Desde la
pérdida, tan triste como irreparable, del gran maestro don Fernando Lázaro
Carreter, y de ello ya hace una buena docena de años (2004), los que tenemos a
nuestra lengua como profesión, y en algunos casos también como devoción, una
sensación de cierta orfandad sentimos sin aquellos dardos en la palabra que don
Fernando con tanto tino y pulso firme escribía y publicaba en la prensa,
artículos que después reunió en dos volúmenes de obligada consulta para conocer
los engranajes de nuestro idioma y el uso, muchas veces chirriante, que de este
hacemos. Pues bien, el pasado verano la lectura de ‘Más que palabras’ del catedrático
y académico Pedro Álvarez de Miranda, me ha devuelto ese gusto e interés por
los asuntos y problemas lingüísticos con que leía los dardos de don Fernando. Y
a la manera de estos, el libro de Álvarez de Miranda es una colección de
artículos que su autor ha publicado previamente en otros medios, sobre todo en la
revista ‘Rinconete’ del Centro Virtual Cervantes. Destaca, y de ahí también la
referencia a los libros de Lázaro Carreter, la amenidad y, por momentos, la
fina ironía con que Álvarez de Miranda aborda los problemas, la mayoría
léxicos, que en sus artículos intenta aclarar y, especialmente, orientar al
lector. Porque, y esta es otra de sus virtudes y principios que el propio autor
defiende a lo largo del libro, no se trata en muchas ocasiones de aplicar la
norma con todo su rigor, sino más bien de describir usos, costumbres, e incluso
anomalías que una vez extendidas exigen cierto respeto, si no la
condescendencia del especialista. Para ello, admiramos el rastreo que el
lexicógrafo hace del origen de palabras y expresiones hasta llegar a la
aclaración de su devenir a lo largo del tiempo (expresiones como “Así se las
ponían a Fernando VII” o “pasarlas moradas”), o la divertida e interesante
confusión por deficiente lectura del manuscrito de un verso de Lope, que da
lugar a todo un altercado filológico; por no citar los artículos que dedica
Álvarez de Miranda a analizar las distintas variantes de algunas palabras
(“biruji”, “refanfinflar”), o el tan actual y lamentable problema del uso del
femenino/masculino (verduga/verdugo; modisto/modista). Pequeños ensayos en los
que, como decimos, el autor apenas quiere imponer la norma, aunque se muestra
escrupulosamente respetuoso con ella, sino mostrarnos a través de la historia
la plena vitalidad de una lengua. Y en esto Álvarez de Miranda nos da una
lección de cómo las palabras nacen (motivo de júbilo),
se reproducen (para nuestra satisfacción) y mueren, sin que tengamos la
obligación de celebrar un duelo con su consiguiente funeral y entierro; y es
labor del lexicólogo mostrarnos su procedencia, su uso, a ser posible el más
correcto, y dejar que los hablantes la empleen de la mejor manera posible, sin
rasgarnos las vestiduras. Un magnífico libro. José López Romero.
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