“-Father…” (ya veo venir
a mi hija, y de inmediato alcanzo mis posiciones de defensa) “… como tú ya
sabes, a mí esto del problema catalán lo veo un poco lejos…” (¡claro! Ahora
está trabajando en Inglaterra), “… y me gustaría que con la brevedad que te
caracteriza (ironía), me lo expliques sucintamente. Dicho de otro modo, como
una de tus clases exprés (nunca he impartido clases exprés) y divulgativas, es
decir, “en plan” faena de aliño” (sarcasmo). Consciente de la guasa de la niña,
me impuse más que la brevedad, la concisión más precisa: “un grupo de
trapaceros y rufianes han declarado el si es no es de una república
inexistente”. “-Father, te has superado a ti mismo. Ahora entiendo menos que
antes. Igual que tus alumnos.” (puñalada ¿trapera?). “Pues ya que insistes
(ahora me tocaba a mí la ironía). Te lo voy a explicar con más detalle”. Y
empezaré por una cita: “habla para que te conozca y sepa quién eres”, y en este
sentido la declaración de independencia es todo un ejemplo para aplicar esta
cita: un político hueco que expresa una idea vacía, y si ya nos podíamos
suponer lo que era, sus palabras no han hecho más que confirmar y refrendar la
opinión inicial, ahora ya lo conocemos y sabemos quién es. Es el mismo vacío,
la misma oquedad que se advierte cuando utiliza términos como nación o patria,
porque “la patria es algo que cada individuo construye desde la decencia y
claridad de su propio ser. Por eso he dicho alguna vez que no deberíamos
enorgullecernos por ser de algún sitio, ni siquiera por tener una determinada
lengua –se puede ser perfectamente
imbécil en castellano, en inglés, en vasco, en catalán, en francés-. La
lengua materna en la que por casualidad hemos nacido tiene que hacerse lengua matriz,
convertirse en lengua propia hecha de libertad, de racionalidad y de
sensibilidad”. Utilizar y aplicar la razón y la ley, yo creo que no otra cosa
se les pide a los políticos, “el entrar en razón es, por supuesto, un amargo
despertar cuando la sinrazón nos cerca”. O dicho de otro modo: solo pedimos de
los que nos gobiernan el empeño de administrar lo público, lo que es de todos
con entrega absoluta a la justicia y a la verdad”. Y, en cambio, bajo el nombre
de una inexistencia lo que se ha conseguido por desgracia es “una guerra
perpetua y no declarada de una ciudad contra todas las demás… de una aldea
contra otra aldea… y una casa respecto de otra casa, y de un hombre respecto de
otro hombre”. Un enfrentamiento que recuerda otros tiempos tan negros como
estos, cuando todo nuestro empeño tendría que ir dirigido a luchar “por formar
una ciudad feliz… no ya estableciendo desigualdades y otorgando la dicha en
ella sola a unos cuantos, sino a la ciudad entera”. Nota importante: todas las
citas entrecomilladas proceden del libro ‘Los libros y la libertad’ del gran
Emilio Lledó (reseñado abajo), la mayoría pertenece a Platón y Aristóteles.
Nihil novum sub sole. Y una última perla del mismo libro: “apoderarse de la
educación, condicionarla y maltratarla, ha sido una de las pretensiones
fundamentales de toda tiranía”. José López Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario