“Father. ¿Qué te parece si en ARCO del año que viene
expongo un platito de esos “deliciosos” (el diminutivo y el adjetivo, ironía
materna) potajes que nos haces y le llamo “quien bien te quiere, te hará
llorar”?”. Mi hija que para esto de las pullitas tiene una retentiva
extraordinaria, había visto en la tele esa majestuosa obra de arte “el vaso
medio lleno”, que se vendió en 20.000 euros, o esa montaña de papel triturado
que alcanzó la cifra de 8.000. Ferias de arte como la de ARCO vuelven a poner
sobre la mesa el ya viejo tema del fraude en el arte moderno. A los que nos
hemos educado en un arte figurativo y, como mucho, podemos llegar a entender
que existe otro arte más allá de las formas, nos suena a rollo de embaucador de
feria (y nunca mejor dicho) eso de que “el arte hay que verlo primero con el
corazón”, como se atrevió a afirmar en la tele una señora de cuyo cargo en ARCO
no quiero acordarme. El “todo vale” que Vargas Llosa denunciaba en su
“Civilización del espectáculo” (libro imprescindible), se radicaliza aún más en
el mundo de las artes, donde sin escrúpulos ni pudor de ningún tipo te pueden
vender un calcetín sudado por unos cuantos miles de euros (“No me des ideas,
pá”, le oigo a mi hijo). No hace mucho saltaba a los informativos el caso de
Damien Hirst y sus calaveras de diamantes o su tiburón en formol, otro fraude
para muchos y, sin embargo, uno de los artistas más cotizados del momento. Este
tipo de obras no hacen más que desvirtuar el concepto de arte por muy moderno
que nos quieran hacer entender y, sobre todo, vender. No sé qué hará con “el
vaso medio lleno” el comprador, que debe de tener un corazón tan pródigo como
la cartera, pero lo que sí sé es que 20000 euros se pueden utilizar de forma
mucho más beneficiosa para la humanidad. ¿El vaso medio lleno? Mi corazón lo ve
medio vacío. José López Romero.
Que artes ríen Pepe, alma mía. Y no te ponemos precio.
ResponderEliminarAy el iPad, me juega mala pasada. Quería escribir; que arte tienes, Pepe.
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