El pasado 29 de
septiembre hubiera cumplido don Antonio Buero Vallejo 100 años de vida, una
edad que solo alcanzan unos pocos privilegiados, quizá aquellos a los que se
les ha olvidado morirse o que la muerte se ha olvidado de ellos. No es el caso
de don Antonio, ni tampoco de Camilo José Cela quien también habría cumplido
ese número de años el ya lejano 11 de mayo. Y para conmemorar la fecha de este
último la RAE acaba de publicar la edición de una de sus mejores obras, ‘La
colmena’, con la inclusión en apéndice de los pasajes y páginas que la censura
prohibió en su edición española de 1963, aunque ya había aparecido la primera
en Buenos Aires en 1951. Y la misma RAE en su página web anuncia los actos que
se van a celebrar en honor de Buero Vallejo, aunque parece que no tiene
prevista la edición conmemorativa de ninguno de sus imprescindibles dramas,
pese a que estos también sufrieron las tijeras y la ignorancia de los censores
de turno, a cuya nómina perteneció el propio Cela. La historia de la literatura
española del siglo XX no se entiende sin estos dos grandes escritores, que
llenan por sí mismos dos capítulos esenciales de un periodo de la centuria
pasada, marcados por aquellos años posteriores al final de la guerra civil. En
el caso de Buero Vallejo con especial consecuencia, pues fue condenado a muerte
por aquellos tribunales militares franquistas que tan bien recrea Alberto
Méndez en el relato tercero de ‘Los girasoles ciegos’. Repasar las entrevistas
que en la red podemos encontrar de Buero, sobre todo la del programa “A fondo”,
es encontrarse no solo con el escritor, con el dramaturgo, el más importante de
la segunda mitad del siglo XX, sino sobre todo con un hombre que basó toda su
vida en esas virtudes que ahora echamos tan en falta en esta España de hoy: la
dignidad, la honestidad, la discreción. Las mismas virtudes que con tanta
maestría supo insuflar en sus personajes. Leer a Buero Vallejo es hoy una
necesidad, un ejercicio de higiene moral. José López Romero.
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