del siglo XX, sino sobre todo con un hombre que basó toda su
vida en esas virtudes que ahora echamos tan en falta en esta España de hoy: la
dignidad, la honestidad, la discreción. Las mismas virtudes que con tanta
maestría supo insuflar en sus personajes. Leer a Buero Vallejo es hoy una
necesidad, un ejercicio de higiene moral. José López Romero.
sábado, 1 de octubre de 2016
POKEMON GO
En la novela ‘El regreso
de Titmuss’ (Libros del Asteroide), que reseñamos más abajo, el médico Fred
Simcox recuerda cómo su predecesor en la consulta, el viejo doctor Salter,
cuando traía un niño o una niña al mundo siempre le daba la consabida palmada
en el culo y decía: “adelante, es lo máximo que puedo hacer por alguien que se
embarca en la vida”. Pues eso es, por lo que parece, lo que durante este verano
ha hecho la empresa Nintendo con el célebre fenómeno de los Pokemos, pero en
lugar de darles a sus seguidores una palmada, les ha dado una patada y los ha
puesto a andar, porque de eso se trataba o, al menos, así nos lo han querido
vender: hacer andar a una población demasiado ensillonada, sobre todo aquella
que precisamente juega en sus deletéreas consolas, fuente inagotable de
obesidad y colesterol. Visto así hasta habrá que darle a la empresa las
gracias. Pero cuando de movimiento de masas semovientes (y nunca mejor dicho)
se trata, la cosa se nos puede ir de las manos, y así atónito me quedaba al ver
en la tele reuniones masivas de perseguidores de esos muñecos, o viandantes que
arriesgaban su vida al cruzar una avenida con tal de alcanzar su presa. Así
visto, hasta habrá que reconocerle al invento su ingenio: una masa amorfa
detrás de unos muñecos con una de sus armas preferidas de la que no pueden
desprenderse: el móvil. Una de esas locuras de que solo son capaces los seres
humanos (no confundir con el ‘homo sapiens’). No hace mucho, apenas unos pocos
años, tanto mi compañero Ramón como yo en esta misma página celebrábamos la
idea puesta en práctica del fenómeno que se dio en llamar “bookcrossing”, es
decir, esos libros que un lector podía dejar en un lugar público (banco de una
plaza o de un jardín; un bar…) para que otro lector pudiera leerlo, en una
especie de cadena de lectura que en realidad encerraba mucho más que el simple
trasiego de mano en mano del libro, porque leer es sinónimo de compartir y la
lectura de complicidad. Pero por desgracia poco o nada sabemos ya de este
fenómeno del “bookcrossing’’, por lo que podemos deducir o imaginarnos su
fracaso estrepitoso; ni en los días en que los medios se hacían eco de ello,
nunca vimos en la tele masas de gente que se reunían en busca de los libros,
nadie ponía en riesgo su vida por leer antes que otro la novela que había
dejado su último lector en un banco público, nadie preguntaba por la calle si
habían visto un libro… Cuando me enteré por primera vez del famoso “pokémon go”
me asaltó la pregunta (en mi infinita ingenuidad) ¿por qué en vez de muñecos no
han elegido versos y así sus perseguidores se podían afanar en la tarea de
componer el poema? La respuesta es muy sencilla: el fulano colectivo, ese que
tiene la cabeza llena de colesterol, no movería un dedo de la mano que sostiene
su móvil, no daría ni un paso con toda su excesiva humanidad por la cultura. Y
eso es triste y desalentador. José López Romero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)