Julio Cortázar

"Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página" (Julio Cortázar)
"Mientras se puede dar no se puede morir" (Marceline Desbordes-Valmore)

domingo, 1 de marzo de 2015

BIBLIOTERAPIA

“Novelas que curan”, “la biblioterapia literaria”, así se titulaba un reportaje que hace unas semanas leía en una de esas revistas dominicales, como si el psicólogo al que hace referencia el dicho reportaje hubiese inventado o hecho el descubrimiento del siglo. Es más, en el mismo texto se hacía alusión a como en el antiguo Egipto ya se consideraba la lectura como medicina para el alma. El método, según declaraciones del doctor Berthoud, consiste en pasarle al paciente previamente un cuestionario en el que este indique gustos y hábitos literarios y, ya metidos en faena psicológica, explique el momento vital por el que atraviesa; y tras una entrevista o sesión de unos 50 minutos, el paciente se lleva su tratamiento en el que se incluye la medicación y seis o siete libros para leer y posteriormente dar su opinión sobre ellos. Así, dice el propio Berthoud, los pacientes tienden a hablar con más distensión y naturalidad de sus problemas personales si toman como referencia los problemas de los personajes de las novelas recetadas. Porque descubrir las obsesiones o los defectos en los demás, aunque sean seres de ficción, y analizar y hasta criticar  su comportamiento, son formas que nos ayudan a superar nuestras propias carencias o debilidades. Nada nuevo bajo el sol, de ahí la alusión a los egipcios para los que ya la lectura, sin necesidad de indicaciones médicas, era por sí misma una fuente de salud. No hace falta demostración ninguna para afirmar categóricamente que las artes en general tienen propiedades terapéuticas, la música es un ejemplo palpable de ello, como la contemplación de una hermosa pintura o escultura produce en sanos y enfermos efectos medicinales; sin embargo, de la literatura estas cualidades no se habían puesto tan de manifiesto o no se les había dado la importancia que se les había concedido a las artes antes citadas. Y en cuanto se publique en español el libro “The Novel Cure”, que ya está al caer, y cuya autoría comparte Berthoud con su compañera de estudios de Literatura Inglesa en Cambridge Susan Ederkin, a nadie debería extrañar que las librerías cambiaran la distribución de libros en sus anaqueles en lugar de géneros, por enfermedades, y que a aquellas acudieran los pacientes con recetas médicas. O incluso que en las farmacias dedicaran algunas de sus estanterías a libros. O, echando más imaginación, las bibliotecas públicas se lleguen a convertir en hospitales.  Pero mucho me temo que en este país en el que tan poco nos gusta ir al médico, pero colapsamos las urgencias, terapias como la lectura de libros tienen los días contados. Ya me imagino a más de uno que ante un tratamiento de choque de cinco libros, con el fin de mitigar sobre todo su ignorancia y de paso algún complejo mal curado en su infancia,  le rogará al doctor “¿y no tendría usted aunque fueran unos supositorios?”. José López Romero.

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